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Sábado, 27 de noviembre de 2004
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Morir de tristeza

POR QUE Millones de NARANJOS mueren en Sudamerica

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POR DEBORA MILOCCO

No sólo los niños ricos tienen tristeza. También los árboles. Ya en los años ‘30 el “virus de la tristeza”, que afecta a los cítricos, se cobró catorce millones de víctimas vegetales al ingresar en el país. El virus de la tristeza en citrus (CTV) es una enfermedad de origen asiático que afecta únicamente a los árboles cítricos. Su distribución mundial ha causado estragos en Brasil y la Argentina.
La diseminación del CTV por Norteamérica ha despertado el interés de los investigadores, pero no son muchos los grupos en el mundo que estudian el mal que provoca la muerte de millones de árboles por pérdida de vigor y defoliación.
En la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), ya se cuenta con un equipo multidisciplinario bajo la dirección de la bioquímica Liliana Semorile (del Laboratorio de Microbiología Molecular) que estudia las distintas cepas o razas del virus, un paso preliminar indispensable para conocer a fondo los síntomas y consecuencias que provocan en las plantas cítricas y poder así establecer al menos, un sistema de control de la enfermedad. La investigación comenzó en 1998 y la cura del CTV es un asunto pendiente.
Gabriel Iglesias, biotecnólogo y colaborador del equipo, explicó que en la UNQ lograron aplicar por primera vez la “técnica de protección cruzada” que consiste en contagiar plantas con razas de virus menos dañinas y tolerables para los árboles en los cultivos de cítricos del país, práctica que en otros países, se viene utilizando desde hace 25 años.
El otro avance importante fue la descripción completa del genoma o mapa genético de dos cepas del virus.
Controlar la enfermedad es una tarea que está a cargo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Concordia (Entre Ríos), especializada en CTV que trabaja actualmente en conjunto con el grupo de la doctora Semorile.

Naranjo en Flor
El famoso tango de los hermanosEspósito suena distinto cuando se piensa que la Argentina cuenta con el extraño privilegio de haber sido el primer país en donde se detectó el CTV en 1930, cuando aún no se sabía que el virus de la tristeza era el responsable de la muerte de millones de árboles. Recién dieciséis años más tarde, se comprobó que la muerte de los árboles cítricos era provocada por el virus asiático. Unos pequeños insectos en forma de pera, los áfidos (vulgarmente conocidos como pulgones), contagiaron el virus a los árboles.
El áfido negro de los cítricos, importado del sudeste de Asia, es el principal vector de la enfermedad. El virus de la tristeza ataca el floema, es decir, el sistema vascular por donde circulan los nutrientes de los árboles. Los árboles infectados poseen síntomas muy característicos que dieron origen al nombre de la enfermedad: hojas color verde opaco encorvadas hacia adentro en forma de copa, doblamiento temporal hacia abajo de las hojas jóvenes y agujeros pequeños en los tallos. A partir del segundo año después de la infección, se comienza a percibir la pérdida de vigor de la planta hasta llegar a la defoliación completa.
El CTV, caracterizado por tener partículas filamentosas de 2000 nanómetros de largo y 30 nanómetros de ancho, presenta diferentes razas o cepas que se diferencian por la severidad de ataque a los cítricos. Gracias a estas diferencias, en la UNQ se han podido discriminar diferentes tipos de virus que causan síntomas más o menos tolerables para los árboles.

SI NO MATA, FORTALECE
Las investigaciones han concluido que los virus pueden dañar en menor medida a especies naturalmente resistentes como el naranjo dulce.
Actualmente el pomelo es la especie más afectada del país. Para realizar la protección cruzada se aíslan colonias “mansas” de virus de árboles vigorosos que han sobrevivido en áreas devastadas por la enfermedad. Los aislados protectivos se utilizan para contagiar a diferentes especies de cítricos, que se convierten en portadores resistentes a la enfermedad y, si bien están enfermos, pueden dar una cosecha aceptable y sobrevivir a la muerte. Sería como fabricar un antídoto utilizando el mismo veneno.
La aplicación de esta técnica ya arrojó resultados beneficiosos para el control del mal sin cura, cuyas consecuencias económicas resultaron nefastas, especialmente para Latinoamérica. El problema es que la tristeza provoca un déficit hídrico en las plantas y una falta de nutrientes en la zona de la raíz, debido a que el daño se produce en el tejido conductor. Los vasos del floema pierden flexibilidad y se produce una hipertrofia en las células del parénquima, el tejido especializado en la respiración y el almacenamiento de alimentos y agua de la planta. Avanzada la enfermedad, la muerte del árbol es inevitable. ¿Que la tristeza no mata? Los naranjos y pomelos no dirían lo mismo si hablaran.

CONTROL DE CALIDAD
Todo el mundo sabe que curar la tristeza es difícil. La presencia del CTV lo confirma. La doctora Semorile asegura que salvo las plantas sanas que llevan el certificado del INTA Concordia, los árboles cítricos que existen a campo abierto están infectados y enfermos. Afortunadamente, dentro de las prácticas que se han probado para controlar el CTV, la técnica de protección cruzada se implementó en la Argentina con resultados positivos. Por ejemplo las mandarinas son tolerantes al CTV y algunos híbridos de naranjos son muy resistentes también. Un cítrico llamado Poncirus Trifoliata es prácticamente resistente a todos los aislados de CTV.
La literatura podría rendirle homenaje al CTV por haber mostrado, sin palabras, los estragos de la tristeza en nuestros mudos, pero sufridos limones, naranjas y pomelos. Combatirla no es tarea fácil cuando las técnicas de hibridación, injertos y transgénicos provocan, a la vez, su diseminación progresiva.
Luchar contra los áfidos tampoco parece ser sencillo por su resistencia y rapidez reproductiva. Además sus hábitos alimenticios no ayudan: el áfido negro se alimenta exclusivamente de retoños de cítricos que son las terminales recién desarrolladas, las hojas sin expandir o recién abiertas y las yemas florales. Peor aun, pueden desarrollar especies aladas que aumentan las posibilidades de propagación.
La cura del mal que aqueja los campos de cítricos significaría salvar de pérdidas irrecuperables a cosechas enteras. En la UNQ los resultados delas investigaciones ya generaron frutos para la posible erradicación del CTV. Que los árboles mueran de pie o reciban los hospitalarios cuidados de biotecnólogos, bioquímicos e ingenieros agrónomos, es un desafío tanto para las universidades, los centros de investigación y porqué no, para los gobiernos. Curar la tristeza: a Bécquer le habría gustado hacer un aporte.

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