Durante diez años, él habÃa existido solo en su memoria, en ese mundo enrarecido entre la vida y la muerte, pasando a formar parte de la masa de desaparecidos. HabÃa perdido hasta el nombre, y ella habÃa tenido que convivir con su fantasma, habÃa tenido que seguir adelante como si nada hubiera ocurrido, como si él estuviera de viaje, en unas largas vacaciones, y no desaparecido ni probablemente muerto. Al comienzo habÃa asumido el papel de un detective pero, hasta cierto punto, todo se volvió más sencillo desde que dejó de hacerlo. No es que hubiera perdido las esperanzas; simplemente dejó de hacerlo. En el primer año de su ausencia, visitó a cada uno de sus colegas de la universidad para pedirles información. ¿Adónde habÃa ido? Fue un hombre mayor y encorvado quien se lo dijo: no estaba seguro, pero habÃa escuchado el nombre 1797. ¿Qué estaba investigando? Plantas medicinales, le dijo otro, pero eso ella ya lo sabÃa. ¿HabÃan tenido noticias de él? Y entonces todos desviaban la mirada.
* Fragmento de Radio ciudad perdida (Alfaguara).
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