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Jueves, 27 de mayo de 2010
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La voz extraña

A Fabián Casas le gusta contar el backstage de alguno de sus poemas. A pedido de Página/12 recuerda “Paso a nivel en Chacarita”, uno de los poemas de Tuca, donde unos chicos ponen monedas en las vías y miran pasar el tren que lleva gente hacia algún lado. “Fui con mi hermano a la tumba de mi mamá; entonces, emocionado por eso, me escribí una elegía de diez páginas. Después trabajo el poema como una máquina, quiero que se ponga en función –explica–. Un poema parte de lo emotivo, pero después hay que trabajarlo sin emoción, porque la emoción es muy mala consejera. Y lo que quedó fue ese poema. Por eso en el último verso digo: ‘Bueno, eso es todo’. Me lo digo a mí mismo, aunque en el poema se lo diga al lector, en el sentido de que eso es lo único que le quiero contar. Pero en la prehistoria del poema había nueve páginas más y nunca se dice que voy a ver la tumba de mi mamá. Lo bueno de cuando uno está escribiendo es que permita que surja la voz extraña; que lo que digas en un poema no sea lo que querías decir cuando lo empezaste. Esa voz extraña te produce incertidumbre, vergüenza ajena, inseguridad, placer, porque está en estado de pregunta.”

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