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Jueves, 18 de mayo de 2006
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Cinco miradas

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Una tapa de 7 Días, año 1971.

- Jorge Luz (actor): Esto lo he dicho muchas veces, parezco una campana de repetición. Pero cuando se nos va un artista, siempre digo que se fue de gira. Porcel era muy creyente, y si está con Dios, seguro que lo va a hacer reír. Me acuerdo de una vez en Canal 11: estábamos terminando de grabar y entró Javier Portales aplaudiendo y nos dice: “¡Qué tal, señoras!”. A mí se me ocurrió jugar con eso, y el Gordo empezó a hablar como una vieja. Justo había un productor que andaba paseando por ahí, y entonces nos planteó que hiciéramos algo con eso. La condición que pusimos para hacerlo fue que no hubiera libro, nosotros decíamos lo que se nos ocurría en el momento. Por eso era que lo grabábamos sentados, porque no sabíamos lo que íbamos a decir. Ya nos conocíamos tanto que jugábamos con eso. Por eso ahora quiero recordarlo con alegría, porque él ya sufrió mucho. Mucho.

- Rolo Puente (actor): Tengo los mejores recuerdos del Gordo. Para mí fue un gran compañero de trabajo y el que me dio la posibilidad de ingresar al medio. Era un gran capocómico. Lo conocí cuando yo todavía era cantante y tenía un amigo con el que íbamos a Canal 11, donde estaba el Gordo con Olmedo y tantos otros. Comenzamos a trabajar en el programa Porcel para todos, en 1980, y al mismo tiempo hacíamos Polémica en el bar y La peluquería de Don Mateo. Recuerdo una vez que tuvimos que ir a la vieja cancha de San Lorenzo, sobre avenida La Plata, en la que jugábamos actores contra futbolistas, a beneficio. Lo organizaba Canal 9, por eso teníamos que ir sí o sí. Estábamos esperando y el Gordo me dijo que por qué no íbamos a comer una pizza. Entramos al lugar y me dice: “Yo quiero de jamón y morrón, ¿vos de qué querés?”. Le dije que también me gustaba y ahí me aclaró que la de jamón era para él, que yo eligiera aparte. Así entró a la cancha, vestido de San Lorenzo, con una pizza en la mano y repartiendo porciones a los jugadores.

- Antonio Carrizo (periodista): Porcel fue un actor capaz de hacer las cosas más difíciles en televisión. Algunos de sus sketches van a quedar eternamente en la historia de TV argentina, como el de la chica que le compraba los diarios en el puesto de revistas. A mí me gustaba el Porcel televisivo, pero fue también otras cosas: hubo una época en que pintaba, y muy bien, y cantaba de una manera deliciosa. Y, además, tenía algo que para mí es muy importante: era de Racing, el club de mi viejo. Y seguramente ahí se van a encontrar, en la nube exclusiva de los hinchas de Racing.

- Mex Urtizberea (músico y actor): He visto las películas del Gordo de siempre, no sólo en las que trabajó con Olmedo, también las otras y la mesa de café que hacía en la TV con Sofovich en la década del 70. Era sumamente gracioso; él junto con Olmedo siempre cortaban el hilo de lo que estaban contando y se salían del libreto. Entraban en complicidad con los que estaban detrás de cámara y con la gente. Ese estilo espontáneo de hacer televisión fue inventado por ellos. El Gordo lo hacía a cada rato: salía con cosas personales de los actores al aire y uno era cómplice y eso producía más gracia. En las películas se perdía un poco la frescura que tenía en la tele; él era más un producto televisivo. Ese tipo de humor todavía existe: el más parecido es Francella, aunque ahora se corrió un poco de esa línea. Era un humor pícaro, aunque, a la distancia, uno lo ve terriblemente ingenuo. A mí personalmente me gustaba más Olmedo, porque sentía que había algo feo en el Gordo. Después se supo del maltrato del capocómico para sus compañeros. Olmedo no era así, siempre trataba bien a la gente. En cambio, se veía algo de resentimiento en el Gordo. A veces, para hacer reír, se excedía en el maltrato a sus compañeros. Por eso no se le tenía un cariño especial.

- Juan José Campanella (director de El hijo de la novia, Luna de Avellaneda, El mismo amor, la misma lluvia): Porcel fue uno de los últimos capocómicos que quedaba. Una personalidad cómica arrolladora. De hecho, si bien sus películas tenían guiones, sólo utilizaba la estructura final, porque gran parte del humor que tenían las escenas eran agregados del Gordo o de Olmedo, su gran compañero. Pero existía una gran diferencia entre ellos: mientras Porcel inventaba chistes en los diálogos de las escenas, Olmedo hacía reír desde su propio histrionismo. Incluso, en 1986 Porcel me llamó para que le escribiera una obra de teatro, porque quería correrse del humor picaresco que venía haciendo. Y aunque la obra le encantó, nunca la estrenó porque en la temporada anterior había intentado desandar ese camino con una obra inglesa con la que no le fue bien. Entendió que el público sólo lo quería para ese tipo de humor subido de tono. Fue una lástima porque, aunque era un tipo muy vapuleado por la crítica, tenía un timing fenomenal. Tenía el don que sólo algunos poseen de meterse al público en el bolsillo al minuto de estar en escena.

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