Sábado, 26 de julio de 2003
HISTORIA DE LA CIENCIA: GEOLOGIA
La teorÃa del océano en retirada
Por Leonardo Moledo

Las Aguas en retroceso. Thomas Cole, 1829.
La teorÃa del océano en retirada fue una de las más bellas teorÃas que produjo la historia de la ciencia. TenÃa reminiscencias del mar ancestral, donde nadaban las potentes y quizás infinitas tortugas que sostenÃan el mundo; hacÃa pensar en Tales de Mileto, que imaginaba a la Tierra como un disco flotando sobre un océano ilimitado y probablemente innombrable; le daba al mar esa cualidad de vida y voluntad que todavÃa a nosotros, gente del siglo XXI, nos impacta y aterra. Y además, encajaba con el gran Diluvio Universal, el mito bÃblico fundacional como para tranquilizar las malas conciencias geológicas, como ocurrió en la Inglaterra de fines del siglo XVIII, aterrada por la Revolución Francesa, donde algunos geólogos como J. A. Deluc o Richard Kirwan utilizaron explÃcitamente la idea como sucedáneo del diluvio, cuyas estribaciones habrÃan de llegar hasta Cuvier y sus catástrofes repetidas.
La idea habÃa sido adelantada por Gottfried Leibniz (1646-1716) y puesta casi a punto por De Maillet (ver Futuro del pasado sábado 19 de julio). Lo cierto es que casi todas las explicaciones que se dieron en el siglo XVIII sobre el origen de nuestro planeta seguÃan esa lÃnea limpia y clara: en el principio, habÃa habido un gran océano originario que retrocedÃa paulatinamente.
Hay quienes dicen, con toda seriedad, que los primeros compases de la Novena SinfonÃa evocan aquel mar ancestral que retrocedÃa; la idea es dudosa, pero lo que no tiene duda es que el más grande de los teóricos del océano en retirada –también llamada Neptunismo (por Neptuno, el dios romano del mar)– fue Abraham Gottlob Werner (1749-1817), profesor de la Escuela de MinerÃa de Freiburg en Alemania, adonde afluÃan estudiantes de toda Europa ansiosos de escucharlo. Werner pertenecÃa a la tradición geológica alemana, poco amiga de cosmogonÃas y más interesada en los problemas prácticos de la minerÃa y la descripción. Habiendo observado que la cristalización de ciertos minerales se producÃa en el agua y que algunas rocas se habÃan formado en el mar, Werner generalizó el hecho, atribuyendo este origen a todas las rocas. Entonces, pensó Werner, cuando el gran océano antiguo se retiró, las rocas más antiguas, como el granito, quedaron expuestas al aire y sobre ellas se acumularon nuevas rocas, producto de la erosión, que se instalaron en capas sucesivas, formando las montañas y todos los accidentes geológicos.
El mar originario en retirada no era una fantasÃa producto de reminiscencias bÃblicas; fue una teorÃa muy seria y que parecÃa explicar algunos enigmas: por ejemplo, la existencia de fósiles marinos en lo alto de las montañas. El descubrimiento de que el Mar Báltico se hacÃa cada vez menos profundo fue considerado una buena prueba de las aguas en retroceso (en realidad, era una consecuencia del fin de las eras glaciales: la superficie del norte europeo estaba aún en ascenso luego de liberarse del peso del hielo). Y que permitió, además, y por obra principalmente de Werner, establecer la mineralogÃa como una ciencia hecha y derecha; del mismo modo que su contemporáneo Linneo con el mundo biológico, Werner consiguió transformar la mineralogÃa en un sistema general, mediante criterios sencillos y simples basados en el principio de que las caracterÃsticas externas de las rocas estaban relacionadas con su constitución quÃmica (lo cual no era tan obvio entonces como ahora); creÃa firmemente que una buena mineralogÃa era el punto de partida para que la geologÃa pudiera salir adelante. La obra de Werner, efectivamente, organizó los datos geológicos del momento sobre las rocas y definió las grandes eras y perÃodos que reconocemos actualmente.
La teorÃa del océano en retirada era hermosa, pero tenÃa algunos puntos muy débiles que afectaban al armonioso conjunto: por empezar, no quedaba claro de dónde habÃa salido ese océano original, ni a dónde iba a parar el agua sobrante a medida que el océano retrocedÃa dejando en descubierto la tierra firme (a esta crÃtica Werner contestaba arguyendo que él no era cosmólogo y no tenÃa por qué contestar esas preguntas). Y segundo –y fatal– no explicaba la existencia de los volcanes. Werner pensaba que los volcanes eran fenómenos modernos y aislados y creÃa que las erupciones se debÃan a la combustión subterránea de capas de hulla en las cercanÃas. Sin embargo, pronto se demostró que habÃa volcanes muy antiguos, que muchas de las montañas actuales eran volcanes extinguidos, y –fatal– que la lava que salÃa de los volcanes no era muy distinta de las rocas que según Werner sólo podÃan originarse en el mar. Por su parte, un mejor conocimiento de la estructura de las montañas revelaba que los valles eran cavados por los rÃos y la forma general, permanentemente transformada por el agua que caÃa. Los mismos wernerianos aceptaban esto, y como el gran mar antiguo que le diera origen, la bella TeorÃa del Océano en Retirada empezó a retirarse.
Su lugar no fue ocupado sólo por la nostalgia sino por nuevas explicaciones, que se concentraban ahora en los volcanes y en los fuegos infernales que ardÃan en el centro de la Tierra. (Continuará...)
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