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Lunes, 15 de mayo de 2006
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OPINION

Las siete venganzas y un deseo

Por Nora Mazziotti *

Si pensamos la venganza como reparación y compensación, Montecristo contiene o despliega varias: la venganza del melodrama, continuamente despreciado, minimizado, o arrasado en novelas que saquean sus recursos más exteriores, como las coincidencias abusivas, la reaparición de supuestos muertos, las filiaciones complejas, y olvidan que es necesario un entramado constante y silencioso con el sentimiento y la emoción. En Montecristo el melodrama regresa para mostrar sus aristas medulares, y grita que está vivo y vigente.

Está también la del melodrama sobre la comedia: Montecristo aparece cuando en la TV argentina parecía que en ficción y entretenimiento bastaba con reiterar gestos cómplices al público y cambiar de disfraces una y otra vez, y recupera el lugar de la emoción, la identificación-proyección, el suspenso. O la recuperación del relato no light, en una etapa en que todo parece hecho a las apuradas, sin mayores compromisos, y entonces ya nadie recuerda los éxitos de la semana pasada, y a nadie le importa.

Es, asimismo, la reivindicación de los autores, desde Dumas en adelante, en una etapa en la que el rol del productor parece prevalecer sobre todo lo demás en la industria televisiva. Y muestra que la historia urdida y forjada paso a paso por sus creadores es medular para que el producto exista, tenga vida.

Y la de los actores y actrices, porque en historias como Montecristo pueden componer roles consistentes, preparar caracterizaciones, porque los personajes tienen los pliegues y recovecos para hacerlos atractivos.

Puede pensarse como un homenaje, por la manera en que se representa a las víctimas de la represión. Por primera vez la ficción televisiva cuenta un relato donde los tiene por protagonistas. Y lo hace con valentía, sin estetizaciones, estereotipos o bajadas de línea. Y es, finalmente, una reivindicación para los espectadores, que podemos elegir un programa, esperar a que llegue la novela y no ver cualquier cosa, luego de un largo zapping... Montecristo es una historia que impregna, que deja pensando, soñando... A partir de esto, formulo un deseo: que Montecristo se convierta en una tendencia, un cambio de rumbo, un espacio de búsqueda en la TV argentina. Que no sea un hecho aislado, el “fenómeno Montecristo”, que los responsables de la industria televisiva se den cuenta de que les conviene hacer buenos productos..., que a las historias sólidas no hay con qué darles.

* Semióloga

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