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Sábado, 7 de enero de 2006
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COMPRENSION Y EVOLUCION

La imitación de la vida

Por Esteban Magnani

La mujer presiona el botón de encendido del transformador, luego el de la computadora, da tres golpecitos sobre el escritorio, se rasca la oreja izquierda con la mano derecha y luego hace doble click con el mouse sobre el icono del navegador de Internet. Este ritual es, al menos hasta donde ella sabe, parte necesaria de escribir un mail a su hijo. Una persona con una mínima experiencia en computación seguramente diría que los golpecitos en el escritorio y rascarse la oreja izquierda son innecesarios para alcanzar el objetivo; lo que no sabe es que esa madre (que imita cada uno de los pasos que vio hacer a su hija para mandar un mail) es un ejemplo de la evolución humana.

Monos y niños imitadores

Un experimento reciente de dos investigadores de la Universidad Escocesa de Saint Andrews, descripto en la revista Animal Cognition, consistía en enseñar a un mono el procedimiento para sacar comida de una caja negra. Además de mostrar cómo abrir la puertita, los investigadores intercalaban varios pasos innecesarios en el medio, como dar unos golpecitos en la tapa antes de abrir la caja. Como los monos no sabían lo que ocurría en el interior, dos tercios imitaron también los pasos innecesarios. En cambio, cuando se utilizó una caja transparente, los chimpancés dejaron de dar golpecitos y demás monerías: simplemente abrieron la puerta y sacaron la comida.

Los investigadores realizaron entonces el mismo experimento pero con 16 humanos pequeños de entre 3 y 4 años. En un jardín de infantes de Escocia se les enseñó cómo sacar una calcomanía del interior de una caja transparente incluyendo varios pasos innecesarios. Todos imitaron el ritual completo antes de sacar el calco, a pesar de que era evidente la inutilidad de varios de los pasos. Los investigadores volvieron a colocar los calcos en el interior y antes de retirarse de la habitación les dijeron a los niños que los sacaran de la caja como quisieran. El 80% repitió el ritual de golpecitos una vez más.

Un estudiante de la Universidad de Yale llamado Derek Lyons extendió su estudio a unos 100 niños de los Estados Unidos y obtuvo las mismos resultados. Uno de esos pequeños resultó ser hijo de un periodista del New York Times que dedicó un extenso artículo al experimento en el que explicaba las conclusiones de Lyons. Según él, no es que los humanos sean más tontos que los chimpancés sino que la imitación es una ventaja adaptativa mejor que la comprensión. ¿Cómo es posible?

Es que un chimpancé, según parece demostrar el experimento, cuando observa a otro se preocupa por el objetivo y no por las acciones para alcanzarlo. Si un mono da varias vueltas antes de subir a un árbol y baja con una banana, el imitador simplemente trepará sin dar las vueltas que obviamente no tienen nada que ver con el resultado. Para los humanos este recurso de comprensión resultaría insuficiente para las tareas complejas que encara habitualmente. Es que comprender cada proceso que implica no ya enviar un mail, sino sembrar y cosechar, es casi imposible; el saber se pasa más bien por imitación, incluso, a través de las generaciones y esto puede asegurar la supervivencia de la especie. De alguna manera, al menos según Lyons, la imitación lisa y llana permite incorporar saberes adquiridos por otros sin la necesidad de perder demasiado tiempo en comprender todo el procedimiento y eso lo hace una herramienta muy ventajosa respecto de la comprensión al menos en cuestiones prácticas.

Mails evolutivos

La explicación de Lyons se enfrenta con los manuales más básicos de la educación que dicen que lo mejor es comprender cómo funcionan las cosas. Pero, por otro lado, suena muy razonable: ¿se imagina acaso intentando comprender desde cómo funciona un equipo de CD hasta el nuevo sistema de monotributo de la AFIP? Imposible lograrlo. Por eso la mayoría, en lugar de estudiar ingeniería y contaduría, prefiere levantar la tapa del equipo y apretar el botón que tiene la flechita para escuchar música o preguntarle a un amigo cómo hizo para pagar o evadir sus impuestos. De la misma manera, quien sostenga que sabe cómo enviar un mail, difícilmente pueda hacer algo más que los pasos aprendidos por la observación y la experiencia: salvo que se trate de un genio tecnológico, es poco probable que “realmente” comprenda cómo funciona la electricidad, la memoria RAM, u otros eufemismos que describen simplemente una capa más de lo que realmente ocurre en lo profundo de una máquina.

No deja de ser llamativo que la imitación resulte un “mejor” recurso que la comprensión al menos desde la perspectiva evolutiva, y da un poco de miedo imaginar qué harían algunos educadores al tomarlo como un hecho. Pero, hay que aceptarlo: resulta una tranquilidad a la hora de leer un manual de instrucciones y de seguir los pasos, memorizándolos, sin tomarse el trabajo de saber por qué es así y no de otra manera.

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