En la novela, los principales héroes son los inesperados. ¿Cuál es su mirada de la figura del héroe?
–Era el tema que necesitaba resolver para permitirme jugar. La opción más fácil es ponerlos en épocas pretéritas o en lugares absolutamente distantes, que me permitieran trabajar con un molde clásico. Pero querÃa responder la posibilidad del heroÃsmo en nuestro mundo. Entonces este truco de traer esos héroes de molde clásico a nuestro mundo y probar que están muy mal cortados para practicar el heroÃsmo tradicional. En todo caso, el Mal con mayúsculas, que por supuesto existe, no está representado como suele. Los villanos no son más coloridos que los héroes, prefieren ser invisibles y anónimos. Si alguien se despertase con vocación de héroe y quisiera salir a la calle a hacer el bien, primero se confundirÃa mucho y luego un colectivo se lo llevarÃa puesto. Entonces me interesaba ver quiénes serÃan los héroes más adecuados para nuestro tiempo y el mundo que nos toca vivir. Ahà aparecen el Milo y el Baba, que son los héroes del relato.
–Milo es un héroe renuente.
–Absolutamente. Y es lógico que lo sea. Menciono tres o cuatro veces la figura del Frente Vital, que es otro elemento de la realidad que menciono tangencialmente en la novela. Es el héroe del que habla el libro de Cristian Alarcón, Cuando muera quiero que toquen cumbia. Este pibe de 15 años al que la Bonaerense baleó en el ’99 porque era un pibe chorro paradigmático, que para colmo tenÃa modales de Robin Hood. El Frente, que termina en la villa a los 6 años, termina malogrado. Y seguramente de haber tenido las mismas condiciones que sus hermanos hubiera terminado de estudiar, porque era un tipo inteligentÃsimo. La sociedad en que vivimos malogra generaciones enteras. Pibes de un potencial enorme a los cuales la necesidad, la violencia, los apartan de una elemental posibilidad de felicidad.
–Volviendo a lo literario, ¿tenÃa ganas de explorar la cuestión de cuán reales son los personajes de ficción?
–Me interesaba esta hipótesis que plantea la fÃsica cuántica con total seriedad. Si efectivamente el nuestro es un multiverso y la realidad es como un jardÃn de senderos que se bifurcan, y cada decisión que tomás te va separando de todas las otras decisiones u opciones que podrÃas haber tomado, en esa especie de desarrollo casi infinito de ensayo y error, ¿por qué no pensar que enorme cantidad de las ficciones que tomamos como tales en algún momento podrÃan haberse tocado con la realidad? Gran cantidad de las historias que a nosotros nos encantan tienen alguna raÃz en otra historia más o menos real. ¿Por qué no pensar que lo que para nosotros son ficciones en otro universo son la realidad más absoluta?
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