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Sábado, 22 de junio de 2002
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Opinión: Sobre la polémica y el acceso a la información

Energía nuclear y comunicación

Por Leonardo Moledo
Naturalmente, el Ing. Tersigni es una poderosa excepción, pero lo cierto es que a la hora del debate sobre la energía nuclear, lo que llama la atención, o por lo menos una de las cosas que más llaman la atención, es la casi inexistente capacidad de comunicación del “bando nuclear”. Mientras que el discurso ambientalista tiende a lo simple, al eslogan (muchas veces facilista) y susceptible de ser comprendido por todo el mundo, la respuesta de los organismos dedicados a la actividad nuclear (por ejemplo la Comisión de Energía Atómica o el Invap) suele ser el silencio; como si de entrada renunciaran a defenderse por lo menos públicamente. No es un detalle menor, cuando hay de por medio un contrato de muchos millones de dólares y un desarrollo importante de tecnología. Mientras organizaciones como Greenpeace facilitan el acceso a la información que manejan, y ponen en escena las dotes de la agilidad, la CNEA o el Invap anteponen oficinas de prensa, vallas burocráticas, exigencias ridículas para algo tan sencillo como una mesa redonda, objeciones y contraobjeciones, o se niegan a intervenir en los debates, de forma tal que agobian a cualquiera que tenga interés en el problema nuclear. Por suerte hay gente como Tersigni , que quijotescamente, como él mismo dice, enfrenta resueltamente lides de este tipo, y da a conocer sus posiciones para estimular la discusión y aclarar el problema. Más allá de los argumentos, desde el punto de vista de la opinión pública, o de lo que recibe el público, el sector pro nuclear tiene la batalla perdida de antemano, y en cierta forma, por decisión propia.
Naturalmente, se argumentará, es más fácil movilizar a la gente contra los peligros reales o supuestos de una central nuclear que explicar pacientemente por qué esos peligros, o son supuestos, o, si son reales (como los peligros de casi cualquier actividad) son manejables. Es probable que sea así, pero lo que seguramente es cierto es que, si se hace el esfuerzo, los argumentos a favor de la actividad nuclear pueden explicarse con tanta sencillez como la que usa Greenpeace para exponer sus argumentos en contra, lo cual permitiría confrontar con honestidad y racionalidad.
Lo cierto es que la política de comunicación de los organismos nucleares es deplorable, y gente como Tersigni da su batalla solitariamennte y sin el respaldo institucional que merecería. El silencio institucional contribuye a crear –y en el Café Científico se reflejó– la sensación, seguramente falsa, de que las cosas se ocultan y de que la información se escamotea. En temas de tanta importancia, es imperdonable. Aparte de los argumentos, una de las razones por las cuales hay oposición –por lo menos emotiva– a la actividad nuclear es probablemente el desconocimiento. Pero además, como lo demostraron algunos estudios, es precisamente la sensación generalizada de que el problema nuclear se maneja en ámbitos cerrados, entre tecnócratas alejados de la realidad, y dado que se mantienen en silencio, ¿por qué habría que tenerles confianza?
Es una lástima. La Comisión Nacional de Energía Atómica es uno de los grandes logros científicos del país, Invap es una industria de punta. Resulta lamentable que desde el punto de vista de la comunicación estén tan a la retaguardia.

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