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Martes, 6 de agosto de 2013
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Curiosidades de una fiesta desdoblada

La puesta en escena vespertina

Por Emanuel Respighi

“El ganador como mejor columnista/panelista en televisión es Reynaldo Sietecase”, grita Marley, luego de abrir el sobre de manera de crear cierta expectativa, como si la sala del Teatro Colón estuviera repleta. “Increíble”, se le escucha decir al galardonado, sentado detrás de este cronista. El periodista, sorprendido, se levanta para retirar su estatuilla, ante unos pocos aplausos de las decenas de extras que ofician de invitados con el único objetivo de disimular los cientos de butacas vacías. “Te saludo a vos, por lo menos”, le dice a este cronista, extrañado por la situación de no tener a nadie con quien fundirse en un abrazo, de esos que en cualquier premiación siempre están al alcance de la mano. Busca a quién saludar y no encuentra a nadie. Es la cara más conocida de la extraña ceremonia de entrega de los premios Martín Fierro que se realizó por la tarde. Así, entre la puesta en escena que impone lo grabado y la frialdad de unos pocos invitados contratados y muchos menos colegas, el periodista de Telefe Noticias recibió ayer su premio. Fue una de las rarezas que dejó el desdoblamiento de la “fiesta”.

El marco del Teatro Colón, semivacío, es imponente. Pasadas las 18, la cúpula y los palcos se lucen y se aprecian como nunca. Casi un sueño: el Colón en todo su esplendor, para disfrute de los pocos que fueron seleccionados por Aptra y Telefe para que sus ternas se definieran por fuera de la ceremonia principal. Ese puñado de artistas y periodistas, que se pierden entre la docena de extras, al menos tienen un consuelo: sus discursos serán emitidos en la ceremonia ¿VIP? de las 21. En medio de ese clima frío y distante, las diez primeras filas quedan vacías. El desdoblamiento tiene un interés: dinamitar la ceremonia transmitida en directo por Telefe. Los integrantes de las siete ternas de TV y las seis de radio son víctimas de una decisión que privilegia el rating por sobre el respeto. Ni los miembros de Aptra, siempre proclives a estirar el cuello para salir en cuanta cámara se prende, se hacen presentes en la ceremonia de la tarde.

“Seguimos con el Martín Fierro”, sorprende Marley a los desconcertados ternados. Todos se acomodan. “Quédense tranquilos que estamos probando sonido”, agrega el conductor, más sobrio que otras veces. De repente, sin ningún aviso, la magia de la TV: Marley hace como si la fiesta hubiera comenzado hace horas y viniera de una tanda comercial. La terna que abre la ceremonia en falso vivo es la de Aviso publicitario en TV. Gana la campaña de Banco Galicia, esa de la pareja de Marcos y Claudia que tiene continuidad en el tiempo. Apenas se anuncia, estalla un grupo de cuatro integrantes de la agencia de publicidad. “Vamos”, gritan y se saludan. Lo hacen sin vergüenza, pese a que están más expuestos que nunca. Hay algo de positivo de la puesta en escena: al menos los discursos se escuchan con atención. Algo que no ocurrirá más tarde en la fiesta principal.

Tras la victoria del tema musical que acompañó a Graduados como Cortina musical (¿será el primero del gran ganador de la noche?, se pregunta el cronista), Marley manda a la “tanda”. Sus palabras retumban en el aire. Un extraño e incómodo silencio se apodera de la sala. Nadie sabe muy bien qué hacer. No hay (casi) conocidos, ni comida ni bebida (con o sin alcohol). Los pocos nominados, encima, fueron ubicados distantes entre sí, para que se noten menos los huecos. El contraste con la fiesta de la noche es elocuente: no hay saludos efusivos ni reencuentros con viejos conocidos. Sólo el incesante movimiento de los productores, reubicando a los y a las extras en estratégicas nuevas butacas, para que cuando la cámara tome a los próximos ternados no haya vacío detrás.

No puede haber grabación que salga perfecta. Es ley –tácita– de la TV. En el homenaje que Aptra le hace a Fernando Marín, productor de los programas de Juan Carlos Altavista, Mesa de noticias y Juana y sus hermanas, entre otros, al hombre se le cae la plaqueta al piso. Hombre de TV, continuó como si nada hubiese ocurrido. “Fernando –interrumpe el discurso Marley– como estamos grabando, podemos hacerlo de nuevo.” Y se volvió a grabar, esta vez sin caída y si que nadie de los que vayan a la ceremonia principal sepan del blooper de quien fuera gerenciador de Racing Club en la época de Blanquiceleste SA. “Todo vuelve”, habrá pensado algún racinguista memorioso presente en la sala que no olvida la gestión.

Carentes de emoción y de contenido político, los discursos de los ganadores pasan como avergonzados ante la escasa convocatoria. La cuota de ironía la puso Gonzalito Rodríguez, al subir al escenario a recibir su Martín Fierro como Cronista/movilero en TV. “Lo llenaste, Marley, ¿eh? Está a full el teatro. De acá se ve distinto”, disparó el cronista de CQC, que le dedicó el premio “a los funcionarios y políticos que diariamente no hacen aquello que tienen que hacer; gracias a ellos tenemos laburo”. La puesta en escena es tal que apenas terminan sus discursos, a los ganadores les pide detrás del telón que dejen las estatuillas, que más tarde se las van a entregar.

La ceremonia a la hora del té finaliza. “Hemos terminado esta parte. Pueden pasar a comer algo por el Salón Dorado”, invita Marley. Pese a que el micrófono estaba cerrado, la poca gente y el silencio inhabitual de los Martín Fierro logran que se escuchen sus palabras. Una postal, la última, de una tarde en la que el artificioso encanto de los Martín Fierro mostró los hilos como nunca antes.

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