Lo bueno de mi página era que llamaba a la solidaridad. Mis mejores amigas de ese momento eran quienes me ayudaban a mantenerme en forma. Muchas veces jugábamos competencias a ver quién podÃa adelgazar más kilos en determinada cantidad de dÃas. No me era muy difÃcil ganar, porque siempre fui muy obstinada. PodÃa pasar dÃas y dÃas sin comer: el problema no era mi voluntad o mi autocontrol, el problema eran mis viejos. Ellos eran la única razón por la que podÃa parar. Cuando veÃa que mamá me ponÃa muchas caras o la escuchaba llorar con mi papá, empezaba a comer de nuevo y perdÃa las competencias. Por eso sólo bajé diez kilos, por eso pesaba cuarenta y siete y no treinta y ocho: por mis viejos, por ser consciente del mal que les estaba haciendo. Siempre que llegaba a ese lÃmite volvÃa a la vida, a comer, a sufrir comiendo. En Me como, además de grupos, habÃa testimonios que me enviaban chicas anoréxicas contando quiénes eran, qué hacÃan, por qué eran anoréxicas y qué sentÃan al respecto. Todas ellas me agradecÃan fervientemente que existiese Me como y con ella la posibilidad de expresarse. En algún momento, además de los testimonios, abrà un concurso para escribir cuentos y publicarlos en mi página... Fue maravilloso saber que mi personaje, Lágrima, tenÃa tanto alcance... Me decÃan que yo era su Ãdolo, que querÃan parecerse a mà y que tenÃan mis fotos en sus computadoras y billeteras.
(Fragmento de Abzurdah.)
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