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Sábado, 27 de septiembre de 2014
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LA VISION DEL DIRECTOR JORGE GRACIOSI Y LOS ACTORES

El tribunal y ese asunto de los zapatos rojos

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“La atmósfera pasa por el trabajo de los actores”.

En Final del Juicio, los roles son definitorios, y los actores, junto al director, anticipan a Página/12 el tono de la obra. Jalil es interpretado por Juan Manuel Romero, quien, como otro integrante del elenco, trabajó en la reciente puesta de la primera obra estrenada de Roberto “Tito” Cossa, Nuestro fin de semana (de 1964), y ha participado, entre otras, en Chau Misterix, Los dos ladrones, Los indios estaban cabreros y El nuevo mundo. “Seguramente, el pobre Jalil no hubiera imaginado en vida enfrentarse a un tribunal, acusado de hechos que no cometió. Eso lo enoja y protesta, y trata de defenderse”, señala Romero. Pero el enredo aumenta y su personaje no sabe qué responder. No es codicioso, pero no estaría mal que declare serlo, porque la codicia es “motor de la civilización”.

“El señor Letrado soy yo”, interviene José María López, premiado intérprete de teatro y cine, protagonista, entre otras obras, de Más muertos que vivos; Daños colaterales, de Cossa, y El cuidador, de Harold Pinter, dirigida por Agustín Alezzo. Califica a su personaje de abogado harto de la lentitud de los juicios, y de ahí la añoranza: “Antes era más fácil, se era culpable o inocente. En sólo diez minutos acababa todo, y el dictamen era en latín. ¿Quién podía discutir a esos jueces?”, observa López. “En esos tramos de la obra, Tito se asesoró con un profesor de latín”, comenta a su vez el director Jorge Graciosi. Esta es su novena puesta de las obras del autor de la recordada De pies y manos, estrenada en 1984, dirigida por Omar Grasso y con Alfredo Alcón y Carlos Carella en los protagónicos. Graciosi iniciará en octubre los ensayos de La Nona: “Hubo un pedido de la producción de sacar líneas del texto, pero no encuentro qué”, resume.

Otro de los integrantes del elenco que protagonizó la reciente puesta de Nuestro fin de semana, Federico Alí, también director de entrenamiento actoral para cine, y actor en Caen las rosas sobre chicles carmesí y Una historia tendenciosa, dice estar abocado al papel del meritorio Carlitos, “que trabaja en actitud reverencial hacia el Letrado, y a la vez lo asiste en el juicio a Jalil, transmitiendo resoluciones de los jueces que lo divierten”. Cuestiones sin importancia para quienes no están sujetos a reglas, como usar “mocasines negros muy usados” en lugar de zapatos de color rojo (símbolo histórico de concentración de poder). Sensible a los cambios, su personaje se emociona cuando uno de los magistrados le pide que lo tutee.

“¡Cómo no van a usar zapatos rojos!”, exclama simulando sorpresa López, actor convincente en cada uno de los numerosos roles que le tocó interpretar. Uno de éstos, el represor del teatro-documento A propósito de la duda, que inauguró Teatro X la Identidad. Un trabajo presentado por primera vez el 5 de junio de 2000, en la Sala Batato Barea del Centro Cultural Rojas. Visto en ciclos siguientes y en espacios diferentes, produjo revuelo en una presentación en Plaza de Mayo: “La gente empezó a gritar, y yo forcé todavía más el personaje”, cuenta López. Cuando terminamos, subió al escenario el grupo Bersuit Vergarabat y le tiraron una botella. Esa botella no iba dirigida a ellos. Estoy seguro de que era para ‘mi’ represor”. En Final del Juicio, las advertencias del abogado son risibles. Así, Jalil tendrá que declararse culpable de “pecados” que no cometió. Pecados de los que, si quiere salvarse, dirá que se ha arrepentido. Simplemente, porque el inocente genera dudas y el arrepentido es premiado con el perdón divino. Un laberinto de contradicciones que no impide a Graciosi definir a Final... como “una obra clara, de una sola situación, donde la atmósfera y el contrapunto pasan por el trabajo de los actores”.

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