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Martes, 30 de julio de 2013
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Opinión

Formador de músicos

Por Adrián Iaies *
Se fue Walter, finalmente. Después de pelear hasta el final. No tuve la fortuna de tocar con él, pero sí de tratarlo, en los últimos diez años, aproximadamente. Alguien a quien siempre daba gusto encontrar. Ese mix perfecto de dulzura, swing e ironía. Y siempre con algo para contar. Un guitarrista de excepción con una virtud no tan sencilla de encontrar en los guitarristas: su estilo nunca dependió de las modas, el tocaba swing, y eso es atemporal. Tocó casi hasta el final y seguramente se trate de uno de los jazzmen argentinos con una carrera más dilatada, con una buena cantidad de grabaciones y con muchísimas noches de escenario. Sin embargo, aun antes que esa faceta de artista talentoso, honesto y trabajador, lo que necesariamente prima es su condición de gran maestro. A diferencia de la música clásica –donde la tradición descansa sobre un corpus de papeles, las partituras–, en el jazz esa reserva, esas raíces están en los discos y, por ende, se trata de una condición naturalmente más abstracta y donde la figura del maestro que guía a través de esa región siempre un tanto misteriosa es clave. Y Walter fue un gran maestro. La prueba de ello no son sólo los miles de alumnos que pasaron por su escuela, sino que él mismo prefería tocar con músicos más jóvenes que luego fueron, ellos mismos, líderes y continuadores de esa tradición. Pienso, en principio, en Javier, su hijo. Uno de los músicos de jazz más completos que hay por estas tierras, puro talento. Pero pienso, por ejemplo, en Pepi Taveira o en Mariano Otero. En Armando Alonso, en Lito Epumer. A mí siempre se me antojó –a los músicos de jazz nos gustan especialmente las analogías, por alguna razón– que Walter era una especie de Art Blakey local, un formador de músicos y de líderes. Evidentemente sabía transmitir esa condición. En mi primera edición como director del Festival de Jazz de Buenos Aires le hicimos un homenaje, del modo que yo personalmente creí que más lo reconfortaría. Más allá de la plaqueta de rigor y los discursos, le comisionamos a Mariano Otero que reescribiera algo de la música de Walter para luego impregnarla de su propio estilo. Eso y no otra cosa es el jazz. Y de eso Walter sabía mucho. Lo vamos a extrañar. * Músico.

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