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Jueves, 23 de octubre de 2014
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David Cronenberg habla de Hollywood y de su nueva película, Polvo de estrellas

“Todas mis películas son graciosas”

El director de La mosca, Crash y eXistenz dice que su nuevo film no es solamente sobre la Meca del Cine, sino “sobre gente ambiciosa, desesperada, aterrada, algo que se encuentra en cualquier parte en donde haya mucho poder y dinero en juego”.

Por Etienne Barjot
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Olivia Williams, John Cusack y David Cronenberg durante el rodaje de Polvo de estrellas.

Noticia: David Cronenberg, que a lo largo de su ya extensa carrera le cantó al cuerpo híbrido, mecánico, ortopédico y posorgánico, abjura de la cirugía estética. “Convierte a la gente en monstruos, dejan de ser humanos”, dice el autor de The Brood, La mosca, Crash, eXistenz y otras formas de la monstruosidad. Monstruosidad que en Videodrome recibe el nombre de “nueva carne”. Es que por más goce que haya en ellas, no dejan de ser todas películas de terror, en las que la mutación es producto de algún médico loco, un accidente, una tentación. Por la severa disfuncionalidad de sus personajes, del mundo mismo que muestra –Hollywood, del lado de atrás del cartel– la propia Polvo de estrellas puede ser vista como film de terror, y de hecho un par de fantasmas aparecen. Aunque no pretendan asustar a nadie.

“Para mí no son fantasmas, son sólo memorias”, discute Cronenberg. “No creo en fantasmas”, confirma el inventor del horror material. “Sí creo que podemos ser acosados por nuestros recuerdos. No quería asustar al espectador con esos fantasmas, sino sólo a los personajes que los evocan.” Pero el pope del horror orgánico tiene inquietudes no tan fáciles de detectar a simple vista. “Como existencialista con carnet, puedo decir que los personajes de Polvo de estrellas están desesperados por existir, la situación que enfrentan es la de seguir existiendo o dejar de hacerlo.” Cronenberg se refiere sobre todo al personaje de la actriz cincuentona a la que los productores dejaron de llamar (Julianne Moore, premio a la mejor actriz en el Festival de Cannes por esta película), el niño-estrella criado para serlo o el chofer de limusina que espera entrar al mundo del cine por la ventanilla (Robert Pattinson). La galaxia Hollywood que despliega Polvo de estrellas se completa con una chica que quiere ser actriz (Mia Wasikowska) y un “terapista sanador”, a la medida de gente tan estresada (John Cusack).

–Si bien en todos sus films asoma, bajo la superficie, un bizarro sentido del humor, Polvo de estrellas es la primera de sus películas que puede considerarse una comedia. Negra, satírica, pero comedia al fin.

–Es curioso: mucha gente me dice que debería hacer una comedia, y yo les respondo que hasta ahora no hice otra cosa. Todas mis películas me parecen graciosas, y ésta no es la excepción. Aunque en este caso hay que tener en cuenta que el guión no es mío, sino de un guionista llamado Bruce Wagner, que ya tenía una película previa (N. de la R.: Escenas de la lucha de clases en Beverly Hills, Paul Bartel, 1989) que era una sátira muy negra sobre los ricos de Los Angeles. Y traté de ser lo más fiel posible al guión.

–¿Cómo llegó el guión a sus manos?

–Con Bruce somos amigos hace tiempo. Me había gustado mucho su primera novela, Force Majeure, que publicó a comienzos de los ’90, y cuyo protagonista era un chofer de limusina de Hollywood, que quiere ser parte del mundo del cine. Como el personaje de Robert Pattinson en Polvo de estrellas. Hacía tiempo que queríamos trabajar juntos, pero hasta ahora no habíamos podido hacerlo. Estuvimos a punto de desarrollar una serie, pero el proyecto quedó a medio camino. El guión de Polvo de estrellas lo escribió hace unos quince años, hace diez me lo pasó para que lo leyera. Me encantó, hasta ahora no se había presentado la ocasión de filmarlo y ahora finalmente pude hacerlo.

–¿Hasta qué punto fue fiel al guión? ¿Cuánto dejó y cuánto modificó?

–Bruce es de escribir “largo”, así que lo primero que hice fue acortarlo todo lo que pude. Otra cosa que obviamente no podía dejar de hacerse era actualizarlo, teniendo en cuenta que está lleno de referencias a gente del show business y programas de televisión, y esas referencias habían quedado viejas. Por lo demás, trabajamos en conjunto con Bruce para hacer sobre la marcha los cambios que nos parecían necesarios.

–¿Le interesó el hecho de que el guión trate sobre Hollywood?

–No, no particularmente. No suelen interesarme mucho las historias autorreferentes, películas que hablan sobre el cine o novelas con escritores. Es verdad que después de cuarenta años en el negocio yo tengo mis propias historias referidas al mundo de Hollywood, muchas de ellas muy extrañas. Pero yo no hubiera podido escribir esa novela, no vivo en Hollywood. Mientras que Bruce no sólo vive en Hollywood, sino que se crió allí, así que conoce todo eso de primera mano. De todos modos, no creo que la película trate sobre Hollywood, eso sería limitar mucho su alcance. Me parece que es sobre gente ambiciosa, desesperada, aterrada, algo que se encuentra en cualquier parte en donde haya mucho poder y dinero en juego.

–La visión de ese mundo es bastante salvaje. Sobre todo en el plano de las relaciones familiares.

–Los personajes se juegan muchas cosas. La estrella que interpreta Julianne Moore está desesperada, al ver que ya no la llaman para actuar. Se enfrenta a un dilema que se parece, lisa y llanamente, a dejar de existir. Es terrible lo que pasa en Hollywood con las actrices de más de 50: desaparecen, directamente. En este sentido, Julianne Moore es una privilegiada: tiene 52 y trabaja sin parar. Pero ella conoce un montón de colegas de esa edad que están en la situación de Havana, el personaje que Julianne interpreta en la película.

–El chico se ve sometido a una situación particularmente cruel.

–Es lo que sucede con los niños en Hollywood: desde pequeños se los educa para que lleguen, para que triunfen. Los padres hacen gestiones, acuerdos, intentan “colocarlos”. Nada muy distinto de lo que sucede en otras partes, sino que aumentado, llevado al extremo.

–¿Encuentra alguna vinculación entre Polvo de estrellas y Hollywood Babilonia, el célebre libro de Kenneth Anger sobre la cara oculta de Hollywood?

–Suicidios, drogas, locura, crímenes: that’s Hollywood (risas).

–En Polvo de estrellas, usted, que trabajó abundantemente el tema de la monstruosidad y los cuerpos mutados, trata la cirugía estética como una forma de devenir monstruo.

–Puede resultar llamativo viniendo de mí, pero estoy muy en contra de la cirugía estética. Efectivamente, creo que deshumaniza a la persona y la convierte en monstruo. No entiendo esa voluntad de negar el envejecimiento. Míreme a mí: tengo más de 70 y no estoy tan mal, ¿no? (risas) Julianne Moore es una mujer hermosa, a los 52. Creo que hay que aceptar la realidad del cuerpo. Nacemos, crecemos, envejecemos: es así como somos, es mejor aceptarlo.

–Paradójicamente, Havana tiene algo de niña.

–Es que psicológicamente es una niña, para mí. Julianne también la vio así desde un primer momento, y en función de eso la compuso.

–¿Cómo se le ocurrió convertir el poema de Paul Eluard “Libertad” en poco menos que un leitmotiv, que atraviesa toda la película?

–Le aclaro que no fue idea mía, sino de Bruce, estaba desde un comienzo en el guión. Lo veo como una contraposición a la prisión existencial en la que se hallan los personajes.

–En su obra, usted alterna guiones propios con otros de terceros. ¿Eso le cambia algo a la hora de filmar?

–No, para nada, da lo mismo. Si en el rodaje usted ve que la cosa no funciona, quiere asesinar al guionista. Aunque el guionista haya sido usted mismo (risas). Sea mío el guión o de otro, la idea es que los diálogos no cambien, que queden tal como fueron escritos. Todo lo demás puede cambiar: la relación entre el actor y la cámara, la coreografía interna del plano, el encuadre...

–De todos modos, da la sensación de que su puesta en escena se fue simplificando en el curso del tiempo.

–Sí, creo que sí. Diría que a partir de La mosca. Mi manera de filmar se volvió muy simple y directa, no hago muchas retomas. No multiplico las posibilidades a la hora del montaje. Polvo de estrellas la monté en dos días.

–¿Dos días?

–Sí, era como que había que pegar un plano con el siguiente, nada más.

–Es asombroso que tratándose de una historia en la que Hollywood tiene un rol protagónico, usted haya filmado casi toda Polvo de estrellas en Toronto.

–Casi toda, pero no toda.

–¿Qué filmaron en Los Angeles, además de las atracciones turísticas?

–¡Palmeras! (risas) Me prometí a mí mismo no dejar de filmar una escena que no tuviera palmeras. Cuando filmé Promesas del Este en Londres hice lo contrario: filmé una Londres “fuera de circuito”, porque era lo que correspondía al ambiente en el que se mueven los personajes. Pero en este caso había que filmar el Hollywood Boulevard, Rodeo Drive, el cartel de Hollywood, el Chateau Marmont, porque es una historia sobre Los Angeles como arquetipo.

–Acaba de publicar su primera novela.

–Así es, se llama Consumed y salió a la venta en septiembre. ¿La leyó?

–No todavía.

–Trata sobre crímenes, canibalismo y mutaciones. Léala, es muy divertida (risas).

Traducción, edición e introducción: Horacio Bernades.

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