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Sábado, 14 de junio de 2014
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Ciudadanos científicos, uníos

Por Lucas Viano
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LA DEEP BLUE, SUPERCOMPUTADORA DESARROLLADA POR IBM ESPECIALMENTE PARA JUGAR AJEDREZ, VENCIO EL 10 DE FEBRERO DE 1996 A GARY KASPAROV. SIN EMBARGO, EL CAMPEON VIGENTE GANO 3 Y EMPATO 2 DE LAS SIGUIENTES PARTIDAS Y DERROTO A DEEP BLUE POR UN TOTAL DE 4-2.

Por necesidad o convicción algunos científicos están abriendo las puertas de su torre de marfil para dejar entrar a los legos. Los ciudadanos de a pie ya no son sólo conejillos de Indias usados para resolver tests cognitivos, espiar su cerebro con un resonador magnético o probar en su cuerpo las últimas drogas.

Hasta hace poco ésos eran los pocos “usos” que los científicos hacían de las personas comunes. Pero ahora los investigadores le están sacando más jugo al resto de los mortales. La ciencia ciudadana está floreciendo, especialmente en los países del Norte.

Los hombres de guardapolvo blanco se dieron cuenta de que una multitud hiperconectada y motivada puede proveer más y mejor información que una supercomputadora. También supieron reorientar la conciencia ecológica y la curiosidad que tenemos todos hacia un fin académico.

SENTADOS EN LA COMPU

Empecemos por las formas más cómodas de ciencia ciudadana: donar tiempo de cómputo. Varios minutos al día su computadora permanece encendida sin que la use. En esos momentos se activan protectores de pantallas. Algunos de ellos pueden ayudar a detectar vida extraterrestre o descubrir una nueva vía para curar una enfermedad.

El proyecto folding@home aprovecha el poder de cómputo ocioso de las PC hogareñas para analizar datos y estudiar el plegamiento de las proteínas. El proceso de plegado (fold, en inglés) es un misterio para la ciencia. Desentrañarlo requeriría de grandes computadoras. Otra opción es la computación distributiva.

Es sencillo: se debe bajar un programa del sitio web del proyecto (http://folding.stanford.edu/) instalar en la PC, configurarlo y listo. El programa baja paquetes de datos de un servidor y los analiza en nuestra computadora. Nosotros no nos enteramos o sí, si queremos configurar para que nos brinde información de lo que está haciendo.

En la actualidad hay más de 278 mil computadoras cooperando, lo que le da una potencia de cómputo de 45 teraflops. La computadora más potente en la actualidad tiene 33.860 teraflops de potencia. La famosa Deep Blue que derrotó a Gary Kasparov en 1996 alcanzaba los 0,011 teraflop.

En el plegamiento de la proteína, la forma 3D, reside el secreto de muchas enfermedades que dependen de este proceso para que se desarrollen. Entre ellas, el proyecto menciona el mal de Alzheimer, cáncer, gripe, Parkinson y sida. Aprovechar el tiempo ocioso de su PC podría salvar vidas, sentencian.

En computación distribuida, el proyecto de ciencia ciudadana más famoso es Seti@home (http://setiathome.berkeley.edu/). Su objetivo es detectar señales de vida extraterrestre. El proceso es similar: hay que descargar un programa e instalarlo. Se puede configurar para que funcione como salvapantallas o bien que trabaje de fondo mientras nosotros usamos la compu.

La antena de radio de Arecibo (Puerto Rico) captura señales de todo el espacio. Esa señal es cortada en secciones que se envían a cada computadora personal para que las analicen. Se buscan cambios en las señales que no pueden atribuirse a un ruido y que pueden entenderse como información.

El proyecto está vigente desde 1999 y obviamente no ha detectado una señal concluyente de una civilización extraterrestre. Seth Shostak, uno de los responsables del proyecto, tiene esperanzas de que antes de 2025 detecten una señal contundente enviada por seres alienígenas. Esta temerosa afirmación se basa en la ecuación de Drake, la cual calcula la cantidad de civilizaciones extraterrestres con capacidad de comunicarse que puede haber en nuestra galaxia.

ANALIZANDO IMAGENES

Otros proyectos de ciencia ciudadana requieren más participación, por ejemplo, analizar imágenes. Las tareas varían: contar los cráteres que hay en la Luna y Mercurio, distinguir tierras cultivadas o clasificar animales de un parque natural. Experimentar con estos proyectos puede parecerse a viajar.

Instantáneas del Serengeti (http://www. snapshotserengeti.org) se asemejan a un safari. El objetivo es mirar fotos tomadas por cámaras que se activan con el movimiento e identificar qué animales dijeron “¡Whisky!”. Puede ser una linda experiencia para compartir con los hijos y conocer la vida salvaje del Parque Nacional Serengeti en Tanzania.

Reconocer una cebra es fácil, pero si el asunto se complica, el sitio web tiene diferentes opciones como color, tamaño, tipo de cuernos y cola para ir descartando especies. Divertido.

Hay que tener paciencia, porque dos tercios de las más de 1,2 millón de fotos tomadas por las 225 cámaras en los tres primeros años fueron sólo pastos y hojas movidas por el viento. Pero también se han detectado muchísimos herbívoros y algunos carnívoros. Se tomaron 4000 fotos de leones, sólo por citar al rey de las otras 30 especies avistadas.

Por su parte, la iniciativa Captura de cultivos (http://www.geowiki.org/games/croplandcapture/) necesita de la ayuda de los legos para identificar las tierras cultivadas de todo el mundo. De esta forma, estamos ayudando a entender si está en riesgo la seguridad alimentaria global, identificar carencias de algunos granos y monitorear cultivos durante las sequías.

Si esas razones no lo conmovieron, los directores del proyecto prometen premios semanales a los que analizan más fotos. Es sencillo: las fotos van pasando y uno debe reconocer si en ellas hay o no cultivos. Un pequeño tutorial nos indica cómo diferenciar “la paja del trigo”.

Cuando el proyecto concluya se construirá un mapa mundial de cultivos mucho más preciso que los actuales, los cuales utilizan computadoras y algoritmos para clasificar los suelos. Muchos ojos humanos ven mejor que una supercomputadora.

A esta altura de la nota ya se estará preguntando qué tan fiable es la información que puede obtener un puñado de legos. En definitiva, para qué están los científicos si no es para hacer ciencia, mientras el resto de los mortales sólo podemos asombrarnos con sus hallazgos.

Pero el crowdsourcing (colaboración distribuida) está tomando fuerza en varios aspectos de la vida gracias a sus buenos resultados. Ya se usa para financiar proyectos solidarios, tecnológicos, de diseño y editoriales (Kickstarter, Idea.me o noblezaobliga.com, por citar ejemplos), aunque en estos casos la gente sólo aporta dinero. En la ciencia ciudadana, los legos aportan sus sentidos, tiempo y algo de conocimiento.

Al parecer cientos de legos producen información tan confiable como una decena de científicos. Investigadores de la Universidad de Boulder, Colorado, pusieron a distinguir cráteres en la Luna a miles de legos y a ocho astrónomos especializados. El resultado fue que la información obtenida por la gente de a pie fue igual a la lograda por los expertos. El trabajo fue publicado en marzo pasado en la revista Icarus (http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0019103514001080).

Esta validación del método fue el puntapié inicial para lanzar el proyecto CosmoQuest (http://cosmoquest.org/), el cual tiene por objetivo detectar los cráteres de varios cuerpos celestes del Sistema Solar. Ya comenzaron con la Luna, Mercurio y el asteroide Vesta.

Los voluntarios deben observar imágenes obtenidas por diferentes sondas y marcar los cráteres que encuentran. Para eso utilizan una herramienta que sobreimprime círculos sobre la fotografía. Los cráteres son importantes para conocer la historia de formación del Sistema Solar.

LA CIENCIA ES UN JUEGO

También se puede ayudar jugando. El juego Fold.it (http://fold.it/) es una plataforma para crear moléculas. Sólo hace falta conocer unas pocas reglas de biología molecular (esto se hace en una etapa de entrenamiento). El objetivo es que los participantes predigan cómo se podrían plegar las proteínas. Mientras que en folding@home donamos tiempo de cómputo, aquí cedemos una cualidad más valiosa de los seres humanos: nuestra imaginación.

En la misma línea lúdica también está EteRNA (http://eterna.cmu.edu/), sólo que en este caso los participantes deben diseñar moléculas de ARN. Quizá conozcan al ARN por ser el simple mensajero. Es el cartero que lleva el mensaje codificado del ADN por toda la maquinaria celular para crear proteínas. Pero tiene infinidades de funciones más, muchas de ellas desconocidas y que podrían ser claves para tratar alguna enfermedad. Muchos de sus secretos se esconden detrás de cómo se pliegan estas moléculas, es decir, la forma tridimensional que adoptan.

Los participantes deben combinar nucleótidos (adenina, timina, guanina y citosina) a gusto y piacere. Los diseños más votados son sintetizados en un laboratorio de la Universidad de Stanford para estudiar en vitro su comportamiento.

Hacer juegos útiles sería una forma de aprovechar el tiempo ocioso que mucha gente pasa enfrente de una computadora o el celular. En 2011, la desarrolladora de Angry Bird calculó que este popular juego consume diariamente 200 millones de minutos de atención humana. Un “excedente cognitivo” y una mina de oro para cualquier investigador.

MANOS A LA OBRA

Su compromiso con la ciencia puede ir más lejos y seguir los pasos de una naturalista del siglo XIX. Los observadores de aves de todo el mundo han realizado grandes aportes a la ciencia.

El conteo de aves de Navidad de la organización Audubon en EE.UU. es el proyecto de ciencia participativa con más tiempo de permanencia. Se realiza desde 1900. El objetivo es que las personas ayuden a contar las aves de América del Norte. En el último año participaron 10 mil personas. Gracias a este trabajo ciudadano se han podido detectar poblaciones de aves que están en retroceso, por lo que se han reformulado reglamentos de cacería y tomado otras medidas proteccionistas.

Por su parte, el proyecto eBird (http://ebird. org/) intenta reunir las observaciones de aves realizadas por científicos y amateurs de todo el mundo en una sola base de datos. El aficionado número uno realizó casi 5500 avistamientos de 198 especies. El último trabajo científico publicado en base a eBird fue reconocer las rutas migratorias de 93 especies de aves terrestres, como gorriones.

Mucha gente disfruta pasar un tiempo en la naturaleza. A eso se suma el interés que despiertan los asuntos ambientales entre la población en general. Son suficientes motivos para que miles de personas en todo el mundo destinen horas para observar aves, peces, árboles y ayudar a detectar animales que están en peligro de extinguirse o han cambiado su comportamiento, plantas que han cambiado su ciclo de vida o dar aviso de un nuevo invasor.

Tampoco hace falta salir a un bosque para ayudar a estudiar un ecosistema. Sólo alcanza con observar el patio o tomar muestras de nuestra casa o nuestro cuerpo.

Aunque fuertemente influenciados por el hombre, las ciudades son un ecosistema donde conviven varias especies. Nuestro trato con estos seres vivos es cotidiano, pero la ciencia poco conoce de este vasto universo. El proyecto Tu vida salvaje (http://www.yourwildlife.org) busca develar qué misterios hay en los animales y microorganismos que nos rodean y cómo influyen en nuestra salud y en nuestra vida.

Por ejemplo, usted puede colocarle un arnés con GPS a su gato para recolectar la información de su movimiento dentro del vecindario. Otra opción es tomar muestras de los microorganismos que viven en su casa, en su ombligo o en su aparato digestivo.

Los coordinadores del proyecto les entregan a los ciudadanos voluntarios un cuestionario sobre el movimiento cotidiano de la casa y las personas y un kit para tomar muestras de los marcos de la puerta, el sillón, la heladera, el perro y del propio cuerpo. Uno de estos trabajos ya tiene su publicación científica en la revista Plos One (http://www.plosone.org/article/info:doi/10.1371/journal.pone.0064133).

El ejemplo extremo de la participación ciudadana en ciencia es IGoR (Generación Independiente de Investigaciones, por sus siglas en inglés, http://igor.wikidot.com/). Allí la gente directamente puede sugerir temas a investigar. Profesionales y legos pueden crear un proyecto científico de manera colectiva, compartir consejos sobre técnicas, herramientas científicas o directamente incluir una idea o problema para que la ciencia dé su respuesta.

El último desafío presentado es: ¿Por qué las babosas de mar toman siempre el camino más corto hacia el borde de un plato? Como entre los profesionales, científicos ciudadanos hay para todos los gustos.

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