Tardé mucho tiempo en entender por qué era importante Galileo. Quizás haya sido por la cercanÃa, que a veces parece alejar. En mi caso, la cercanÃa era la de haber nacido e ido a la escuela en Florencia.
AllÃ, Galileo y Dante eran, como aquà serÃan Belgrano o Sarmiento: nombres de calles y glorias nacionales, cuyos méritos parecen tan obvios que nadie es capaz de precisarlos. Mi padre trabajaba en la fábrica Galileo que, obviamente, producÃa instrumental cientÃfico. Una vez me llevaron de paseo a Arcetri, pero sólo recuerdo el convento. A los que viven al pie de la Acrópolis les pasará lo mismo cuando les hablan de Esquilo.
Si el secundario no me aclaró demasiado las cosas, la facultad de FilosofÃa me las confundió. En vano leà En torno a Galileo, de Ortega y Gasset, que trata de todo menos de Galileo. En esos tiempos los filósofos no se cansaban de señalar las limitaciones de la ciencia, mientras que los cientÃficos se encargaban de señalar los errores de los filósofos. El único puente era la epistemologÃa, que lo congelaba todo con un baño de lógica, diluÃa ese asombro que está en el origen del conocimiento y neutralizaba las ineludibles variables polÃticas y éticas.
Mucho después, repentinamente me vi empujado a enseñar historia de la ciencia, que la dictadura consideraba un saber apolÃtico, y me sentà con el deber de capacitarme, por lo menos.
Fue entonces cuando me di cuenta de que Galileo habÃa creado nada menos que el método cientÃfico. Italo Calvino me enseñó que también era un gran ensayista.
También tomé conciencia de la tragedia de cómo fue humillado por torpes jueces que buscaban en el heliocentrismo la fuente de todos los pecados, en un absurdo juicio que dejó cicatrices seculares.
Al fin y al cabo, quizás algún progreso ético tuvimos, si en esa época todavÃa parecÃa normal que los inquisidores intimidaran a Galileo, que Spinoza fuera vÃctima del jerem, Servet enviado a la hoguera por Calvino, y tanta gente muriera por vagos motivos en las guerras de religión.
DecÃa Ortega que Sócrates se habÃa dejado matar por sus ideas: Galileo no se habÃa atrevido, porque nadie da la vida por las verdades cientÃficas. Tanto mejor: Galileo sabÃa que tarde o temprano le darÃan la razón y optó por vivir para darnos la ciencia de la mecánica, sin la cual nos costarÃa vivir.
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