Hotel Troisi, Nápoles, Italia. Los dÃas son aquà hermosos, pues el invierno está siendo más benigno de lo que se esperaba, aunque estarÃa todo mejor si no sintiera que mi situación es cada vez más extraña, pues, justo en el momento en que deseo reaparecer tÃmidamente en el mundo y terminar asà con la radicalidad de estos dÃas de encierro en los que he vivido sin ver a nadie y sin que nadie sepa dónde estoy (intento imitar los famosos once dÃas en que Agata Christie estuvo misteriosamente desaparecida hasta que fue localizada en un balneario del norte de Gran Bretaña, y es patético porque, aunque sólo llevo cuatro por aquÃ, voy comprendiendo que puedo ir perfectamente más allá de los once dÃas sin que, a diferencia de Christie, a la que buscó todo el mundo, nadie me eche en falta), justo en el momento en que me planteo mi reaparición, es decir, conectar tÃmidamente con la vida exterior, justo en el momento en que me planteo esto, veo que, una vez más, escribir es atravesar la experiencia siempre paradójica de la escritura, pues basta ver la gran contradicción que hay en el hecho mismo de que esté disertando ahora sobre mi reaparición cuando en realidad estoy o deberÃa estar más comprometido e involucrado que nunca en ir terminando de contar la historia de mi desaparición.
* Fragmento de Doctor Pasavento.
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