A esta altura de la evoluci贸n, resulta bastante evidente que la naturaleza tiene una capacidad de sobrevivir que dif铆cilmente pueda doblegarse. Es cierto que no todas las especies son capaces de adaptarse a los cambios que se han dado en la historia del planeta, como lo demuestran los dinosaurios que reinaron un d铆a para extinguirse en unos pocos millones de a帽os. Por eso es que, si bien el calentamiento global puede llegar a poner en peligro a muchas especies incluida la humana, dif铆cilmente pueda terminar con la naturaleza, entendida casi como sin贸nimo de 鈥渧ida鈥.
Esto es lo que parecen demostrar los experimentos realizados por Lewis Ziska, un especialista en 鈥測uyos鈥 del Servicio de Investigaci贸n del Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Seg煤n cuenta el especialista en una extensa nota publicada recientemente en el New York Times, la falta de recursos que el Estado norteamericano dedica a la investigaci贸n sobre el calentamiento global, su campo de estudio, lo llev贸 a idear un experimento que arroj贸 resultados inesperados.
Lo que hizo Ziska fue aprovechar las condiciones que le ofrec铆a el medio para estudiar el comportamiento de sus plantas favoritas, los yuyos, no sin antes aclarar que en realidad se califica con esa palabra a cualquier planta que dificulte el crecimiento de aquellas que resultan rentables, algo evidentemente muy subjetivo. Primero comprob贸 que la temperatura de la ciudad de Baltimore, donde trabaja, era unos 2 grados m谩s alta que en los campos circundantes y que la concentraci贸n de di贸xido de carbono era de 450 partes por mill贸n (p.p.m.), un quinto m谩s, aproximadamente, que el promedio global y casi el doble del de hace 150 a帽os.
La temperatura y la concentraci贸n de CO2 coincid铆an con los pron贸sticos que se espera alcance el planeta en unos 40 a帽os, por lo que pr谩cticamente pod铆a utilizar la ciudad como muestra del futuro global. Ziska tom贸 tierra de una granja org谩nica de las afueras y semillas de 35 especies generalmente consideradas yuyos. Luego plant贸 los ejemplares en lugares distintos: la granja org谩nica, alejada de cualquier ciudad, un parque en las afueras de Baltimore y otro en el centro.
El resultado obtenido en los siguientes 5 a帽os fue sorprendente: los yuyos plantados en el centro superaron en altura a sus pares de las afueras de la ciudad (algunas especies crecieron un 50 por ciento promedio m谩s). Por otro lado, 茅ste y otros experimentos comprobaron que las plantas produc铆an m谩s polen cuanto mayor era la proporci贸n de CO2 en el ambiente. Y entre los yuyos librados a su suerte, en el centro de Baltimore no aparecieron las especies aut贸ctonas que suelen crecer en el campo en cuanto se deja de trabajar la tierra.
De estas evidencias, Ziska pudo obtener varias conclusiones: en primer lugar, que los yuyos sobreviven mucho mejor a nuevas condiciones. Con este y otros experimentos, pudo comprobar en particular que los yuyos estudiados se adaptan mejor y m谩s r谩pido al calentamiento y al aumento del CO2 que aquellas plantas generalmente explotadas por el hombre.
Es que, seg煤n Ziska, la diversidad gen茅tica de los yuyos es mucho m谩s grande que la de sus pares sometidos a la agricultura, justamente porque debieron adaptarse para sobrevivir a los constantes ataques humanos con herbicidas; los cultivos 鈥減roductivos鈥 por su parte, con la constante endogamia que favoreci贸 el hombre, resultaron en especies mucho menos adaptables al medio.
Un segundo corolario de la investigaci贸n, relacionado con el anterior, es que a mayores niveles de CO2 las plantas se hicieron m谩s fuertes y gruesas. Gracias a su mayor robustez las ra铆ces son capaces de resistir por m谩s tiempo hasta que los efectos de los herbicidas se debilitan y pueden volver a crecer. Evidentemente, la mayor adaptabilidad de los yuyos presenta un complejo y costoso problema para la agricultura y su ya creciente y cuestionado uso de los herbicidas.
Pero la conclusi贸n m谩s pol茅mica probablemente sea que, como dice el investigador norteamericano, 鈥測a no existe la selecci贸n natural鈥. Es que seg煤n 茅l la Teor铆a de la Evoluci贸n est谩 obsoleta: no es que Charles Darwin se haya equivocado, sino que ya no existen las condiciones para que la naturaleza funcione a su ritmo; ahora el hombre interviene sobre ella constantemente al modificar las condiciones del conjunto a toda velocidad desde las profundidades del mar hasta las selvas m谩s frondosas.
Como dice el viejo adagio, si no puedes con tu enemigo... Por eso el investigador propone utilizar algunas de las especies de yuyos que m谩s crecen para hacer biodiesel, algo que considera relativamente f谩cil de hacer. Seg煤n explica, ya ha ocurrido que cultivos demasiado cuidados se tornaron d茅biles frente a los cambios o las enfermedades, por lo que hubo que cruzarlos con sus parientes salvajes. Eso fue lo que ocurri贸, por ejemplo, luego de la gran hambruna de Irlanda en la segunda mitad del siglo XIX, cuando cientos de miles murieron y millones emigraron porque las papas no resistieron una enfermedad y provocaron una feroz hambruna.
Para poder sumar evidencia, Zuskin sigue experimentando en ambientes cerrados con niveles de CO2 modificados artificialmente. En uno de ellos reprodujo los que exist铆an en 1957, su a帽o de nacimiento, cuando el CO2 alcanzaba las 310 p.p.m. All铆 verific贸 nuevamente que los altos niveles de CO2 benefician m谩s a los yuyos que a las plantas explotadas por el hombre, con todo lo que eso significar谩 en los pr贸ximos a帽os cuando, aun si hoy mismo se detuvieran las emisiones, la proporci贸n siga aumentando. En otro de los ambientes artificiales, en el que se llev贸 el nivel de CO2 hasta 600 p.p.m., al que se calcula se llegar谩 a finales del siglo, los yuyos dieron el doble de polen, lo que permite avizorar un sostenido aumento de las alergias en la poblaci贸n. Seg煤n Ziska, hay mucho m谩s por investigar sobre el impacto del CO2 en la flora en sus distintas formas, ya que ha existido muy poca atenci贸n sobre el tema (aunque reconoce que hay mucha informaci贸n 鈥渘o oficial鈥 sobre las consecuencias de las emanaciones de CO2 en los foros de Internet dedicados a las plantas de marihuana, los que generalmente apelan a cultivadores urbanos).
El ciclo de la vida ha sido guiado a lo largo de millones de a帽os por las leyes de la evoluci贸n. Actualmente, el hombre ha metido la cola para realizar golpes de tim贸n repentinos sobre el medio ambiente. Sin embargo, a menos que ocurra un verdadero desastre a escala planetaria, lo m谩s probable parece ser que la vida logre seguir bajo alguna de sus m煤ltiples formas, al menos hasta que el Sol se apague en unos 5000 millones de a帽os. Lo que no es tan probable es que una de las formas en las que sobreviva la vida sea la especie humana.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.