¿Para qué son esos dibujos?
–¿Cuáles?
–Los de su cuaderno.
No aguantaba más la intriga. Aunque no pudiera explicar cómo los habÃa visto, porque él nunca salÃa de su habitación sin cerrar la puerta con llave. Y no sacaba el cuaderno de esas cuatro paredes.
–¿Cómo sabés que ahà tengo dibujos?
Lilith hizo una pausa.
–Los vi.
–¿Tenés llaves de esta habitación?
–No.
–¿Entonces cómo entraste?
Lilith señaló la ventana con la cabeza, sin dejar de mirarlo. Valiente, pensó José, encantado con su arrojo. Ya habrÃa tiempo para castigarla más adelante.
–¿Qué viste?
–Nos vi a nosotros: A mi familia.
En menos de un parpadeo hizo el mismo razonamiento que Lilith habÃa hecho unos dÃas antes: si su amiguita abrÃa la boca estaba fuera de la casa al dÃa siguiente. Por algún motivo habÃa guardado el secreto. Y estaba ahà con él, a esas horas de la noche. Ahora entendÃa su turbación de los últimos dÃas.
–Me gusta dibujar a la gente que conozco.
–¿Para qué?
–Para entenderlos.
–¿Por eso anota las medidas, los kilos?
–Los poetas escriben lo que ven, los pintores lo pintan, yo peso y mido todo lo que me interesa.
–¿Nosotros le interesamos?
–Vos.
Lilith se ruborizó, estaba en esa edad en la que podÃa ser convencida de cualquier cosa.
–Me interesás vos.
–¿Por qué?
–Porque sos distinta.
No se animó a preguntar más.
* Fragmento de Wakolda(Emecé).
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