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Jueves, 31 de mayo de 2007
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DISFRUTABLE DE PRINCIPIO A FIN

Otra demostración del poder de Corea

¿Sátira antiimperialista de monstruos, drama familiar, comedia proletaria, slapstick de terror? Todo es posible.

Por Horacio Bernades
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A pesar de su pertenencia a un género definido, The Host se resiste a ser encasillada.

Prosiguiendo su política de revitalización genérica, que llevó a redefinir el thriller político (en J. S. A., de Park Chan-wook, y President’s Last Bang, de Im Sang-soo), el terror (A Tale of Two Sisters, de Kim Ji-won; la serie Whispering Corridors), el espionaje (Shiri, de Kang Je-gy), el género bélico (Taegukgi, de Kang Je-gyu), la acción (Nowhere to Hide, de Lee Myung-se, No Blood No Tears, de Ryoo Seung-wan), el drama romántico (Il mare, de Lee Hyung-seung) y la comedia adolescente (Shall I Cry?, vista en la última edición de Mar del Plata), ahora el cine de Corea del Sur la emprende con el alicaído género de monstruos, que posiblemente no haya dado un solo bicho de mérito desde Jurassic Park. Como casi todos los casos anteriores, The Host es un triunfo en toda la línea: una película de entretenimiento que inquieta, asusta, divierte, confunde, desorienta y deja pensando. ¿Cuántas cinematografías del mundo pueden lograrlo, con tal calidad y en semejante cantidad? La respuesta es muy sencilla: ninguna.

Las armas de las que se vale Bong Joon-ho para reescribir y deformar el género son las mismas con las que había abordado la comedia negra en su ópera prima Barking Dogs Never Bite y la película de asesino serial en su segundo opus, Memories of Murder. Demonio de la ironía y la distorsión, parecería que Bong es incapaz de filmar una comedia urbana sin que alguien tire un perro al vacío, o una de asesino serial con investigadores que no parezcan ligeramente lelos. Lo que genera al monstruo de The Host es, sin ir más lejos, una cadena de estupideces humanas. Variante de la típica coartada de terror ecológico, al estilo de Godzilla o Piraña, todo empieza cuando un científico de una base militar estadounidense (el veterano Scott Wilson, coprotagonista de A sangre fría) decide echar al río Han, perché gli piace, miles de frascos de un producto tóxico (que el científico sea estadounidense no tiene nada de casual, como se verá más tarde). Todo sigue con un par de pescadores que se topan con el monstruo cuando es una larvita y lo dejan ir, como si nada. Diez años más tarde, la larva habrá devenido tremenda bestia acuática y lo primero que se le ocurre a la gente, cuando abre su colmilluda bocota, es tirarle latitas de gaseosa, como a los animalitos del zoológico.

Un descerebrado parece (y posiblemente lo sea) el protagonista, Park Gang-du (Song Kang-ho, uno de los actores más populares del cine coreano, protagonista de J. S. A., Sympathy for Mr. Vengeance y Memories of Murder). Vagoneta incorregible, de pelo ridículamente parafinado y por completo incapaz de hacerse cargo del rol de padre, cuando las papas quemen y la bestia se lleve a su hija, Park Gang-du pondrá en juego un coraje y generosidad, un espíritu de sacrificio que terminan convirtiendo al imbécil en héroe. Por mucho que le guste tomarles el pelo a los personajes (en The Host viven resbalándose y haciendo macanas), Bong, muy a la coreana, jamás parece estabilizarse en un único punto de vista, un tono homogéneo, un solo enfoque. Y si no, véase al monstruo mismo. Por muy letal que pueda resultar, no deja de ser una suerte de hipercalamar deforme y medio jorobado, que se desplaza de la más torpe de las maneras, sobre todo cuando anda en tierra. ¿Pero no despliega acaso una gracilidad asombrosa, cuando usa patas y cola para colgarse de los puentes?

Como Jurassic Park, The Host es un drama familiar que incluye lealtades y rivalidades entre Gang-du y el resto de los Park: su padre Hee-bong (el veterano Byeon Hye-bong, actor favorito de Bong), su hija Hyun-seo, su hermano Nam-il y su hermana Nam-joo. Que ya tendrá ocasión, sobre el final de la película, de cobrar cara la derrota sufrida en la final nacional de tiro de dardos. Pero The Host –obra coral, como todas las del realizador– es también una pequeña épica proletaria, con protagonistas que son humildes puesteros de las orillas del río Han y combaten al mutante no con armas sofisticadísimas, sino con coraje, ingenio y los recursos que se puedan juntar por el camino. Por ejemplo, las molotovs que Nam-il aprendió a hacer cuando era estudiante. No es ése el único comentario político de la película. Efectivamente, así como es un científico yanqui el que inicia todo el despelote, un típico héroe de película de allá pondrá más tarde furioso al escamoso, al intentar repelerlo, tirándole cosas por la cabeza.

Pero la mayor destrucción (mayor que la provocada por el propio bicho) sobreviene cuando el gobierno de los Estados Unidos alucina un virus no comprobado y por las dudas rocía media Seúl con cierto “agente amarillo” (¿remember el agente naranja que tiraban en Vietnam?) que deja incontables muertos en las calles. ¿Sátira antiimperialista de monstruos, drama familiar, comedia proletaria, slapstick de terror? Todo es posible en el mejor cine coreano. De ser así, quizá no exista realizador más coreano que Bong Joon-ho. Ni película más coreana que The Host, uno de los grandes estrenos del año en Argentina.

9-THE HOST

Corea del Sur, 2006.

Dirección: Bong Joon-ho.

Guión: Baek Chul-hyun, Bong Joon-ho y Ha Won-jun.

Fotografía: Kim Hyung-goo.

Intérpretes: Song Kang-ho, Byeon Hye-bong, Park Hae-il, Bae Du-na y Ko Ah-sung.

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