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Viernes, 8 de septiembre de 2006
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OPINION

Está viva como nunca

Por Elsa Drucaroff *

De qué habla hoy la novela argentina? Simple: de Argentina. Lo sepa o no, de modo impredecible, indirecto, velado o explícito y brutal, habla, como toda novela, de nuestra sociedad. Ese género que nació junto con la burguesía, alimentado por una corriente milenaria de cultura popular carnavalesca, y “novelizó” a los otros géneros, que derribó prohibiciones para que la forma se gestara, como decía Adorno, “desde abajo”, en la sucia raíz de la experiencia y la vida, es sobre todo social. ¿De qué habla hoy? Entre otras cosas:

De nuestra historia. ¿Qué pasado nos trajo acá? Se lo intuye misterioso, quizá por la insatisfactoria, pueril versión que transmite la escuela. Se percibe que ya desde su origen estuvo signado por barbarie y violencia, quizá porque convivimos con 30.000 dolorosos fantasmas, con jóvenes robados que no saben quiénes son, con victimarios que hasta hace poco no se podían punir. El sueño del Señor Juez (Carlos Gamerro), Finisterre (María Rosa Lojo), El año del desierto (Pedro Mairal) y otros tematizan nuestra historia como barbarie y también secreto, pequeñas tradiciones alternativas que se susurran en algunos oídos que resisten, no quieren olvidar.

De un presente desde donde no se ve futuro o de un futuro espantoso.Existencias a la deriva, desconcierto, ausencia de sentidos para actuar generan potentes, ásperas novelas: Delivery (Alejandro Parisi), Veneno (Ariel Bermani), pesadillas futuristas como La muerte como efecto secundario (Ana María Shua), Plop (Rafael Pinedo), obras de Marcelo Cohen.

De nuestra culpa. Hay novelas donde irrumpe el inconsciente de una sociedad que pronunció “por algo será” y festejó el modelo económico de los ’90. Se apela al policial negro (Las Islas, Gamerro; Tuya, Claudia Piñeiro; Reality, Beatriz Vignoli), se juega con los límites del crimen (Crímenes imperceptibles, Guillermo Martínez) o el siniestro toque gótico (Los mares de la luna, Luis Sagasti), se denuncia la complicidad colectiva (Dos veces junio, Martín Kohan; Las viudas de los jueves, Piñeiro; Aún, Mariano Dupont).

De la exclusión de género o de clase. (Vivir afuera, Fogwill; La asesina de Lady Di y Kerés coger, Alejandro López; El origen de la tristeza, Pablo Ramos; Cómo desaparecer completamente, Mariana Enriquez).

Del estallido político y el cuerpo (El grito, Florencia Abbate; Piercing, Viviana Lysij).

Con estilos muy diversos, sin certezas, con humor o distancia, éstas y otras novelas muestran que la literatura argentina está viva como nunca.

* Escritora, docente e investigadora, autora de El infierno prometido.

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