La mejor amiga del hombre
La Encyclopedia Britannica asegura que la bicicleta es el medio conocido más 
eficiente para transformar la energía humana en propulsión. A 
pesar de que el mito indica que fue Leonardo da Vinci quien inventó 
la bicicleta, esta enciclopedia ni lo nombra como precursor, probablemente porque 
lo suyo no pasó del esbozo. 
La primera bici concreta, que no contaba con pedales sino que el ciclista debía 
caminar sentado sobre ella, la exhibió su inventor, el Barón Karl 
de Drais, en París en 1818. En 1839 el herrero Kirkpatrick Macmillan 
construyó la primera con pedales, que estaban fijados a la rueda como 
en un triciclo. Luego vendría, en 1874, la primera bicicleta con una 
eficiente cadena de transmisión, y más tarde los cambios y el 
resto de la historia del ciclismo.
En el siglo XX, el lugar de la bicicleta tuvo más que ver con el desarrollo 
de una sociedad en la que el cuerpo es una mercancía al servicio del 
consumo. Se le vende comida grasosa que luego se deberá eliminar con 
medicamentos y gimnasia. Se le ofrecen cigarrillos y parches para dejarlos. 
Se promete la libertad de un auto a quien debe esclavizarse para mantenerlo. 
Poco lugar queda en sociedades así para el ritmo esforzado y contemplativo 
de la bicicleta que fortalece corazón y espíritu. 
Es que su gran competidor, el auto, a fuerza de antieconómico e insalubre, 
es intrínsecamente egoísta. A veces toda esa tonelada de metal 
y tecnología se usa sólo para protegerse del ruido, el smog y 
el calor que producen los otros autos. Además, si todos pudieran cumplir 
con el sueño de tener uno, sólo podrían conducir unos metros 
hasta el próximoembotellamiento, de la misma manera que si la población 
mundial consumiera tanto como los habitantes del primer mundo, serían 
necesarios diez planetas más para abastecerlos. No importa. Ya se verá. 
Por eso en Beijing el gobierno chino estimula a los cerca de 8 millones de ciclistas 
que ocupaban las calles de la ciudad para ir a trabajar (y reducir sus riesgos 
coronarios) a tomar el transporte público. ¿Por qué? Para 
que los nuevos automovilistas del boom económico puedan ocupar los carriles 
de bicicletas. Saque el cálculo: 1,5 m2 cómodo por ciclista y 
no menos de 5 m2 por auto (lleno o no). El esfuerzo será inútil. 
No importa que ciudades como Buenos Aires dediquen, calculado a ojo, más 
del 15 % de su superficie a calles (y sólo el 8 % a espacios verdes). 
Tampoco sirven las autopistas que nutren de más autos el caos de los 
centros urbanos. Se llegará tan rápido como se lamentará 
haber ido. Más espacio trae más autos.
Las estadísticas dicen que hay cerca de 600 millones de autos en el mundo 
y que probablemente se cuadrupliquen en los próximos 20 años forzando 
más playas de estacionamiento, más ruido y más polución 
en las vidas ciudadanas. Ellos son responsables de más del 20 % del venenoso 
dióxido de carbono que se emite, con consecuencias para el efecto invernadero 
y los pulmones de los vecinos. Pero en ninguna parte dicen blanco sobre negro: 
Conducir es peligroso para la salud de todos. 
Dos excepciones
Por suerte, hay esperanzas. Dos ciudades europeas mejoraron su calidad de vida 
al restringir progresivamente el uso de autos y puede que el ejemplo cunda. 
En Florencia y Amsterdam la gente no reserva el momento de su actividad física 
a alimentar la industria de los gimnasios, sino que incorpora la bicicleta o 
la caminata a su cotidiano deambular por una silenciosa ciudad. Además, 
por supuesto, quien no pueda andar o necesite recorrer grandes distancias contará 
con un buen sistema de transporte público. En otras ciudades del primer 
mundo, como Toronto o París, los ciclistas se reúnen para dar 
una vuelta a la ciudad haciendo una muestra de su poder y de cómo se 
ve y se oye cuando mandan las dos ruedas. 
La solución no será toda de la bici, obviamente, y mucho le toca 
al transporte público (como los tranvías, que acá son el 
pasado y en otros países el futuro). En cualquier caso queda mucho por 
pedalear para que viajar sea un placer.
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