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Sábado, 2 de diciembre de 2006
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Por Federico Kukso

MAS RAPIDO QUE LA VELOCIDAD DE LA LUZ
Historia de una especulación científica

João Magueijo

Fondo de Cultura Económica, 272 págs.

“Nos pagan para que pongamos en duda todo lo que se ha afirmado hasta el momento, para que formulemos alternativas alocadas y para que discutamos sin cesar entre nosotros”, recuerda el cosmólogo y físico teórico portugués Joâo Magueijo en las primeras páginas de su libro Más rápido que la velocidad de la luz. Y como buen estudiante que fue y buen científico que se propone ser, cumple al pie de la letra con aquel postulado al poner en tela de juicio ni más ni menos que la regla fundamental de la física moderna: que la velocidad de la luz es constante. Sus ideas no son sólo pensamientos al aire, afirmaciones que fluyen en una mesa de café o luego de tomar un par de copas de más en un bar. Se condensan más bien en una teoría que se robustece con los meses y se dio a conocer simplemente como “VSL” (o velocidad variable de la luz, por sus iniciales, concepto extraño si los hay que no figura en el vocabulario de la física). Los postulados de esta teoría no son tan difíciles de comprender: se centra, a grandes rasgos, en la idea de que en los primeros instantes del universo la velocidad de la luz era mayor que la actual, y de alguna manera se propone encauzar a la cosmología en una nueva era de replanteo de sus más grandes enigmas.

Polémicas más, polémicas menos, en realidad la (insensata y provocadora) teoría de Magueijo es sólo una excusa en el libro, en donde el autor no se aferra a ella como si fuera su hija y la explota en cambio como disparador. Ahí radica la cuota de originalidad de la obra del joven científico portugués: el desarrollo de la VSL es sólo un ejercicio argumentativo (y especulativo) a partir del cual Magueijo narra con bastante detalle los conceptos clave de la teoría de la relatividad y de la inflación, y el proceso científico al despojarlo de esa suerte de faceta fría y ultrarracional que se le asigna. En su lugar, lo describe como un transcurrir cargado de emotividad (el surgimiento alocado de una idea) y minado por la competencia (la polémica con sus pares y los miedos de quedar en ridículo). Con un tono increíblemente claro y conciso, el libro de Magueijo seguramente sobrevivirá a su infame teoría, que se perderá en el tiempo tan sólo como una risueña especulación.

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