La Segunda Guerra Mundial tuvo para nuestro paÃs consecuencias que fueron mucho más allá del terreno de las relaciones exteriores. A falta de productos e insumos importados, a la industria local le llegó el momento de ser protagonista.
En un mundo en que casi todo se leÃa en clave bélica, la industria militar ganó espacio en cuestiones que no sólo eran propias de la defensa nacional. Pensada como un instrumento para impulsar la incipiente industrialización argentina, algunos desarrollos experimentales en el ámbito militar fueron el antecedente de industrias locales que luego dieron qué hablar por décadas, como por ejemplo la automotriz.
Asà fue que en 1943, quizás inspirados por la gloria del famoso Dodge Commander –vehÃculo emblemático de las tropas aliadas que aún se luce en las pelÃculas de guerra– un grupo de militares argentinos la emprendió con la idea de hacer un jeep de diseño y fabricación nacional. Un todoterreno que pudiera ser utilizado por las fuerzas armadas, pero también tuviera un futuro relacionado con actividades civiles o productivas.
Un viejo folleto amarillento nos cuenta que, a fuerza de ingenio, esta artesanal experiencia dio lugar a la construcción de prototipos de un jeep con aires a los todavÃa hoy populares Willys. Para dejar en claro su origen autóctono, los creadores del vehÃculo eligieron un nombre bien nacional, y lo bautizaron Ñandú.
El asunto no fue fácil. En tiempos de necesidades industriales urgentes la infraestructura y mano de obra calificada eran siempre escasas y habÃa que salir a buscar a quienes por sus instalaciones y su conocimiento práctico eran candidatos posibles a fabricar ciertas partes vitales del vehÃculo, aunque nunca hubieran incursionado en la rama automotriz. Mecanismos de tracción, cajas de cambio, diseño general y la motorización fueron obstáculos sólo salvados a partir de una integración virtuosa y casi forzada en la que no estuvieron ausentes la suerte y las pruebas a puro ensayo y error.
Por caso, el motor previsto por los diseñadores del jeep criollo era diesel y fue encargado a la empresa Fundición Santini S. A. La empresa aceptó el reto de hacer algo nuevo, aunque lo suyo era, como su razón social lo indicaba, la fundición. Respaldada por una larga trayectoria en su actividad, esta fundición era para los mentores de Ñandú una garantÃa de que el motor se construirÃa con la robustez que el tipo de combustible y el destino del jeep necesitaba. Para los curiosos, en YouTube está disponible un video que muestra con bastante detalle la fabricación del motor diesel, y que confirma el carácter literalmente artesanal de la tarea.
Hacia 1945 se habÃa logrado la producción de prototipos, que por los azares de la historia no llegaron a ser perfeccionados y producidos masivamente. Es que el final de la guerra puso a disposición de los ejércitos no beligerantes una buena parte del material que –más o menos maltrecho– habÃa quedado en desuso luego del armisticio. Y Argentina, que buscaba reequipar sus fuerzas de defensa rápidamente, aprovechó los precios de oferta en el mercado internacional, comprando vehÃculos que luego repararÃan técnicos y profesionales locales.
AsÃ, por cuestiones económicas y también por urgencias geopolÃticas, se dejó de lado el proyecto del jeep propio. Sólo quedaron cuatro prototipos que tuvieron un destino incierto. Años después, las polÃticas de sustitución de importaciones abrirÃan las puertas a proyectos más exitosos y populares, como el de fabricar motos y un vehÃculo para el trabajo en el campo, que derivó en la construcción del Rastrojero Diesel. En una historia de final poco feliz, tanto el Rastrojero como la Fundición Santini sucumbieron a las polÃticas económicas implantadas por la dictadura a fines de los años setenta, y la historia del Ñandú quedó reducida a un librito desgastado e inconseguible y al nostálgico relato de algunos protagonistas que puede leerse en Internet.
Tiempo de Gauchos
Luego de seis décadas, aquel proyecto de todoterreno propio resurgió en consonancia con los tiempos que corren. A partir de 2003, un desarrollo que promovió el Instituto de Investigaciones CientÃficas y Técnicas para la Defensa (Citedef) dio lugar a la construcción del VehÃculo Liviano de Empleo General Aerotransportable, un vehÃculo todo terreno generado en asociación con Brasil, más conocido como el Gaucho. En los diseños de los prototipos participó el Centro de Mecánica del Instituto Nacional de TecnologÃa Industrial (INTI).
El Gaucho es un vehÃculo polifuncional que se las trae. Se trata de un 4x4 liviano que puede guardarse o transportarse fácilmente porque es apilable y aerotransportable, lo que le otorga una formidable capacidad para ser lanzado en zonas de difÃcil acceso terrestre. Cuenta con un motor turbo diesel de gran autonomÃa y una caja de cinco velocidades que le permite desarrollar velocidades de hasta 120 kilómetros por hora. Equipado para la defensa, posee tres plazas y un puesto de tiro. Claro que su uso no sólo está pensado para asuntos de seguridad nacional, también puede ser utilizado para aprovisionamiento o traslado de heridos en caso de catástrofes.
Todas estas caracterÃsticas lo hacen ideal para incursionar en las regiones más complicadas de nuestra diversa geografÃa, y tiene un plus en lo que a autonomÃa tecnológica se refiere. Producido con perspectiva nacional y en función de las necesidades de los paÃses del Mercosur, la gran mayorÃa de sus componentes es de origen argentino o brasileño.
Por el momento no está pensada su venta a particulares, aunque ya hay interesados que se hacen ver en revistas y sitios dedicados al automovilismo, seducidos por sus caracterÃsticas mecánicas y su aspecto. No faltan motivos, ya que el Gaucho tiene similitudes con los mÃticos Humvee estadounidenses, que dieron lugar al archiconocido Hummer, un verdadero objeto del deseo para los amantes de los vehÃculos deportivos utilitarios fabricado hasta 2010 por la empresa General Motors.
Para tu piel de verano
El todoterreno sigue ganando silenciosa experiencia en las difÃciles tierras patagónicas, en misiones de exploración y patrullaje. A su vez se ha desarrollado un sistema de blindaje muy liviano y fácilmente instalable que permite al vehÃculo soportar los embates del armamento ligero o granadas. Que el blindaje no agregue demasiado peso al vehÃculo es fundamental para que no se pierda versatilidad y portabilidad.
A diferencia del solitario proyecto del Ñandú, el Gaucho es un desarrollo que adquiere cada vez más carácter regional. En esa lÃnea es que en 2012 el Ministerio de Defensa firmó un convenio con Uruguay para que un Gaucho sea testeado en tierras charrúas.
Pero para el gran público el Gaucho hizo su debut en sociedad durante el Operativo Sol 2010-2011. En la ocasión se hizo ver afectado a los operativos de control de rutas durante la temporada de verano, haciendo gala de su versatilidad y generando una gran expectativa en cuanto a su adaptación para uso civil, acentuada en cuanto se conocieron los procesos de homologación del vehÃculo por parte del INTI. Es que, a diferencia del Ñandú, el nuevo todoterreno nacional es un producto cuidadosamente planificado y testeado, acorde con los tiempos que corren.
Es que los momentos históricos son irrepetibles. El mundo no es lo que era en los años cuarenta y los desarrollos tecnológicos adquirieron un vértigo impensado, al igual que las formas de producción, aunque la cuota de artesanÃa e ingenio nunca deja de estar presente.
Si algún dÃa habrá algo parecido a un Gaucho para uso civil que haga las delicias de los fanáticos de los vehÃculos 4x4, sólo lo sabremos con el tiempo. Sea como fuere, la experiencia es valiosa en términos de aprendizaje tecnológico y autonomÃa nacional y regional. Y eso, en un mundo cada vez más globalizado, no deja de ser saludable.
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