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Sábado, 6 de octubre de 2007
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“EL BUEN NOMBRE”, DE MIRA NAIR

Luces y sombras de la inmigración

La realizadora india, consagrada a partir de Salaam Bombay, vuelve a poner sobre la superficie el conocido conflicto entre tradición y modernidad. El tono de la directora fluctúa entre la amabilidad y el afán conciliador.

Por Horacio Bernades
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El buen nombre está basada en una popular novela india.

La cultura india, la experiencia de la inmigración, los conflictos entre tradición y modernización y los choques étnicos son temas que recorren la trayectoria de la realizadora Mira Nair, nacida en la ciudad de Bhubaneshwar en 1957 y consagrada a fines de los ’80 con su ópera prima, Salaam Bombay. Después de Mississippi Masala y La boda, esos motivos resurgen en su película más reciente, The Namesake. Basada en una novela sumamente popular en su país, esta suerte de película-río compactada (narra treinta años de historia en un par de horas) se estrenó en los primeros meses del año en las principales capitales. Ahora Gativideo la lanza en Argentina, directamente en DVD, con el título de El buen nombre.

El buen nombre al que se hace mención es el de Gogol, que un hombre llamado Ashoke le pone a su hijo, como testimonio de admiración por el novelista y dramaturgo ruso. Pero Gogol también viene asociado con un momento traumático, que es con el que Nair elige abrir la película. Mientras Ashoke lee El capote, durante un viaje en tren, el vecino de asiento le recomienda que deje de una vez la India y salga a conocer el mundo. Enseguida el tren choca y Ashoke salva su vida casi de casualidad. No tardará mucho en hacerle caso al desconocido, iniciando, junto a su esposa, un camino ascendente que parece confirmar que los Estados Unidos son la tierra de las oportunidades. Como Gogol les suena raro a los compañeros de escuela del muchacho, Ashoke aceptará cambiarle el nombre por el de Nikhi. Teniendo en cuenta que el nombre de pila del autor ruso era Nikolai, no parece una concesión demasiado grande.

Los dos nombres pueden verse también como metáfora del mundo dividido del protagonista, que se ve tironeado entre la cultura de origen de sus padres y la de adopción, rebelándose contra la primera y no terminando de integrarse del todo a la segunda. Escisión que también representan su rubia novia americana y la hija de inmigrantes indios con la que finalmente se casa. Concesión al statu quo familiar y étnico que la película no ve como tal. Como suele hacerlo, Nair viste El buen nombre con una paleta de tonos saturados y filtros de color, apuntando tal vez a llenar el casillero del exotismo. El modo en que la realizadora trata personajes y conflictos internos va de lo amable a lo conciliador, con un rito nupcial que recuerda al de La boda. Aunque es verdad que aquí el tono es menos festivo y hasta menos for export.

En verdad, la película de Nair a la que ésta más se parece es La familia Pérez, que en Argentina también se conoció en video y que narraba la historia de una familia de inmigrantes, a lo largo del tiempo. Lo curioso es que no se trataba de inmigrantes bengalíes, como en este caso, sino de cubanos emigrados a Miami. Gusanos cubanos, para decirlo mal y pronto.

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