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Sábado, 14 de marzo de 2009
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2009: Año Internacional de la Astronomía > El nuevo telescopio espacial de la NASA

Kepler busca planetas

La búsqueda de nuevos planetas –en este caso, extrasolares–, esa obsesión que desde hace muchos años persigue al hombre, encuentra al Telescopio Kepler (NASA) en el comienzo de su derrotero por la Vía Láctea para indagar sobre las posibilidades de vida en otras tierras. Futuro, siempre un paso adelante, habla de esta nueva carrera espacial.

Por Mariano Ribas
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Ilustracion del Telescopio Kepler.

Region donde el Telescopio Kepler buscara planetas extrasolares.

La humanidad ya tiene un nuevo súper ojo en el espacio. Pero a diferencia de sus hermanos mayores (como el famosísimo y veterano Hubble), cuyo menú astronómico es amplísimo, el flamante Telescopio Kepler (www.kepler.nasa.gov) tiene una tarea muy puntual: detectar planetas extrasolares. Y su faena no tendrá lugar en cualquier lado, sino en una zona del cielo también muy específica. El nuevo chiche de la NASA fue lanzado hace apenas una semana.

Y carga con una ilusión mayúscula: mediante una ingeniosa estrategia observacional, podría dar con mundos de escala terrestre. Algo inédito en materia de exoplanetas. Es un primer paso hacia uno de los más ambiciosos objetivos de la astronomía moderna: encontrar, perfilar, y hasta determinar las chances de vida en “otras Tierras”, desparramadas en la Vía Láctea.

PISTAS GRAVITATORIAS

A decir verdad, los planetas extrasolares ya no son una novedad: desde 1995, los astrónomos han descubierto más de 300. Y si bien es cierto que unos pocos se han fotografiado directamente –apareciendo como ínfimas motas de luz, perdidas en el cegador resplandor de sus soles–, en su inmensa mayoría estos mundos lejanos han sido detectados en forma indirecta. Casi siempre, a partir del muy ligero “bamboleo gravitatorio” que inducen en sus estrellas.

Esta técnica de detección –basada en el “movimiento radial” que muestran las estrellas con planetas– ha dado muy buenos resultados como primera aproximación al tema. Y fundamentalmente, ha permitido descubrir gigantescos planetas –seguramente gaseosos– muy cercanos a sus soles: los llamados Hot Jupiters.

Sin embargo, el método tiene sus limitaciones: sólo permite averiguar los períodos orbitales y, en forma aproximada, la masa de los planetas. Pero no su diámetro. O detalles más finos de su naturaleza. Además, las mediciones de movimiento radial estelar no han sido lo suficientemente sensibles como para descubrir planetas pequeños. Como la Tierra, o Marte. Y por ahí viene toda esta historia.

ECLIPSES EXTRASOLARES

Hay otra forma de encontrar exoplanetas: observar los “minieclipses” que, eventualmente, podrían provocar al pasar delante de sus soles. Si el plano orbital de un planeta coincide con nuestra visual, su “tránsito” –tal el término técnico– ocasionará una pequeña caída en el brillo de su estrella. Mediante este ingenioso método de detección, ya se han descubierto decenas de planetas extrasolares. Incluso, a manos de astrónomos amateurs.

De todos modos, hasta ahora, sólo han caído peces muy gordos, tanto o más grandes que Júpiter. Mundos que al desfilar delante de sus soles les quitan, a lo sumo, el 1 por ciento de su brillo. El punto es que para detectar los eventuales tránsitos de planetas similares a la Tierra, harían falta instrumentos y sensores capaces de registrar caídas de brillo en las estrellas del orden de milésimas. Y aquí es donde el Telescopio Kepler entra en escena.

CAZADOR DE PLANETAS

Soñado durante años, el Telescopio Kepler –que lleva el nombre del gran astrónomo alemán que en el siglo XVII formuló las venerables leyes de movimiento planetario– finalmente fue lanzado al espacio desde Cabo Cañaveral, Florida, en la madrugada argentina del sábado pasado. Una hora después de su impecable despegue, a bordo de un cohete Delta II, el nuevo observatorio de la NASA se colocó en órbita alrededor del Sol y a unos 1500 kilómetros de la Tierra.

Y con el tiempo irá abriendo, poco a poco, esa brecha respecto de nuestro planeta. ¿Por qué allí, tan lejos, y no en órbita terrestre como el Hubble? Es que, justamente, lejos de la Tierra, tendrá una visión libre de obstáculos, y continua, de su blanco (del que ya hablaremos).

El Kepler no es tan grande como el Hubble: tiene el tamaño de un auto grande y, como todo telescopio reflector, su corazón es un espejo circular, en este caso de 95 centímetros de diámetro. Pero además, está equipado con una cámara CCD de altísima sensibilidad, y detectores que le permitirán hilar muy fino en sus observaciones.

Concretamente, podrá detectar caídas en el brillo de las estrellas observadas del orden de 1 en 50 mil, o incluso, menos. Lo suficiente como para observar y medir los eclipses provocados por mundos tanto o más chicos que la Tierra. Kepler es un excelente cazador de “planetas tipo terrestre”.

CAZA MAYOR Y MENOR

Lanzar un telescopio espacial no es broma: la misión Kepler costó casi 600 millones de dólares. Pero más importante que eso fueron los enormes esfuerzos y preparativos: el líder de esta nueva aventura, el astrónomo estadounidense William Borucki, del Ames Research Center de la NASA (www.arc.nasa.gov) (en Moffett Field, California), ha estado trabajando en el proyecto durante 17 años. Y buena parte de esa tarea se ha centrado en elegir la zona de búsqueda de planetas extrasolares.

Borucki y sus colegas finalmente optaron por una muy rica región estelar de la Vía Láctea, ubicada entre las constelaciones boreales de Cygnus y Lyra. Un parche de cielo bien delimitado, de 105 grados cuadrados: más o menos, el área que ocupa un puño extendido hacia el cielo. Allí es donde el Telescopio Kepler pondrá el ojo: durante los próximos 3 años y medio, el observatorio espacial monitoreará continuamente a una multitud de estrellas especialmente seleccionadas.

Soles de todo tipo, desde modestas enanas rojas hasta otras mucho más grandes, calientes y luminosas, pasando por estrellas parecidas al Sol. “Kepler está en el lugar perfecto para observar más de 100 mil estrellas, y detectar los posibles signos de planetas a su alrededor”, dice Borucki. Y entusiasmado, agrega: “Nuestro sueño se hizo realidad, y pronto sabremos si hay planetas parecidos a la Tierra en la galaxia”.

EXPECTATIVAS Y FUTURO

La muestra es enorme, y no por casualidad: las chances de que un planeta desfile delante de su estrella, desde nuestra visual, son escasas. Por eso, para observar unos pocos tránsitos extrasolares, hay que mirar muchísimas estrellas. Borucki y sus colegas calculan que Kepler podría descubrir cientos de planetas. Seguramente, los primeros en caer en las redes del telescopio serán los más grandes, al estilo Júpiter. Luego, vendrán otros medianos, como Urano. Y finalmente, los de escala terrestre. En cualquier caso, la intensidad de los minieclipses –tomando en cuenta las estimaciones de tamaño de las estrellas en cuestión– darán clara idea del diámetro de los planetas que las orbitan. Y los diámetros, cotejados con las masas –aportadas por otros telescopios, mediante la técnica de “movimiento radial”–, revelarán las densidades de aquellos mundos. La llave para saber si son planetas gaseosos, o bien, rocoso-metálicos, como la Tierra. Que es, en definitiva, lo que más importa. El slogan de la misión Kepler es “en búsqueda de planetas terrestres”.

Kepler marcará un hito, eso está más que claro. Será el primer paso en el largo camino de esta fascinante y difícil búsqueda de “otras Tierras”. Una vez hallados los planetas candidatos, habrá que considerar, entre otras cosas, las distancias a sus estrellas (para que no sean demasiado fríos ni demasiado calientes), sus posibles atmósferas (si las tuvieran), y la eventual presencia de agua líquida y otros compuestos necesarios para la vida. En esa tarea, Kepler no estará solo, sino que recibirá la ayuda de otros telescopios, terrestres y espaciales, presentes y futuros.

Y hablando de futuro, no podemos dejar de mencionar el TPF: el Terrestrial Planet Finder (www.tpf.jpl.nasa.gov), una flota de telescopios espaciales que vería la luz hacia 2020. El TPF podrá observar y fotografiar directamente planetas de escala terrestre. Y también, analizar sus atmósferas. Para el final, el optimista vaticinio de Geoffrey Marcy, uno de los más grandes cazadores de planetas extrasolares del mundo: “Con el Telescopio Kepler, la humanidad descubrirá el primer exoplaneta terrestre dentro de los próximos 3 años, y la vieja pregunta sobre la unicidad (o no) de la Tierra, finalmente será respondida”.

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