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Sábado, 26 de febrero de 2011
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A las puertas de una nueva “Era Dorada” en la exploracion espacial

La fiebre del Sistema Solar

Naves por aquí, naves por allá, naves por todas partes: durante los próximos meses, la exploración interplanetaria alcanzará un ritmo jamás visto en toda la historia de la Era Espacial. Planetas, lunas y asteroides serán explorados en detalle por sofisticados aparatos que ya están en pleno viaje o que esperan ansiosamente su turno para abandonar la Tierra.

Por Mariano Ribas

Será una fabulosa avanzada científica que, sumada a unas cuantas misiones en pleno desarrollo, nos ofrecerá un panorama completo y detallado de la enorme y diversa variedad de mundos que forman nuestra comarca solar. Y que nos ayudará a entender mejor el contexto y la gran historia de la que forma parte nuestro planeta. Alcanza con decir, entre otras cosas, que en muy poco tiempo, y por primera vez, los cinco planetas “clásicos” (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno) serán explorados en forma simultánea por sondas espaciales de distintos países. Y a eso hay que agregarle los actuales y futuros monitoreos de la Luna, de los asteroides gigantes y hasta del propio Sol. La Fiebre del Sistema Solar se ha desatado.

MISIONES RECIENTES

Cómo será lo que se viene que la propia NASA recientemente declaró el comienzo del Año del Sistema Solar. Un año muy particular ya desde el arranque: no durará 365 días sino casi el doble. O lo que es lo mismo, todo un “año marciano”, unos 22 meses de los nuestros. Formalmente, comenzó en noviembre de 2010 y finalizará en agosto de 2012. Ambas “puntas” tienen que ver con episodios muy concretos de esta movida científica internacional y, justamente, dan marco a todo lo que pasará en el medio. El punto de partida fue la visita de la sonda espacial Deep Impact al cometa Hartley 2, el pasado 4 de noviembre. En aquella oportunidad, esta maquinita de la NASA –que ya había visitado a otro cometa, el Tempel 1, en 2005– nos sacudió con impresionantes primeros planos del núcleo del Hartley 2, donde podían verse, con total dramatismo, grandes chorros de gas y polvo brotando de su gélida superficie. Otro punto muy alto del comienzo del Año del Sistema Solar ocurrió hace apenas tres semanas, cuando, finalmente, y tras lentas maniobras de posicionamiento, las dos naves gemelas de la misión Stereo (lanzadas por la NASA en 2006) se ubicaron en puntos exactamente opuestos de la órbita solar. Y así, por primera vez, los astrónomos ya pueden observar al Sol en forma completa: cada una de las Stereo transmite a la Tierra imágenes (ultravioletas) de la cara del Sol que les toca ver desde su punto de vista, y al combinarlas, los científicos construyen una vista global. Este monitoreo global, sumado al de otros telescopios espaciales solares (como el SOHO y el Solar Dynamics Observatory) se hace cada vez más relevante de cara al inminente –y seguramente potente– máximo de actividad solar, previsto para 2013, que ya está generando cierta y justificada preocupación mundial ante los posibles daños que podría generar en los satélites artificiales y en las propias redes eléctricas del planeta. Todo un gran tema aparte.

Apenas una semana más tarde de la inauguración formal de la misión solar Stereo, otra nave cita hacía de las suyas en otro rincón del Sistema Solar: el 14 de febrero, la Stardust sobrevoló el cometa Tempel 1. El mismo que había visitado la Deep Impact en 2005. Entre otras cosas, las fotos de Stardust mostraron, apenas, el pequeño cráter generado en la superficie del cometa por el impacto de un proyectil lanzado, justamente, por Deep Impact años antes (un experimento destinado a analizar la composición química del cometa). A decir verdad, la propia Stardust ya se había acercado a un cometa en 2004: el Wild 2. Así que, al igual que Deep Impact, Stardust también fue una misión cometaria “reciclada”.

MERCURIO Y EL MENSAJERO

Miremos para adelante, aquí nomás: el 18 de marzo, y después de tres sobrevuelos fugaces (dos en 2008 y uno en 2009), la nave Messenger (“Mensajero”) encenderá sus cohetes de frenado y se dejará atrapar finalmente por la gravedad de Mercurio. Será el final de un largo y espiralado viaje por el interior del Sistema Solar, iniciado en 2004. Y el verdadero comienzo de la misión: dando una vuelta a Mercurio cada doce horas, y a sólo 200 kilómetros por encima de su extremadamente cratereada superficie, esta prodigiosa maquinita de la NASA examinará el planeta como nunca antes (y aquí vale la pena aclarar que, hasta ahora, el olvidado Mercurio sólo había sido visitado por una nave, la Mariner 10, hace casi cuarenta años).

Messenger (que no es otra cosa que la intencionada sigla de Mercury Surface, Space Environment, Geochemistry, and Ranging) tiene un escudo que la protegerá del horrendo calor solar (más de 400°C), y una batería de siete instrumentos, incluyendo una cámara de alta resolución. La sonda de la NASA tomará imágenes ultradetalladas de todo el planeta, realizará estudios topográficos y químicos de su suelo y analizará la casi inexistente atmósfera mercuriana (apenas unas trazas de ciertos gases). Sin embargo, las mayores expectativas se centran en dos puntos clave: por un lado, el poderoso campo magnético de Mercurio (probablemente, asociado a corrientes eléctricas generadas por el movimiento de masas de metal líquido en torno de un núcleo de hierro sólido). Y por el otro, estudiará el piso de los cráteres polares: observaciones de radar realizadas desde la Tierra sugieren que esos sitios –eternamente helados y oscuros– podrían contener agua congelada. Masas de hielo que serían los restos de cometas que chocaron contra Mercurio, durante la violenta infancia del Sistema Solar. Una vez cumplida su misión, en marzo de 2012, el pequeño mensajero se estrellará contra la dura superficie mercuriana. Será el acto final en su larga aventura.

VESTA A LA VISTA

Si todo marcha bien, dentro de unos meses, la astronomía planetaria cumplirá uno de sus deseos más postergados: ver y estudiar de cerca a Vesta, uno de los objetos más grandes e interesantes del “Cinturón de Asteroides” (el colosal anillo de escombros espaciales, que rodea al Sol, entre las órbitas de Marte y Júpiter). Impulsada por un novedoso motor de iones, la sonda Dawn (“Amanecer”), un proyecto de NASA con colaboración alemana e italiana, se colocaría en órbita de Vesta el próximo 21 de julio. Y permanecerá durante todo un año dando vueltas alrededor de este súper cascote astronómico de más de 500 kilómetros de diámetro. En todo ese tiempo, las cámaras e instrumentos de la nave se despacharán con montones de imágenes y mediciones, para trazar un acabado perfil de este misterioso habitante del Sistema Solar. No es mucho lo que se sabe de Vesta. Nunca fue visitado por una nave. Y para la mayoría de los telescopios, no es más que un puntito de luz. Los únicos datos actuales sobre Vesta provienen de la observación de su movimiento orbital, de los análisis espectroscópicos de la luz que refleja del Sol (es inusualmente brillante en comparación a los demás asteroides) y de sus sutiles efectos gravitatorios sobre otros asteroides. Aun así, el Telescopio Espacial Hubble ya nos ha adelantado, muy crudamente, algo acerca de su aspecto:

Vesta tiene una silueta pasablemente redondeada, como si fuera una pelota algo aplastada. E incluso parece tener un cráter de 450 kilómetros de diámetro. Casi tan grande como el propio asteroide. Veremos cómo luce Vesta ante las agudas cámaras de Dawn.

Ahora bien: ¿por qué tanto interés en Vesta? Al fin de cuentas, no parece ser más que un objeto de tercera o cuarta categoría dentro de la familia del Sol. Sin embargo, Vesta puede decirnos mucho sobre el “amanecer” del Sistema Solar, de ahí el nombre de la misión: los geólogos planetarios piensan que, al igual que otros cuerpos menores, los asteroides –incluso los más grandes– no han cambiado mucho desde la formación del Sistema Solar (a diferencia de planetas como la Tierra o Marte, que en estos miles de millones de años han sufrido profundas transformaciones superficiales por procesos de tectónica, vulcanismo y erosión). Y justamente por eso, Vesta, que nunca llegó a crecer lo suficiente como para convertirse en un planeta, debe ser, esencialmente, un rejunte de materiales virginales de los comienzos del Sistema Solar. Un verdadero tesoro científico. Y Dawn allí para desenterrarlo.

En julio de 2012, la nave de la NASA encenderá su motor de iones, se alejará de Vesta e iniciará un largo periplo hasta su parada final: en febrero de 2015 llegará a Ceres, el mayor habitante del “Cinturón de Asteroides”. Un ex asteroide que, desde 2006, ha sido recategorizado como “planeta enano”. Y que, seguramente, también tendrá mucho que contarnos sobre sí mismo y sobre los albores del Sistema Solar. Pero ésa ya es otra historia.

REGRESO A JUPITER

Hace ya unos cuantos años, que ninguna sonda espacial se larga a explorar el fabuloso imperio de Júpiter. Casi un sistema planetario en miniatura. La última fue la Galileo (NASA), que en 2003. Desde entonces, el planeta gigante sólo fue fugazmente visitado por naves que viajaban a otros mundos. Y bien, el 5 de agosto, Juno, una nueva embajadora de la Tierra, despegará con rumbo a Júpiter (el nombre de la misión fue tomado de la esposa de Júpiter en la mitología romana). Tras seguir una trayectoria en espiral hacia afuera –que incluirá una “asistencia gravitatoria” de la Tierra en 2013, para acelerarla y redireccionarla– esta sonda de la NASA llegaría a Júpiter en julio de 2016. Y se colocaría en una enorme órbita polar en torno al planeta (se puede ver en la ilustración de tapa).

Juno es la segunda misión del programa Nuevas Fronteras de la NASA (la primera, la sonda New Horizons, viaja hacia Plutón), y será la primera nave que funcionará a energía solar, tan lejos de nuestra estrella. Justamente: dada la poca luz solar que llega hasta Júpiter, Juno desplegará tres enormes paneles fotovoltaicos (con un diámetro total de 20 metros). Y así, alimentará sus transmisores y todos los instrumentos (cámaras, magnetómetros, espectrómetros y sensores) con los que intentará cumplir sus objetivos científicos. ¿Cuáles? Esencialmente, determinar con lujo de detalles la composición y estructura global de esa magnífica y colorida bola de gas que llamamos Júpiter. Atmósfera, capas intermedias y núcleo. Puntos sobre los cuales hay cierta incertidumbre. Concretamente, Juno medirá, por ejemplo, las cantidades de agua y amoníaco en la atmósfera del planeta. También realizará estudios magnéticos y gravitatorios. Y determinará si realmente Júpiter tiene o no un núcleo sólido (como se cree). Conocer con detalle y precisión la anatomía joviana permitirá, entre otras cosas, echar luz sobre los procesos que formaron semejante planeta (de más de 140 mil km de diámetro), e incluso, sobre las propias condiciones –físicas y químicas– que marcaron los comienzos del Sistema Solar. Nada menos. Dada la singular relevancia de su objetivo, la misión Juno promete ser una de las más importantes aventuras espaciales de la próxima década. Y si todo marcha como está previsto, finalizará en octubre de 2017, tras haber cumplido más de 30 vueltas alrededor de Júpiter.

DOS GEMELAS EN LA LUNA

Como no podía ser de otra manera, la Luna también tendrá lo suyo en el “Año del Sistema Solar”. No una nave, sino dos. Y gemelas: el 8 de septiembre, la NASA lanzará al espacio –desde el ya mítico Cabo Cañaveral, en Florida– la doble misión Grail (por Gravity Recovery and Interior Laboratory). Son dos navecitas idénticas que, tras un corto viaje, entrarán en órbita lunar y sobrevolarán juntas la superficie de nuestro satélite a sólo 50 kilómetros de altura. ¿Para qué? La idea es mapear el campo gravitatorio de la Luna con un detalle sin precedentes. Y con esos datos, deducir su estructura interna, desde la corteza hasta el núcleo. Para lograr este delicado y difícil objetivo, las sondas gemelas estarán continuamente en contacto entre sí (y con la Tierra), midiendo cualquier sutil alteración en sus trayectorias orbitales, provocadas por las ligeras variaciones gravitatorias de la Luna. La misión Grail, que forma parte del Discovery Program de la NASA, costará la bicoca de 375 millones de dólares. Y se suma a otras misiones lunares en pleno funcionamiento (como la exitosa Lunar Reconnaissance Orbiter). Todo sea por conocer más y mejor a nuestra compañera de toda la vida.

MARTE 1: LA MISION RUSA

Obviamente, Marte. No podía ser de otra manera: el planeta más explorado, más conocido, más amado y científicamente más apasionante de todo el Sistema Solar (sacando a la Tierra, claro está) seguirá con su imparable racha de visitas terrícolas. Por ahora, y por otro par de décadas, seguirán siendo máquinas no tripuladas (el primer viaje tripulado no sucederá antes de 2030). Actualmente, hay cinco aparatos funcionando en el planeta rojo: tres naves orbitadoras (incluyendo una de la Agencia Espacial Europea) y los dos ya legendarios rovers de la NASA (Spirit y Opportunity) que, tras siete increíbles años, han recorrido kilómetros y kilómetros en sus oxidadas y polvorientas llanuras rocosas. Y ahora es el turno de Rusia: tras largas y tediosas demoras, problemas económicos y toda clase de idas y vueltas, RosCosmos, la Agencia Espacial Rusa, promete lanzar al espacio a su enorme y pesada sonda Phobos-Grunt. La fecha de lanzamiento tentativa sería el 8 de noviembre. Y el lugar, el tradicional Cosmódromo de Baikonur.

RosCosmos ha colocado esta misión al tope de su lista de prioridades. Y no es para menos: hace añares que Rusia no consigue un gran éxito en materia de exploración planetaria. Por eso, esta súper potencia espacial –que en otros tiempos lograra magníficas proezas– está poniendo todas sus fichas en esta súper nave (equipada con más de 20 instrumentos científicos), que tendrá como objetivo principal colocarse en órbita de Marte a fines de 2012, estudiar al planeta desde lo alto durante unos meses, y, fundamentalmente, descender por primera vez en su satélite más grande, Fobos, en febrero de 2013 (de ahí el nombre de la misión, que significa Suelo de Fobos). Una vez allí, la máquina robot rusa tomaría varias muestras (roca y polvo) de la superficie de la lunita marciana (30 km de diámetro) y una minisonda las traería de regreso a la Tierra, llegando en agosto de 2014. Si sale bien, será una hazaña científica de aquéllas.

Pero la cosa no se termina allí: adosada al cuerpo de la nave madre, también viaja el minisatélite chino Yinghuo-1, que orbitará a Marte durante un año, realizando estudios atmosféricos y climáticos. En conjunto, la misión Phobos-Grunt aportará preciosa información sobre el mayor escolta de Marte, y de paso también se ocupará del planeta rojo.

MARTE 2: EL “CURIOSITY”

A modo de “versión ampliada y mejorada” de sus exitosos y ya veteranos rovers Spirit y Opportunity, la NASA ya tiene a punto un nuevo vehículo destinado a explorar las anaranjadas tierras marcianas. Será lanzado al espacio a mediados de noviembre y debería amartizar (con la ayuda de un gran paracaídas) en agosto de 2012. Justamente, ésa es la fecha que marcaría el cierre de este largo Año del Sistema Solar.

Formalmente la misión se conoce como Mars Science Lander, pero el complejo y simpático aparato fue bautizado Curiosity. A decir verdad, se trata de otro proyecto bastante demorado (debería haber despegado en 2009). Pero a todas luces es de lo más interesante: el principal objetivo de Curiosity será buscar lugares de Marte que, eventualmente, hayan tenido condiciones necesarias para la vida (agua, materia orgánica, temperaturas templadas y otras). Y por qué no encontrar vestigios directos de su presencia pasada. O incluso, presente. Para semejante empresa científica, este verdadero laboratorio rodante (del tamaño de un auto chico, seis ruedas y casi una tonelada de peso) recorrerá decenas de metros por día en el planeta rojo, y con la ayuda de un brazo robot y un fino taladro, tomará muestras del suelo y perforará rocas en distintos sitios. Materiales que serán analizados por lo que, según la propia NASA, será “la más grande y avanzada serie de instrumentos científicos jamás enviada hasta la superficie de Marte”. Quién sabe, pero a lo mejor, esta misión –que durará todo un año marciano– se despache con uno de los mayores anuncios científicos de todos los tiempos: vida en Marte. Ayer, o mejor aún, hoy.

Mercurio, Vesta, Júpiter, la Luna, Marte... la agenda espacial viene cargada como nunca antes. Y promete muchas sorpresas: “Durante el Año del Sistema Solar veremos triplicarse el número usual de lanzamientos, sobrevuelos e inserciones orbitales. Será una época dorada. No ha habido nada así en toda la historia de la Era Espacial”, dice, entusiasmado, Jim Green, director de Ciencia Planetaria de la NASA. Y sumado a todo esto que se nos viene, no podemos olvidarnos de lo que ya está. Muy a vuelo de pájaro: una nave europea en órbita de Venus, otra instalada en el sistema de Saturno, cinco aparatos en Marte, otros escrutando cuidadosamente al inquieto Sol o vagando en distintos rincones del espacio interplanetario. Y hasta una temeraria navecita que, en 2015, llegará por primera vez al entrañable y casi desconocido Plutón.

Somos las primeras generaciones que están explorando la alegre comparsa que rodea al Sol. Somos los primeros en conocer, a fondo, toda esa maravillosa diversidad de mundos vecinos. Somos afortunados. La Fiebre del Sistema Solar se ha desatado. Y vale la pena contagiarse.

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