Para las potencias europeas el continente americano se constituy贸 en una descomunal fuente de riqueza. Sin embargo, aunque la colonizaci贸n en gran medida estuvo guiada por la codicia desmedida de conquistadores que estaban dispuestos a matar o morir en busca de El Dorado, como Lope de Aguirre y tantos otros, el tesoro que encerraba el nuevo continente no estaba formado s贸lo por metales preciosos. Am茅rica ofreci贸 a los conquistadores una biodiversidad que modificar铆a profundamente la vida de los europeos durante los siglos venideros.
A partir de fines del siglo XVI, comenzaron a desplegarse en los principales estados de Europa, con Holanda y Gran Breta帽a a la cabeza, lo que W. Armytage en Historia Social de la Tecnocracia define como 鈥渆conom铆as de jard铆n鈥. Tanto estadistas como hombres de ciencia y nobles terratenientes 鈥搒ectores que en ciertos casos estaban representados en una misma persona, como George-Louis Leclerc, conde de Buffon, c茅lebre naturalista y poseedor de vastas propiedades鈥 comprendieron la gran importancia que ten铆an para el desarrollo econ贸mico las nuevas especies vegetales encontradas en las reci茅n descubiertas Indias Occidentales, as铆 como tambi茅n las plantas procedentes de las Indias Orientales (sudeste y sur de Asia).
Para la difusi贸n y el cultivo a gran escala de estos nuevos productos naturales era necesario disponer, como paso previo e ineludible, de espacios en donde conservar, reproducir y estudiar cada una de las especies para conocer sus caracter铆sticas y su posible aprovechamiento. As铆 naci贸 el furor por los jardines bot谩nicos.
Tomando la definici贸n de jard铆n bot谩nico en sentido amplio, se puede indicar que ya en la 茅poca romana hab铆a jardines dedicados al cultivo de plantas. Por lo general se trataba de peque帽as parcelas que albergaban principalmente variedades medicinales, tradici贸n que continu贸 durante la Edad Media en el interior de los monasterios.
Sin embargo, en sentido estricto se suele ubicar el surgimiento de los primeros jardines bot谩nicos, con las caracter铆sticas que tienen en la actualidad, en ciudades del norte de Italia sobre el final del Renacimiento. En conexi贸n con las universidades y para realizar investigaciones bot谩nicas y m茅dicas, en 1543 se cre贸 el jard铆n de Padua, en 1545 el de Pisa, y posteriormente los de Florencia y Bolonia, entre otros.
Pocos a帽os despu茅s, el modelo de los jardines bot谩nicos italianos se export贸, con diversas modificaciones, a los dem谩s estados europeos. Entre ellos, a aquellos que dispon铆an de amplios territorios de ultramar.
Cuentan los cronistas que cuando a los habitantes de Leiden, en los Pa铆ses Bajos, se les ofreci贸 una exenci贸n impositiva durante una d茅cada o el establecimiento de una universidad en la ciudad, optaron por la casa de estudios y un jard铆n bot谩nico. Fundado en 1590, el jard铆n de Leiden incorpor贸 en 1599 un invernadero para cuidar las plantas procedentes de las colonias neerlandesas del Cabo de Buena Esperanza. As铆, en poco tiempo se convirti贸 en un vivero mundial de ciencia y en uno de los puntos neur谩lgicos del imperio holand茅s de ultramar.
Algo similar sucedi贸 en la vecina Francia. Como parte de su Escuela de Medicina, Par铆s fund贸 en 1579 el Jardin du Roi, al cual m谩s tarde se le a帽adieron dependencias para ense帽ar qu铆mica y astronom铆a. Y del cual fue intendente entre 1739 y 1788 el ya mencionado conde de Buffon, etapa en la que goz贸 de uno de sus momentos de m谩ximo esplendor por el gran n煤mero de espec铆menes que incorpor贸. Tantos que Buffon habr铆a tenido que abandonar sus habitaciones para dejar lugar a las nuevas colecciones.
La ciudad de Upsala, Suecia, sede de la famosa universidad que a principios del siglo XX dio nombre a uno de los glaciares m谩s hermosos de la Patagonia, tambi茅n dispuso de su propio jard铆n desde mediados del siglo XVII. Su fundador fue Olaf Rudbeck, un investigador formado en Leiden que cre铆a que Suecia era el lugar original donde se encontraba el jard铆n del Ed茅n y que la Atl谩ntida hab铆a estado en una desaparecida prolongaci贸n de la pen铆nsula escandinava. All铆 se form贸 y trabaj贸 como encargado Carl von Linn茅, m谩s conocido como Linneo, el padre de la bot谩nica moderna y creador de la nomenclatura binaria que designa cada especie con un nombre doble.
Del otro lado del Canal de la Mancha, en Gran Breta帽a, tambi茅n surgieron numerosos jardines bot谩nicos. Adem谩s de aquellos ligados a variopintas sociedades cient铆ficas o a universidades, como el de Oxford, con el paso del tiempo hombres de fortuna, nobles y clero fundaron sus propios jardines bot谩nicos bajo la consigna de satisfacer tanto inquietudes cient铆ficas, como econ贸micas y est茅ticas. John Aubrey, un cronista de la 茅poca, refiere que s贸lo entre 1660 y 1691 se introdujeron m谩s de 7000 plantas ex贸ticas procedentes de las distintas posesiones del imperio.
El criterio sobre el que descansaba el accionar de esta 鈥減lantocracia鈥, como la define Armytage, y que ser铆a asumido como propio por la gentry 鈥搇a clase social terrateniente brit谩nica鈥, era el de utilidad y necesidad. As铆, el estudio y cultivo de las nuevas especies vegetales brindar铆an nuevos alimentos, medicinas, fibras, combustibles y productos varios a una sociedad que estaba sufriendo impensados cambios socioecon贸micos.
Esta eclosi贸n verde, junto a la implementaci贸n de nuevas t茅cnicas agr铆colas, la rotaci贸n de cultivos y la utilizaci贸n de fertilizantes como el guano, hizo su aporte a lo que se conoci贸 como 鈥渞evoluci贸n agr铆cola brit谩nica鈥. Entre los siglos XVIII y XIX se produjo un notable incremento en la productividad agraria, que propici贸 un aumento de la poblaci贸n sin parang贸n con otras etapas hist贸ricas. Esto permiti贸 la liberaci贸n de las tareas campesinas de una gran parte de la poblaci贸n rural que, tambi茅n obligada por medidas de coerci贸n como el cercado de las propiedades comunales, se traslad贸 a las ciudades y form贸 la mano de obra de la naciente revoluci贸n industrial.
Detr谩s de los grandes movimientos cient铆ficos suelen encontrarse profundas convicciones filos贸ficas y 鈥損or qu茅 no鈥 tambi茅n religiosas. El desarrollo de los jardines bot谩nicos estuvo animado por el convencimiento de que la naturaleza pod铆a ser dominada si era estudiada paciente y disciplinadamente.
Francis Bacon (1561-1626), uno de los padres del empirismo, promovi贸 la investigaci贸n cient铆fica como medio para aumentar la prosperidad de los estados y mejorar la vida de las personas. Para el fil贸sofo ingl茅s la bot谩nica ocupaba un rol central en este cometido, ya que gracias a ella se pod铆an acelerar los largos procesos de la naturaleza. Bajo este esquema, el cient铆fico no deb铆a contentarse s贸lo con observar y seguir los compases que marca el metr贸nomo de la natura. En palabras de Bacon, 鈥渓a naturaleza no puede ser conquistada obedeci茅ndola. Por consiguiente, esta doble meta, ciencia humana y poder humano, encuentra expresi贸n en la acci贸n鈥.
Bacon abogaba por aplicar todo el talento y la imaginaci贸n humana para obtener de la naturaleza aquello que 茅sta no brinda por s铆 misma. As铆, los jardines ten铆an que ser semilleros de ciencia y convertirse en aut茅nticos centros de investigaci贸n cient铆fica. Deb铆an incluir laboratorios, m谩quinas, observatorios, bodegas, hornos y cualquier instalaci贸n que permitiera al hombre hacerse a s铆 mismo mediante la realizaci贸n efectiva de todas las cosas posibles.
No s贸lo se crearon jardines bot谩nicos dentro de las fronteras europeas. El furor hortensis no reconoci贸 l铆mites continentales. En numerosas regiones de las colonias de ultramar tambi茅n se establecieron semilleros de ciencia persiguiendo una doble finalidad. Por una parte, como forma de acelerar y favorecer el intercambio de las especies entre diferentes regiones; por otra, y estrechamente ligada a la anterior, para desarrollar grandes plantaciones en los territorios colonizados.
Fue as铆 que franceses y brit谩nicos y, en menor medida, portugueses y espa帽oles, fundaron desde el siglo XVIII hortus botanicus en tierras americanas, especialmente en el Caribe.
En 1763 los ingleses establecieron en Kingston uno de los jardines m谩s grandes del nuevo mundo, gracias al cual introdujeron en la isla especies provenientes de otras regiones que encontraron en el clima tropical de Jamaica, un lugar propicio para su desarrollo. As铆, el cultivo de az煤car, caf茅, mango, canela y otras tantas especies enriqueci贸 desmesuradamente a los plantadores anglo-jamaiquinos.
La ola verde tambi茅n lleg贸 al otro lado del mundo. Calcuta, Madr谩s, Ceil谩n, Java y otras tantas ciudades y regiones de las Indias Orientales tuvieron sus propios jardines. Gracias a ello, se introdujeron durante los siglos XVIII y XIX en la India y el sudeste asi谩tico plantaciones de caf茅, quina o caucho, y se desarroll贸 de forma intensiva el cultivo de otras especies locales.
De este modo, desde fines del siglo XVI, durante el per铆odo en el que se gestaron las bases para la expansi贸n mundial de la econom铆a capitalista que tuvo lugar a partir de la segunda mitad del siglo XIX, los jardines bot谩nicos fueron un aliado imprescindible en la explotaci贸n intensiva de la riqueza vegetal de las posesiones coloniales europeas.
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