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Jueves, 26 de diciembre de 2013
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Ulrich Seidl, Paraíso: Amor y las ideas y paradojas que disparan sus películas

“La ironía está en la realidad”

El director es conocido por un estilo provocador en el buen sentido, que le valió un premio en Venecia y especial resonancia en Berlín. Aquí explica cómo una historia pensada para un solo largometraje se terminó multiplicando por tres.

Por Tolke Staudte
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“A veces el simple hecho de mostrar ciertas realidades puede resultar escandaloso”, dice Seidl.

“No filmo con intención de provocar. Lo que sucede es que a veces el simple hecho de mostrar ciertas realidades puede resultar escandaloso. En ese caso, escandalizarse es sano, porque implica una toma de conciencia. Y eso sí es algo que me propongo cuando filmo: tratar de que el espectador reflexione sobre sí mismo y el mundo que lo rodea.” Consecuencia de los temas que trata, la clase de personajes que aborda, las situaciones en las que prefiere mostrarlos y el tono deliberadamente distanciado con que lo hace, al austríaco Ulrich Seidl (Viena, 1952) se lo ha calificado de cruel y despiadado. Pero también de agudo y provocador, en el mejor sentido de esta última palabra. Lo que está claro es que si algo le interesa a Seidl es impedir que el espectador salga del cine igual que como entró. Lo cual, en tiempos de complacencia cinematográfica generalizada, no parece poco mérito.

Tras iniciarse en la televisión de su país filmando sobre todo documentales (escuela que la condición observacional de sus films de ficción hace presente), Seidl comenzó a definir su condición de “autor” con Hundstage (2001), presentada en Venecia y conocida en el circuito internacional como Dog Days. Se trataba del más o menos clásico modelo contemporáneo de film coral, con varios personajes entrecruzándose y la felicidad lejos. En Cannes 2007 pudo verse Import/Export, donde un hombre y una mujer cruzaban sus caminos de Este a Oeste, en busca de un bienestar siempre esquivo. Cinco años más tarde, Seidl multiplicó la apuesta por tres, presentando, en forma sucesiva, un tríptico fílmico llamado Paraíso. Las tres partes del ciclo tienen por protagonistas a tres mujeres, relacionadas entre sí, que buscan lo que el subtítulo de cada una de las películas detalla.

Paraíso: Amor, que hoy se estrena en Argentina, tuvo su puntapié inicial en Cannes 2012. Tres meses más tarde, Paraíso: Fe ganó el Premio Especial del Jurado en Venecia, y en febrero de este año Paraíso: Deseo cerró el ciclo en la Berlinale. En la entrevista que sigue, Ulrich Seidl cuenta por qué las tres empezaron siendo una, y de algún modo lo siguen siendo. Da detalles de su proceso de creación y sucesivas mutaciones, de su interés en tratar temas centrales a la contemporaneidad, de su refutación de la ironía y reivindicación de todos quienes presentan alguna clase de handicap. Así como del choque entre sueños y realidades que es tan propio del mundo actual como en particular del turismo internacional. Más específicamente, el turismo sexual, que es de lo que trata Paraíso: Amor.

–¿Qué tienen en común las tres películas de la trilogía?

–Las tres tratan de los deseos de tres personas, tres mujeres, que buscan algo que esté a la altura de sus sueños. Sus sueños chocan con los de la sociedad en que vivimos. A Teresa, protagonista de Paraíso: Amor, no le resulta fácil conseguir pareja, ya que por una cuestión propia de la edad y la biología, ella ya no se corresponde con la idea convencional que se tiene sobre la belleza. La película trata sobre esa búsqueda y también sobre el “valor de mercado” de los estándares de belleza que se nos inculcan día a día.

–Las protagonistas de la trilogía buscan el paraíso pero encuentran, en su lugar, versiones degradadas de él. ¿Debe leerse como una ironía cruel que la trilogía lleve ese nombre?

–No, en absoluto. No hay ninguna pretensión de ironía, como tampoco de crueldad. El abordaje del tema que hicimos con mi mujer y coguionista, Veronika Franz, fue muy serio en los tres casos. Lo que sucede es que la idea de “paraíso” fue tomada como eslogan por la industria turística: “paraíso tropical”, “isla paradisíaca”, etcétera. Allí aparece el choque entre el sueño y su versión real, lo cual puede dar lugar a una cruel ironía. Pero en todo caso esa ironía no la puse yo, está en la realidad.

–¿Por qué las tres películas se definen, desde el título mismo, por cosas tan esenciales como el amor, la fe y el deseo?

–Porque me gusta hablar de cosas esenciales. Todas mis películas tratan sobre ideas vinculadas con el poder, la belleza, el amor, el sexo, la soledad, la mortalidad...

–¿Filmó las tres en continuidad, no?

–Así es.

–¿Siempre tuvo claro que el orden de sucesión sería el que finalmente tuvieron?

–No, el orden no lo tenía resuelto. Lo decidí en la mesa de edición, montando las tres películas. Lo cual me llevó un tiempo considerable. En total, desde el momento en que las concebí hasta que las terminé, filmar las tres películas me llevó un par de años.

–¿Siempre las pensó como películas separadas?

–No, en un primer momento las había imaginado como tres episodios de un largo. Pero durante el rodaje se hizo evidente que se trataba de tres historias demasiado complejas, que exigían demasiado del espectador para formar parte de un solo largometraje. Allí pensé en separarlas, primero en dos y finalmente en tres películas distintas. Luego vino la decisión sobre el orden de sucesión. Siempre estuvo fuera de dudas que la primera sería la protagonizada por la mamá. Primero pensé que la historia de la hija fuera la segunda y finalmente decidí dejarla para el final.

–¿Qué lo decidió a ello?

–Una suerte de ciclo espacial. Las tres mujeres están prisioneras de distintos espacios: la madre, de un resort vacacional; la hermana, en una casa austríaca, y la hija en un campamento para reducir la obesidad. Me pareció que era adecuado que la trilogía se abriera y cerrara en espacios abiertos.

–Espacios abiertos, pero que de todos modos son lugares de encierro.

–Sí, pero en sentido metafórico.

–En el caso de Paraíso: Amor, el choque entre sueños y realidad que usted señalaba se hace muy manifiesto.

–Sí, porque Teresa viaja a Africa en busca de la compañía masculina que está necesitando. Pero detrás de la postal “paradisíaca”, Africa es un continente de pobreza y postergación, cuyo desfase con la Europa blanca y rica que Teresa representa es extremo.

–El tema del turismo estaba presente ya en Dog Days. ¿Qué lo atrae de esa temática?

–El turismo es uno de los grandes negocios del mundo contemporáneo. Hasta donde sé, sólo la venta de armas se le acerca, en términos de ganancia. A diferencia de la venta de armas, todos los seres humanos del planeta (al menos los de cierta capacidad adquisitiva) participamos de él, de un modo u otro. Eso hace de él un tema universal: hablar del turismo es hablar de algo muy familiar para todos nosotros. A su vez, el turismo es una máscara, que en algunos destinos se hace más marcada. Fíjese el contraste que puede haber en Río de Janeiro, entre una zona turística y una favela, separadas apenas por cuadras de distancia. O el que puede verse en Africa, donde resorts de confort europeo están cercados por bolsones de pobreza.

–Usted no demoniza a las turistas europeas de cierto poder adquisitivo. Como tampoco idealiza a los nativos, que no se comportan como “buenos salvajes”.

–Ambos son socios de un trato comercial: las turistas europeas van a pagar por aquello que desean, y los locales tratan de aprovechar ese deseo en su beneficio. Ninguna de ambas cosas es condenable: a unos y otros los mueven razones de orden práctico. Y también de supervivencia, sea ésta económica o de índole amorosa y sexual.

–El derrotero de Teresa no es precisamente feliz.

–La humillación de Teresa es producto de la situación de vulnerabilidad en que la coloca su necesidad de ser amada. Pero una cosa es que un personaje se vea humillado y otra verlo de modo humillante. Tener una cierta edad, como les sucede a estas mujeres, y no estar en condiciones de responder a los ideales de belleza, no es un defecto. Es una fatalidad biológica, que de uno u otro modo nos alcanza o alcanzará a todos algún día. Así que quien vea en ello motivo de burla o humillación lo único que hace es negar esa realidad común de todos los seres humanos.

–Los “chicos de la playa”, como se los llama, son una versión muy peculiar del prostituto masculino.

–Pasamos mucho tiempo en Kenia, haciendo investigación de campo, y puedo asegurarle que estos muchachos son tal como se los ve en la película. Tratan a sus “clientas” con una caballerosidad, gentileza y atención a las que ellas ya no están habituadas. De hecho, a estos muchachos no les importa en lo más mínimo que ellas sean mayores o estén excedidas de peso. No se fijan en eso.

–Aunque sí desarrollan, por lo visto, ciertas estrategias manipulatorias para poder alcanzar lo que pretenden.

–Es eso lo que hace toda persona necesitada, cuando ve la oportunidad. El de estos muchachos locales y estas señoras extranjeras es un choque de necesidades. La necesidad de amor se choca con la necesidad de “salvación” económica.

Traducción, edición e introducción: Horacio Bernades.

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