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Sábado, 17 de noviembre de 2007
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“PURA SUERTE”

Duelo familiar en una mesa de poker

Robert Duvall se luce en este film de Curtis Hanson, que hace convivir la tensión lúdica con la promesa de una comedia romántica. Aun con detalles convencionales, la película resulta más que interesante.

Por Horacio Bernades
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Drew Barrymore, en un papel a su medida.

Con películas como Los Angeles al desnudo, Wonder Boys (aquí absurdamente titulada Fin de semana de locos), 8 Mile y En sus zapatos, el señor Curtis Hanson (Reno, 1945) se ha convertido en uno de esos directores de Hollywood a los que conviene seguir, no importa lo que filmen. Esto último quedó demostrado sobre todo con su par de películas más recientes, en las que el realizador –que durante los ’90 proveyó a Hollywood de mercancías tan exitosas como Malas compañías y, sobre todo, La mano que mece la cuna– parece haberse especializado en volver interesantes y personales los proyectos menos interesantes y personales. Estando Hanson de por medio, cómo no recibir entonces con expectativas mayores que las habituales a un cruce de dos fórmulas típicamente hollywoodenses, como son la comedia romántica y la película de fulleros. Esa encrucijada se llama Lucky You, en Estados Unidos se estrenó en mayo pasado y en la Argentina la edita ahora el sello AVH, con el título Pura suerte.

Reflejo no tan lejano del Fast Eddie Felson de Paul Newman en El audaz o del Vincent de Tom Cruise en El color del dinero, Huck Cheever (Eric Bana) es el prototípico jugador joven e impetuoso, capaz de arriesgar todo en la mesa de poker, aunque tenga un par de dos. Frente a él, el veterano que ganó todo y está de vuelta, el campeón al que hay que derrotar. Si en aquéllas los personajes de Jackie Gleason y el propio Newman concentraban en sí tanta admiración e instinto asesino por parte del héroe que no podía menos que considerárselos figuras paternas, aquí la cosa se hace literal y L. C. (Robert Duvall, tan magnético como siempre) es el padre de Huck. Hace tiempo que no se veían y se reencuentran, claro, frente al paño verde de un casino de Las Vegas. Huck no le perdona a L. C. que alguna vez le haya robado un anillo a su madre, para hacerlo plata y poder seguir apostando. Que el hombre lo trate como si todavía tuviera 5 años no ayuda a superar los resentimientos. La única forma de superarlos, se sospecha ya a esta altura, será cuando ambos se enfrenten cara a cara, jugándose el todo por el todo con las cartas en la mano, y ese momento llegará cuando ambos compitan por el campeonato mundial de poker (al que, como la Serie Mundial de básquet, llaman así aunque sea nacional).

En paralelo al drama edípico corre la relación entre el muchacho de nombre y apellido literarios (prueba de que Mr. Hanson es un hombre ilustrado) y Billie Offer, forastera recién llegada a Las Vegas, con una carrera de cantante por delante. Tanto como para reforzar el carácter de comedia romántica al que la película aspira, la encarna Drew Barrymore, reina indiscutida del género tras la abdicación de Meg Ryan. Pero en verdad hay más drama que comedia en los intercambios entre Huck y Billie, quedando el elemento romántico más como una promesa del director a los productores que como genuino resorte dramático. Sí, es pura fórmula el guión de Pura suerte, por más que su autor, Eric Roth, sea uno de los más reputados del rubro, tras haber firmado los de Forrest Gump, El informante, Munich y El buen pastor.

Pura fórmula eran también los guiones de 8 Mile y En sus zapatos, y eso no impidió que ambas películas respiraran la clase de verdad que suele tener el cine cuando está poblado de seres humanos. El arte de Curtis Hanson consiste justamente en eso: en filmar a sus personajes como personas, haciéndolos vivir en gestos pequeños pero significativos, dándoles relevancia a los detalles y tiempo a cada escena. Aquí vuelve a hacerlo, aunque también es cierto que con algunos handicaps, no del todo fáciles de remontar. Uno no menor es Eric Bana, muchacho apuesto pero limitado, a quien le cuesta tanto transmitir la sensación de que está enamorado como ponerse en el papel de Edipo con cartas. Otro par de dos consiste en que nadie parece haberse creído demasiado la love story, por lo cual el personaje de Barrymore (morocha, esta vez) castiga con razón al egoísta de Huck, para luego perdonarlo sin razón.

Pero Hanson también tiene sus ases. Uno es Duvall, que hace pesar cada uno de sus gestos. El otro es la tensión que el realizador de Los Angeles al desnudo es capaz de crear alrededor de una mesa, con media docena de jugadores mirándose de soslayo, mientras intentan decodificar qué esconden en verdad esas caras de poker que los rodean. ¿Cuánto se lleva el ganador? Dos millones y medio de dólares. En el caso de Huck y L. C., es eso más una vieja cuenta pendiente.

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