Cuando Freddy y su mujer, Betina Bellomo, llegan al paÃs, juntos ingresan al Ballet del Teatro San MartÃn que se habÃa creado un año antes. Son absorbidos por la compañÃa y asà comenzó una serie de experiencias conjuntas, con ellos siempre en roles principales. En aquel momento la compañÃa estaba conformada por los que ahora son los principales maestros. Freddy se destacaba como intérprete por su presencia y su experiencia. Esta relación se mantuvo varios años: el ballet perdió la sede y se refugió en el teatro Cervantes con un nuevo nombre y luego quedó como grupo independiente, hasta que el grupo se disolvió en los ’70. Hasta ese momento Freddy siguió con nosotros. Hicimos una gira al interior junto a Vasiliev y Maximova con un ballet de cámara, ellos bailaban cosas clásicas y nosotros contemporáneas. El tenÃa una marca muy fuerte y aunque tenÃa dificultades de cambiar de estilo, compensaba esas dificultades con una presencia muy impresionante. Era muy bello, con una gran técnica y muy profesional, lo que daba un resultado muy atractivo. Cuando volvà en el ’90, luego de trabajar en el exterior, tomé la dirección del Ballet del Teatro San MartÃn, donde él ya estaba dando clases. Además tenÃa su propio estudio y daba clases en grupos y en compañÃas. En el 2000, cuando se crea Arte XXI, la escuela de danza contemporánea que dirijo, lo convocamos como maestro. El era una persona muy generosa y un apasionado laburante. No era un funcionario o empleado de la danza, era un artista neto.
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