Imprimir|Regresar a la nota
Sábado, 8 de marzo de 2008
logo espectaculos
La segunda entrega de la colección El gran cómico, mañana con Página/12

Para revivir lo mejor de Charles Chaplin

Los cortos remasterizados reúnen valiosas creaciones cinematográficas, como Carmen, Carlitos renace, Carlitos tramposo y Carlitos trabajador, realizadas entre 1915 y 1916, cuando el cómico tenía 26 años, y sorprendentemente actuales a través de sus gags, su ironía desbordante y su estructura narrativa.

Por Karina Micheletto
/fotos/espectaculos/20080308/notas_e/c0964.jpg
Bigote recortado, bombín y bastón conforman el “clásico Chaplin”.

Fue el primer gran comediante del cine, un título honorífico que hasta ahora nadie ha demostrado que correspondiera a otro. La sola mención de su bigote recortado, su bombín y su bastón alcanzan para actualizar el icono, pero también las imágenes famosísimas de algunas de sus obras cumbre, que también son a esta altura símbolos: el hombre contra las máquinas de la Revolución Industrial en Tiempos modernos, la sátira al fascismo de El gran dictador, la escena inmortal de El pibe, con el vagabundo y el mendigo sentados en el cordón. Además de una extensa producción de largos, Chaplin tiene una prolífica obra de cortometrajes. Página/12 reunió varios de esos cortos remasterizados en la colección mensual El gran cómico, cuya segunda entrega presentará con la edición de mañana los cortos Carlitos renace, Carmen, Carlitos tramposo y Carlitos trabajador.

Sin palabras, y a veces sin diálogos escritos (como en Carlitos renace, entre los que se presentan mañana), Chaplin construyó historias que perduran intactas, que siguen funcionando en cada uno de sus gags y estructuras narrativas. Lo hizo hace ya casi un siglo, y una muestra es esta selección de cortometrajes, realizados entre 1915 y 1916, cuando el cómico tenía unos 26 años, y ya era bien conocido en la incipiente industria del cine. Actor, director, guionista, productor, la impronta del gran cómico llega hasta estos tiempos posmodernos extrañamente resguardada del paso del tiempo.

En su traje inolvidable, de chaleco y pantalones siempre grandes, o disfrazado de oficial seducido y engañado por una gitana, como en la burlesca Carmen, Chaplin es siempre uno. En sus cortos hay ladronzuelos y vagabundos varios, contrabandistas, oficiales corruptos, tabernas con borrachines, mujeres que llegan a las manos. Finales abruptos y poco felices, y las temáticas que recorrerán toda su obra: las diferencias de clase, la forma en que viven (o se las rebuscan) los desplazados del sistema, el lugar de la autoridad, que siempre representa un peligro para estos últimos y, finalmente, la posibilidad del amor que siempre queda trunca para el pobre Charlot.

El corto traducido como Carlitos tramposo se denomina The tramp en el original, y de esta forma presenta al personaje que le dio fama universal a Chaplin, el vagabundo en la traducción literal, Charlot en la traducción popularizada en español. Ese hombre con las maneras refinadas y la dignidad de un caballero, vestido con un chaleco demasiado pequeño y pantalones demasiado grandes, echando a andar en el camino con su atadito, sus zapatones en V y su caminar oscilante, como un melancólico desplazado de la sociedad moderna.

Hijo de una actriz de teatro esquizofrénica y de un cantante de music hall alcohólico, Charles Chaplin vivió las duras condiciones de la pobreza urbana de una ciudad como Londres de fines del siglo XIX. Creció rodeado de actores, y con su hermano Sydney empezó a trabajar desde muy chico. Su primera aparición pública fue a los cinco años, cuando reemplazó a su madre en un teatro londinense. Con los años entró a participar del grupo cómico de Fred Karno, y con esta compañía logró una gira por Estados Unidos, a comienzos de 1910. De allí a llegar a California, descubrir el mundo del cine, comenzar a probar suerte en Hollywood y destacarse con éxito fue cuestión de poco tiempo.

Esta serie de cortos forma parte de su primera producción, cuando ya comenzaba a dirigir sus propios films, a poco de haber incorporado la imagen que lo caracterizaría para siempre (incorporó la indumentaria de vagabundo por primera vez en Charlot periodista, de 1914). La leyenda indica que compuso el famoso traje con aportes de cómicos amigos: la chaqueta de Charles Avery, los pantalones de Fatty Arbuckle, los zapatos de Ford Sterling y el bigote de Mack Swain. Toda una población detrás del sueño americano se identificaría muy pronto con este vagabundo siempre empeñado en dar un paso adelante, y siempre frustrado en su intento. Tras esta segunda entrega, la colección de Página/12 se completará los próximos primeros domingos de abril y mayo, con nuevos cortos del maestro del cine mudo: Carlitos ayudante, Carlitos noctámbulo, Carlitos bombero, Carlitos inmigrante... Mil y una formas adquiridas en otras tantas aventuras en los albores del lenguaje cinematográfico, que siempre descubren a un solo hombre: Charles Chaplin, el gran cómico.

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.