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Lunes, 6 de octubre de 2008
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Opinión

Los que se quedaron afuera de todo

Por Facundo García

Mi mejor amigo de la infancia ganó el Gran Hermano. Lo ubiqué en Facebook y le envié una felicitación, pero nunca me respondió. Así que mejor no hablar de eso. Mejor arrancar diciendo que meterse en una red social es bastante divertido. Sobre todo si uno se acerca a los treinta y se da cuenta de que puede reencontrar, libres de pelo o adornadas con bebés, a las mismas caras que vio cubrirse con acné en otras épocas. Se organizan asados, y hasta hay quien vuelve a hablar –exitosamente– con una ex novia. Ahora bien, pronto llega la primera búsqueda infructuosa y el enigma de los que, por vaya a saber qué razón desconocida, no figuran.

“¿Para qué sirve Internet? –se embronca, acaso exageradamente, el nostálgico–. ¿Para qué, si la compu no arroja el mínimo rastro del amigo o la mujer de quien es existencial y desesperadamente necesario saber?” Abundan, en cambio, chicas y muchachos que mal que mal se acomodaron, que cuentan de sus posgrados y de lo-que-están-haciendo-ahora-mismo en sus perfiles personales. Pero resulta que el melanco regalaría el CPU, el monitor y hasta el dedo meñique por conocer ese retazo de realidad que se le ha escapado a la web.

Entonces ellos –los que no aparecen en los buscadores– empiezan a extrañarse. Peor todavía, su falta de popularidad es espejo del triunfo de los otros. De los relativamente cuerdos. De los capaces de revisar una cuenta o mantener la cantidad de visitas con posteos regulares. De los que se pavonean con su presente y cambian la fotito treinta veces, yendo del Machu Picchu a Italia, siempre siniestramente felices gracias a la sonrisa garantizada que ofrece la tecnología digital.

“¿Dónde están?”, tipea el nostálgico en la barra del buscador de Google. Inmisericorde, el buscador le tira como resultado una nota sobre la NASA y otra de un diario nacional que habla de la reproducción bovina. Y así descubre que hay afectos que se le están convirtiendo, lentamente, en un recuerdo lastimado por el tiempo.

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