12 de septiembre,
más tarde
Leo el folleto que el otro dÃa me dejaron los catequistas. Oigo la voz de la mujer detrás de las palabras que leo, aunque los verbos estén conjugados en tú y en futuro del indicativo. Es corto y huele a tinta. Habla de las tentaciones y habla de los remordimientos. Las tentaciones: los anzuelos que pone el Mal en el mundo para probar nuestra debilidad o nuestra fortaleza. Nos tentamos, es parte de nuestra condición humana. El alcohol, el juego, el sexo. El Mal que destrozará nuestras vidas. Empero nos tienta. Destruirá lo mejor que tenemos: nuestra familia. Y sin embargo caemos. Pero Dios no nos abandona. Dios cuida de nosotros. Caemos en la tentación. Es el Mal que nos tendió su trampa. CaÃmos. Pero Dios no nos abandona. Sentimos remordimientos. Aquejan nuestro espÃritu. Parecen mortificarnos. No obstante son el Bien. El Bien que viene por nosotros. Remuerden nuestra conciencia. Y aun asà nos darán alivio. Es Dios que nos hace saber que pecamos. Pero tenemos otra oportunidad. La oportunidad está en el perdón. Lo que nos devolverá la paz de espÃritu.
Leo el folleto dos o tres veces, y siempre con interés. Con interés o acaso con cierta intriga, porque tentación y remordimiento son cosas que actualmente desconozco. Nada me tienta, nada me importa, no soy fuerte ni soy débil, no estoy prestando atención.
* Fragmento de BahÃa Blanca (Anagrama).
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