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Sábado, 12 de mayo de 2012
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Entrevista a Javier Noguera, secretario de Estado de Innovacion y Desarrollo Tecnologico de la provincia de Tucuman

“Pensamos las tecnologías como soluciones productivas y sociales”

El desarrollo tecnológico puesto al servicio de las necesidades de la sociedad y los espacios públicos es una de las preocupaciones fundamentales de la innovación científica en la provincia de Tucumán.

Por Ignacio Jawtuschenko
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Desde Tucuman

¿Cuáles son las prioridades en su gestión al frente de la Secretaría de Innovación y Desarrollo Tecnológico, Sidetec?

–Una de las áreas prioritarias es para nosotros la comunicación pública de ciencia. Estamos trabajando en la producción de contenidos locales para el nuevo canal del Ministerio de Ciencia y Tecnología, Tecnópolis TV. La popularización de la ciencia es todavía una asignatura pendiente. Durante el año recorreremos la provincia con un museo móvil de física y química. Iremos al encuentro de la gente, intervenir el espacio público. En breve también estamos lanzando una convocatoria a un importante concurso de monografías sobre energías, en el marco del año internacional de las energías renovables. Habrá durante el año un intenso ciclo de charlas con panelistas reconocidos internacionalmente, acerca de cómo innovar en las empresas. Queremos mostrar la tecnología como solución, de cara a la sociedad. Necesitamos divulgar los fuertes avances de la cuestión ambiental de la provincia.

–¿Qué proyectos se encuentran financiados por la Nación?

–Contamos con financiamientos tanto desde la Agencia Nacional de Promoción Científica como desde el Consejo Federal de Ciencia y Tecnología (CofeCyT). La diversidad de asuntos que se financian con estos programas es vastísima, felizmente, lo que nos permite llegar con financiamiento en el área de transferencia tecnológica a sectores que antes no tenían ni siquiera una política tecnológica para el sector. Y eso ocurre también en todas las provincias.

–¿Qué opinión le merecen las políticas federales en el área científica?

–Obliga a las provincias más postergadas a esforzarse en competir en la elaboración de proyectos. Buena parte del atraso de nuestras provincias es la falta de cuadros técnicos adecuados para formular proyectos. Creo que lo interesante es que progresivamente las provincias más chicas podemos compensar la desproporción con las provincias más grandes.

–¿Hay un modelo de innovación tucumano? ¿Qué antecedentes tiene la provincia en el campo de la innovación tecnológica?

–Tucumán tiene toda una historia de desarrollo tecnológico. Hace 200 años se instaló aquí la primera industria pesada del país, la industria azucarera. Ya a partir de ese momento muchas de las cuestiones vinculadas con el conocimiento recibieron un fuerte estímulo. Hace ciento dos años que opera la Estación Experimental Obispo Colombres, que es un baluarte del país por su modelo de gestión para brindar soluciones tecnológicas para el sector productivo. A esto se le sumaron en los años ’70 los primeros centros científicos tecnológicos del Conicet. Esta provincia siempre ha tenido una burguesía preocupada por el progreso, lo cual no quiere decir que sea progresista. Tiene un enclave conservador muy importante.

–¿Y cómo se inyecta innovación en una sociedad cruzada por contradicciones y en un contexto tan distinto del de hace 200 años?

–Asumiendo desafíos. Uno de los más importantes que tiene la industria tucumana en términos tecnológicos es la generación de biocombustibles y el tratamiento de la cuestión ambiental, que son las dos caras de la misma moneda. Tucumán tiene hoy una gran oportunidad. A partir de la ley 26.093 de biocombustibles, con la cual se introduce la obligatoriedad de un 5 por ciento de biocombustibles dentro de la matriz de las naftas. Somos ya productores del 60 por ciento del etanol que se produce en el país.

–¿Y cuál es la experiencia en esta área?

–Hay una larga tradición. Ya en 1922, la Estación Experimental Obispo Colombres informaba sobre la posibilidad del utilizar el alcohol como combustible. En 1979 se lanzó desde la Estación Experimental el Plan Alconafta y en 1981 comenzó en Tucumán su venta masiva. Llevaba un corte del 12 por ciento de alcohol etílico. Al programa se sumaron inicialmente Salta y Jujuy, y para 1987 llegaron a integrarse al programa doce provincias.

–¿Y después qué pasó?

–La capacidad de la industria y los cañaverales eran suficientes para cubrir la demanda, pero la falta de políticas de estímulo a la actividad y el recupero del precio internacional del azúcar hicieron que el Plan Alconafta se diluyera.

–Respecto de los residuos que generan estas industrias, ¿cuál es la política ambiental?

–Por cada litro de etanol que se produce estamos tirando al río 13 litros de vinaza. La vinaza es un residuo, que no es tóxico pero es altamente contaminante para los ecosistemas fluviales. Pero es un residuo, que tratado se transforma en subproducto. Ya se ha bajado el nivel de impacto en más de un 80 por ciento de la contaminación proveniente de los matarifes y líquidos cloacales, pero no todavía en lo que se refiere al tratamiento de la vinaza. La solución desde el punto de vista tecnológico es diversa y las experiencias de otros ingenios del país y del mundo son muy interesantes. Hemos divulgado en estos dos últimos años todas estas tecnologías ambientales disponibles para la solución al problema de la vinaza y vamos a continuar haciéndolo.

El holandés Wiebe Bijker, uno de los fundadores de la nueva sociología de la tecnología, diría que “la tecnología tiene que encajar en la sociedad”.

–Pero eso es obvio, no hace falta que un experto lo diga.

–La conciencia social respecto del daño ambiental ha venido creciendo progresivamente en estos últimos años, fruto de la mayor y mejor información de los alcances del daño, como también de la consagración de nuevos derechos.

–Hablemos de la vinculación entre el sector productivo y el sector del conocimiento aquí en Tucumán.

–Si bien todavía hay un déficit en lo que se refiere a la difusión de lo que se hace en los laboratorios vinculados con el Conicet, eso no ocurre con la Estación Experimental, que tiene una tradición política, e institucional de vinculación con la producción. Para vincular estos dos mundos llevamos adelante la maestría en Gestión de la Innovación desde hace ya dos años en Tucumán. Esperamos ampliarlo a una tecnicatura en breve. Hoy en día el nivel de tecnificación que tiene la agroindustria en Tucumán está a la vanguardia. La citricultura de Tucumán y su paquete tecnológico son de altísimo nivel profesional, también las frutillas y la caña de azúcar, el más emblemático de nuestros cultivos.

–¿Qué ejemplo me puede dar de paquete tecnológico y producción agrícola?

–La producción del limón. Es de las actividades más importantes de los últimos 50 años. La historia de la citricultura está directamente ligada con las investigaciones desarrolladas en la Estación Experimental, que desde su fundación hace 102 años tuvo un rigor profesional muy elevado en términos del reclutamiento de su personal. Como resultado de años de apoyo a los productores, la Estación Experimental ha armado el paquete tecnológico que está disponible para cualquiera que quiera invertir hoy en citricultura en Tucumán. Pero también la caña, el arándano, la frutilla, en fin, todos los cultivos tienen una fuerte presencia del conglomerado tecnológico que opera en Tucumán.

–¿Realizaron alguna experiencia de innovación a nivel social?

–Sí, con el Yogurito. El yogur con bacterias lácticas desarrollado por el Centro de Referencia para Lactobacilos, del Conicet (Cerela) es un excelente ejemplo de transferencia tecnológica con función social, hace poco fue ganador del concurso nacional “Innovar”. Se distribuye en reemplazo de la copa de leche en las escuelas tucumanas desde hace dos años a cien mil chicos por día, en un esfuerzo del Estado provincial y el Conicet. La finalidad de estos programas es reforzar las defensas naturales de niños y niñas en edad escolar, a fin de disminuir la incidencia de infecciones respiratorias e intestinales, eventos de mayor prevalencia en la población infantil. El programa probiótico social, implementado a partir de 2008 en Tucumán, es una paradigma de interacción entre los sectores científico-tecnológico, industria y Estado, actores fundamentales para la innovación y un desarrollo de la región. En la realización intelectual y científica de este logro participaron becarios, tesistas e investigadores de nuestro país que mancomunan su esfuerzo desde hace casi 30 años.

–¿Un objetivo a corto plazo?

–Queremos dar un salto de escala para llevar el Yogurito a todo el país.

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