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Sábado, 11 de marzo de 2006
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Un nuevo “1984” y el miedo interior, según Tim Robbins

Por J. G.

¿Por qué Tim Robbins se decidió a filmar 1984, sobre un libro de George Orwell? A pesar de que ya existen dos versiones anteriores de la novela, sin importarle que se tratase uno de los productos culturales más revisitados de la cultura occidental (mucho más después de la proliferación del reality show Gran Hermano), él cree oportuno volver sobre esa trama, fantasía de control total sobre una sociedad del futuro. “Hoy lo contaría no como ciencia ficción sino como realidad –asegura–, sería un fresco social de cómo vivimos en una ciudad como por ejemplo Nueva York.” Como actor fetiche de Robert Altman en Las reglas del juego o en Ciudad de ángeles, como director de himnos antibelicistas, de sátiras al american way of life como Ciudadano Bob Roberts, Abajo el telón y Mientras estés conmigo, Robbins construyó una coherencia y un estilo. Pero no se intimidaría ante un “papel superficial” –como le pregunta su moderador de master-class, el actor Andrea Prodan–. “Creo que soy versátil para hacer cualquier papel”, le responde. ¿Más detalles de la que será su nueva película?

–Me interesa explorar ese miedo que no nos viene desde afuera, sino que tenemos incorporado y que moldea nuestra conducta. Es esa fuerza que se mete dentro nuestro y moldea las decisiones. Los personajes de 1984 no están presionados a no hablar por una fuerza que viene de afuera. No hablan porque incorporaron a tal punto la censura que ellos mismos son los que deciden no hacerlo. Creo que pensar hoy esa novela impone una mirada desde el realismo.

“¿Qué hay de bueno en la elección de Bush? –se pregunta, como su esposa Susan Sarandon–. Creo que hay una belleza asociada a la opresión. Cuando el logro es más alto, el artista está en mejores condiciones para crear algo con sentido. ¡Bush es bueno para los artistas!.” El Robbins que levanta su consigna pacifista, el que se define políticamente, es el mismo que decide como forma de compromiso el “alivio” que genera la ficción. Así pudo dar cuerpo a una de las obras más contundentes en contra de la pena de muerte (Mientras estés...), como drama social, pero también entrometerse como actor en lo profundo del drama individual del estigmatizado en Río místico, de Clint Eastwood. Es consciente de las dificultades que implican sus elecciones: “Era casi imposible conseguir el dinero para filmar Mientras estés.... Cuando el tema es tan duro, todo es más arduo. Cuando la quise distribuir, me di cuenta de que me había metido en un terreno complicado”.

Y sobre Río místico, un drama pueblerino con ecos de tragedia clásica: “Preferí que mis hijos no la vieran ni supieran nada de la película: todo eso fue tremendamente enriquecedor para mí, pero también es uno de los relatos más oscuros que me tocaron”. El recuerdo de su paso a las órdenes de Robert Altman, recientemente consagrado con un Oscar especial a la trayectoria, lo conecta con zonas más gozosas. El papel que interpretó en Las reglas del juego no sólo fue su pasaje a “estrella internacional” sino que le otorgó el premio al mejor actor en el Festival de Cannes. “Su espíritu –describe a Altman– es contagioso: me dijo el primer día que si los productores me ponían de mal humor sólo tenía que decirlo y pararíamos de trabajar. Me hacía sentir como su socio, parte del proyecto. Cuando vi su obra entendí que el teatro, la música, el cine podían convivir. Lo miraba en el set, y así fui aprendiendo a dirigir.”

–¿Los enemigos de la creatividad?

–El peor enemigo es la complacencia, y sentirse el número uno. Cuando empiezo algo estoy aterrorizado. Si no tenés disciplina, si no hacés la tarea aun siendo experimentado, es cuando fallás. Los mejores actores que conozco son generosos en la vida, con los amigos.

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