Por Oscar Araiz*
Todas las cosas siempre tienen dos caras. En este caso, una de ellas, muy lamentable, es el cierre del teatro, porque un teatro debe estar siempre en funcionamiento. Es muy triste que la compañÃa deba parar de hacer funciones, porque la carrera del bailarÃn es muy breve y el tiempo tiene otro valor. Pero, y esta es la otra cara, tampoco se puede seguir trabajando como en los últimos años, antes de que yo me hiciera cargo de la dirección del Ballet. El conflicto ha llegado al lÃmite de lo soportable, porque ha perjudicado el aspecto artÃstico, tan importante en una casa semejante. Suspender el resto de la temporada tal vez sirva para reflexionar y lograr cambios troncales en la conducta, la disciplina y la conciencia de todos los miembros del teatro, para que algún dÃa esta casa vuelva a brillar. HacÃa muchos años que en el Teatro Colón no existÃa una libertad de opinión como la que se vive ahora; el hecho de que existan paritarias habla de una apertura al diálogo. Por lo que yo llevo experimentado como director del teatro en dos oportunidades, ésta es una de las direcciones más abiertas al diálogo y siempre ha habido una voluntad de conciliación. Se ha llegado a negociar algunos puntos, pero éstos no son reconocidos; nunca es suficiente y los reclamos han llegado más allá de lo legal. Ha quedado demostrado que el diálogo no es posible, que las partes no se pueden entender verbalmente. Y todo esto lo digo con mucha tristeza, como representante de un grupo de bailarines para quienes todo esto es un proceso muy doloroso.
* Director del Ballet Estable del Teatro Colón.