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Sábado, 12 de julio de 2003
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La conexión africana

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Cráneos del Homo Sapiens Idaltu, de entre unos 154 y 160 mil años de antiguedad, hallados en la desértica Villa de Herto, ubicada a unos 200 kilómetros al nordeste de Addis Abeba, capital de Etiopía.
Por Mariano Ribas

En diciembre de 1972, la tripulación del Apolo 17 concluía una de las aventuras más extraordinarias de todos los tiempos: fue la última vez que el hombre caminó sobre la Luna. Durante aquel viaje, los astronautas tomaron una fotografía que, desde entonces, se ha convertido en un verdadero clásico. Allí aparece Africa, enorme y amarronada, contrastando con el azul profundo de los océanos, y el blanco intenso de las nubes y la Antártida. La imagen conmueve por su demoledora belleza, pero también conmueve por sus implicancias. Es la cuna de una especie fotografiada, desde el espacio, por esa misma especie. Si hasta hace poco la relación entre Africa y los orígenes de la humanidad parecía bastante razonable, ahora lo es más: recientemente, en Etiopía, se encontraron tres cráneos humanos de aspecto prácticamente idéntico a los nuestros. Son, por lejos, los restos de Homo sapiens más antiguos jamás descubiertos. Parece que allí comenzó todo. Y de ahí venimos, todos. La conexión africana es cada vez más evidente.

Hallazgo en el desierto
En cierto modo, este sensacional hallazgo sobre nuestros orígenes tuvo mucho que ver con “El Niño”, esa maldita criatura meteorológica que golpea al planeta de tanto en tanto. En 1997, y al igual que ocurrió en muchas otras regiones, Etiopía sufrió tremendas lluvias e inundaciones. Y la muy pobre y desértica villa de Herto, ubicada a unos 200 kilómetros al nordeste de Addis Abeba –la capital del país africano–, no fue la excepción. Por entonces, un equipo de paleontropólogos encabezado por el estadounidense Tim White y el etíope Berhane Asfaw estaba explorando la zona, a la pesca de antiquísimos fósiles. Las fuertes lluvias de “El Niño” les facilitaron la tarea, dejando casi a la intemperie restos óseos de distintas épocas. Así fue como dieron con la cabeza de un hipopótamo. No era exactamente lo que habían ido a buscar, pero al examinarla, se dieron cuenta de que algo mejor podía andar cerca: el cráneo del animal mostraba cortes y marcas provocados por herramientas de piedra. Unos días más tarde, los científicos volvieron al lugar y ampliaron las excavaciones. Y esta vez el botín fue mucho más interesante: cubiertos por una capa de ceniza volcánica, y mezclados entre los restos de antílopes, otros hipopótamos e incluso cientos de sofisticadas herramientas de piedra (entre ellas, filosas hachas de mano), aparecieron los fragmentos de tres cráneos humanos. Eran montones de piezas desparramadas, y llevó años recuperarlas, limpiarlas y ensamblarlas. Pero cuando White, Asfaw y los suyos por fin terminaron de armar los tres rompecabezas, se vieron, cara a cara, con criaturas muy parecidas a ellos... aunque miles de generaciones más antiguas.

Homo sapiens idaltu
Eran tres Homo sapiens, dos adultos y un niño de seis o siete años. Hasta ahora, los restos más antiguos de nuestra especie habían sido desenterrados en Sudáfrica, Israel y la propia Etiopía. Y apenas superaban los 100 mil años de antigüedad. Pero a la hora de las dataciones –basadas en el análisis de la ceniza volcánica que cubría a las piezas óseas–, el triple hallazgo de la zona de Herto superó todas las marcas: los cráneos tenían entre 154 y 160 mil años. Un record que empujaba hacia atrás lasraíces de la humanidad, pero que ratificaba, una vez más, su origen africano. Es que en ninguna otra parte del mundo se han encontrado, ni por asomo, restos de Homo sapiens tan antiguos... bueno, casi, casi Homo sapiens. En realidad, aclara White, les falta un “poquito” para encajar perfectamente en nuestro modelo evolutivo. Si bien es cierto que sus cajas craneanas son grandes y bastante redondeadas, y que sus caras son achatadas –en contraposición a homínidos más primitivos, como el Homo erectus, que tenían cráneos más alargados, y caras prominentes, entre otras cosas–, estos antiguos habitantes de Etiopía también presentan rasgos ligeramente arcaicos como, por ejemplo, un mayor espacio entre los ojos. “No son exactamente iguales al hombre actual, pero están tan, tan cerca de serlo, que no hay ninguna duda de que, poco más tarde, estos africanos evolucionaron hacia nosotros”, explica el paleoantropólogo estadounidense. Y agrega que, en el caso del niño, las diferencias son aún menos notorias: “Ese chico sería imposible de distinguir en medio de un grupo de niños actuales”. De todos modos, los descubridores de estos preciosos fósiles humanos decidieron etiquetarlos como una subespecie diferente: los Homo sapiens idaltu. En el idioma local (el afar), idaltu significa “más viejo”.

¿Ritos mortuorios?
Más allá de su antigüedad, los tres cráneos de Herto presentan una característica común y sumamente llamativa: parecen haber sido modificados después de la muerte. A todos les falta la mandíbula, y presentan marcas de cortes que, según estos expertos, delatarían que las tres cabezas fueron despellejadas, aunque no con fines de canibalismo, sino simplemente para conservarlas. Además, en el caso de uno de los adultos, aparece una serie de marcas paralelas muy curiosas, y que parecen una suerte de dibujo, o adorno. “Sabemos que esas marcas no fueron provocadas por la erosión o el desgaste, porque continúan perfectamente entre una y otra pieza de la calavera”, explica White. Y agrega otro detalle: “El cráneo del niño no sólo presenta marcas similares sino que, además, ha sido pulido en ciertas partes”. Es posible, entonces, que los parientes o amigos de estos tres Homo sapiens idaltu hayan querido conservar (y adornar) un recuerdo de sus seres queridos. Si así fuera, se trataría de la más antigua expresión ritual de todos los tiempos. Y a esto habría que sumarle la capacidad para fabricar cuchillas y otras herramientas de compleja factura. De todos modos, vale la pena aclarar que todavía no se puede hablar de un verdadero comportamiento de tipo cultural, artístico o simbólico. Para eso faltaban varias decenas de miles de años. Pero aun así, es muy probable que, tímidamente, los idaltu marcharan en esa dirección.

Dos teorias en disputa
Este triple descubrimiento parece darle un fortísimo respaldo a la famosa teoría del origen exclusivamente africano de nuestra especie (internacionalmente conocida como “Out of Africa”). Este modelo dice que el Homo sapiens surgió sólo en Africa entre hace 100 mil y 300 mil años, y luego se fue desparramando por el mundo, reemplazando a otras poblaciones de homínidos más primitivas, como el Homo erectus y los Neanderthal. El éxito de esta teoría se basa en dos pilares muy sólidos: uno, en Africa se han encontrado los fósiles de Homo sapiens más antiguos del planeta (por lejos); dos, distintas pruebas, basadas en el análisis del ADN mitocondrial (que se transmite sólo de madres a hijas), han revelado que los africanos actuales –especialmente los de la parte más oriental, donde, coincidentemente, también se han encontrado los restos humanos másviejos– son lo que presentan la mayor diversidad genética. Y eso sugiere que han tenido mucho más tiempo para diferenciarse.
Pero no todos están de acuerdo con el modelo “Out of Africa”: la teoría rival, conocida como “multirregionalista” o de “continuidad regional”, sostiene que el hombre moderno no es un producto evolutivo exclusivamente africano, sino que habría aparecido en varios lugares a la vez, como resultado y ramificación de la larga evolución del Homo erectus y sus parientes durante casi 2 millones de años. Durante todo ese tiempo, dicen los partidarios del multirregionalismo, distintas poblaciones entrelazadas habrían evolucionado en Asia, Africa y Europa, adaptándose a las distintas condiciones regionales. En este marco, por ejemplo, el Hombre de Neanderthal no sería más que una variante regional de los sapiens.

Todos somos africanos
Lo concreto es que, ahora, la conexión africana ha vuelto a fortalecerse. Y según White, el multirregionalismo ha quedado sumamente debilitado: “Estos tres cráneos demuestran que ya había humanos anatómicamente modernos en Africa mucho antes que en cualquier otro lugar”. Por su parte, Asfaw, su co-equiper etíope agrega: “A esta altura podemos decir que los Neanderthal, que evolucionaron en Europa y Cercano Oriente, no tienen nada que ver con nosotros”. Y para el final, ambos investigadores cierran de modo categórico: “Nuestro descubrimiento confirma que, en el fondo, todos somos africanos”.
Hilando un poco más fino, uno podría preguntarse: ¿En qué lugar de Africa nació puntualmente la humanidad? Todavía es un poco temprano para saberlo, pero Tanzania y la propia Etiopía parecen ser dos fuertes candidatos. Por ahí anda la cosa. Y por ahí comenzó la gran historia humana. Aquellas criaturas, que alguna vez se animaron a salir de la cuna, protagonizaron un éxodo espectacular, una epopeya que las llevó a todos los continentes de la Tierra. E incluso, y sólo por ahora, hasta la Luna. La foto del Apolo 17 nos hace pensar en Africa y en el gran salto al espacio. Es la metáfora perfecta sobre el origen y el desafío de una especie.

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