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Martes, 14 de junio de 2016
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Opini贸n

Una historia de la noche

Por Jorge Monteleone *

Los poemas de aquellos modestos 300 ejemplares de Fervor de Buenos Aires que Borges public贸 en 1923 eran muy distintos del libro que hoy leemos, con versiones mitigadas, corregidas o eliminadas de esos poemas. En el pr贸logo de aquel tiempo, el joven Borges escrib铆a: 鈥淪in miras a lo venidero ni a帽oranzas de lo que fue, mi verso quiere ensalzar la actual visi贸n porte帽a, la sorpresa y la maravilla de los lugares que asumen mis caminatas. (鈥). Aqu铆 se oculta la divinidad, habla mi verso para declarar el asombro de las calles endiosadas por la esperanza o el recuerdo鈥. Aquella visi贸n de la urbe era la de una ciudad despoblada que tendr铆a poco despu茅s su 鈥渇undaci贸n mitol贸gica鈥 en Palermo. La ciudad real de los inmigrantes y los conventillos, de las casas de alquiler y del ruido y el tr谩fago, era sustituida por un simulacro lateral, orillero, casi on铆rico. Aquella mentada visi贸n era una mirada que percib铆a arboledas, calles indecisas, aldabas, patios claros, aljibes, esquinas hondas, suburbanos almacenes sin hombres en el instante crepuscular, rosa y oro, en que los objetos de deshacen bajo una luz temblorosa. Yo y ciudad se fusionan en cada caminata: la ciudad 鈥渆ntra en el alma鈥 y las calles son 鈥渆ntra帽ables鈥. El mundo de Carriego es atravesado por el sujeto escindido de la vanguardia en los a帽os veinte.

Ese crep煤sculo inicial de la poes铆a de Borges har谩 un largo viaje hacia la noche. Hay pocos poemas escritos en veinte a帽os, entre 1929 y 1958, mientras el hombre se vuelve ciego. Cuando publica El hacedor, de 1960 y luego el vasto El otro, el mismo, de 1964, el poeta ha mutado. Se reconoce en el espejo remoto de otro poeta ciego, Homero; retorna a los ritmos de la m茅trica y la rima: imagina que Lugones, ese poeta negado y escarnecido por el joven vanguardista de los a帽os veinte, ahora aprueba alguna p谩gina. Pero aquel sujeto escindido se vuelve dual, doble, otro, memoria de s铆. Uno se desplaza en un mundo impalpable, de ecos y galer铆as, donde acontecen vagas epifan铆as de lo sensible; el otro es un avatar de la memoria: se ve multiplicado por las abrumadoras enumeraciones 鈥搑emedo de lo infinito鈥; el mundo se vuelve enciclopedia, cat谩logo, biblioteca; las voces de los otros se encarnan en un yo que es todo y nada: Ariosto, Joyce, De Quincey, Quevedo, Whitman, Spinoza, Browning, Poe. Hasta el 煤ltimo color que le queda al ciego, el amarillo, se vuelve El oro de los tigres (1972).

En cada uno de los tres 煤ltimos libros 鈥揌istoria de la noche (1977), La cifra (1981) y Los conjurados (1985)鈥 hay una inscripci贸n destinada a una 煤nica mujer y una profesi贸n de fe: 鈥渘o pasa un d铆a en que no estemos, por un instante, en el para铆so鈥. La memoria incesante no claudica pero ahora todas las im谩genes del mundo pasan por el tacto o el rumor y la m煤sica. Todo se vuelve vagamente sensorial, como si se lo recordara en un momento 铆ntimo de regreso a la prolijidad de lo real. Hay, tambi茅n, una ilusi贸n 茅tica que conf铆a, tal vez demasiado, en la raz贸n. El pen煤ltimo poema de la serie habla de los dos j贸venes, un ingl茅s y un argentino, v铆ctimas de la guerra de Malvinas; el 煤ltimo de un grupo de conjurados que se re煤nen en Ginebra para disolver la discordia del mundo, 鈥渙lvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades鈥. All铆, en Ginebra, donde dictaba esos 煤ltimos versos. Aquella lejana visi贸n crepuscular de la poes铆a de Borges se volvi贸 una historia de la noche y un elogio de la sombra.

* Escritor, cr铆tico literario y traductor, autor de El fantasma de un nombre (poes铆a, imaginario, vida).

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