Página/12 :: futuro ::

La ciencia, su método y su filosofía
Mario Bunge
Debolsillo, 192 págs.

No hay dudas de que Mario Bunge es una institución, de esos personajes-maestros que allanan el camino de dudas y sientan con claridad las bases sobre las cuales se levanta y sostiene un cuerpo de conocimientos. Su currículum sólo cuenta una parte de sus logros: doctor en Ciencias físico-matemáticas, posee diez doctorados Honoris Causa y tres profesorados honorarios, y es miembro del Institut International de Philosophie, de la Académie Internationale de Philosophie des Sciences y de la Academy of Humanidades y Comunicación, y fue becario Humboldt, Killam y Guggenheim; además es autor de más de 500 artículos y de 35 libros sobre física, sociología, teoría de sistemas, teoría del conocimiento, semántica, filosofía de la ciencia, ontología, ética y política científica.

Pero, pese a estar radicado hace años en Canadá, la distancia no disminuye la importancia de su obra y de sus “libros-guía”, a esta altura considerados clásicos. Entre ellos, uno de los más llamativos y de lectura obligatoria para cualquiera que pretenda insertarse en el quehacer científico es La ciencia, su método y su filosofía, publicado originalmente en 1960 y ahora reeditado por la editorial Sudamericana.

Si algo caracteriza al estilo de Bunge es su claridad casi exagerada: en esta introducción a la metodología científica y a la filosofía de la ciencia (o epistemología) lleva al extremo esta cualidad expositiva y aclara desde cero –tanto que el lector puede desconocer totalmente de qué trata la actividad científica– de qué se habla cuando se habla de método científico, hipótesis, ley, inducción, verificabilidad o algo aparentemente menos conocido como la epistemología.

Con rigor y minuciosidad, disecciona lo que se entiende por ciencia: la ciencia como actividad; la ciencia como mundo artificial construido por el ser humano en su intento de entender el mundo; la ciencia como sistema de ideas; para que a nadie –con años de experiencia o no– se le mezclen los cables y confunda gato con liebre.