De Eduardo Lagos tengo y guardo la máxima opinión. Como músico, como periodista y como un hombre que volcó su amor por el jazz al folklore, como lo hicieron otros como Chivo Valladares o Cuchi Leguizamón. Es el autor de la chacarera más atrevida del mundo, La oncena. Me costó mucho sacarla para poder grabarla. Fueron horas de estudio. Cuando la canté en Radio El Mundo, la gente no comprendÃa lo que cantaba. Es una locura musical. Y muy difÃcil de cantar. Eduardo no lo sabe, pero hace tres años volvà a grabarla con un conjunto de jazz de Alemania, a pedido mÃo. El admiraba a los Hermanos Abalos, pero no podÃa evitar sentir el jazz en las venas. Y como mi marido, Pocho, era trompetista de jazz, nos juntábamos con la gente del ambiente; ahà lo conocÃ. Guardo bellos recuerdos de aquellos encuentros con Eduardo y con su esposa. Hablar de Eduardo Lagos es hablar de un hombre mayor, no mayor de edad sino como ser humano y como músico. No lo digo por decir, si no me pareciera un gran hombre me callarÃa la boca. Hay músicos que honran la música y otros que la deshonran. Eduardo Lagos, junto con otros músicos cultÃsimos como Domingo Cura o Cuchi Leguizamón, está entre los primeros. Por eso lo adoro.
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