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Domingo, 23 de agosto de 2015
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Historieta sin palabras

Aprovechando la exposición en el Palais de Glace, Moebius Editora lanzará el álbum de serigrafías Tintas negras. Será una tirada limitada de 100 ejemplares a partir de ilustraciones de José Muñoz. “Este compendio está dedicado a las luces humanas y no humanas”, poetiza el dibujante. Se trata –explica– de una historieta sin palabras, ya que aunque no construye las viñetas en una misma página, cada ilustración está puesta en secuencia con el siguiente. “Los hilvané viendo las simpatías de las formas”, comenta.

“¿Ves esa mancha de ahí? –señala un cuadro de su propia pluma en que un hombre se acerca al cuello de una mujer–. Ahí alrededor veo un patio, la hojarasca, a mis hermanas jóvenes, sus amigas y los años cuarenta. Mucho de Tintas negras está en esa temperatura emotiva que visito muy seguido”, se explaya.

El relato mudo que se construye acompaña, como en Tango y milongas, un día y su noche en Villa del Parque, esta vez en la esquina de Santo Tomé y Bolivia. “Voy seguido por ahí, porque estaba la casa de mi abuelo”, cuenta. Es que Muñoz viaja a la Argentina una vez al año (como mucho, cada dos) para permitirse el encuentro con los amigos y los paisajes de su infancia, como el barrio o las calles de Pilar que ya le resultan irreconocibles con sus “Altos” comerciales.

“La primera imagen es la noche adentrada en el fondo del patio, después empieza a aparecer la luz, la esquina con el árbol que empieza a llenarse de hojas, las chicas que salen de las habitaciones y se peinan”, describe el historietista. “Ponele que sea sábado”, sugiere, y propone aproximarse a esas serigrafías como “abstracciones figurativas o figuraciones abstractas”. Al concluir el día y su noche los personajes vuelven a su esquina, bordean en noche cerrada los cordones de las veredas y un nuevo día se avecina. “Esa es la línea afectiva central de ese trabajo”, puntualiza.

Esos ambientes que Muñoz describe son emblemáticos de la estética que le gusta revisitar cuando imagina paisajes argentinos, que en general tienen que ver con sus años mozos, de la niñez y un poco más allá, cuando empezaba a recorrer el camino del dibujo de la mano de Francisco Solano López. “Si te dejás llevar por este tipo de solicitaciones, que visitás y volvés a ver, hay como una especie de sospecha de que dibujar es resucitar, o al menos revivir, reencontrar la forma amada.”

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