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Sábado, 10 de marzo de 2007
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La creacion

Por Federico Kukso

Salvemos la vida en la Tierra
Edward O. Wilson
Katz Editores, 256 págs.

Se pueden odiar mutuamente, arrojarse granadas argumentativas, insultarse sin llegar nunca a una conclusión, hacerse la cruz, negarse entre ellas. Y más. Sin embargo, detrás de tantos embates y tanta saña hay un hecho: la ciencia y la religión son las fuerzas –discursivas e institucionales– más poderosas en el mundo actual. Puede que desde hace tres siglos la primera esté en un constante ascenso y la segunda casi en caída libre, pero si se quiere provocar un cambio, un tour de force en algún asunto, inevitablemente habrá que dirigirse a ambas esferas, se tenga o no algún prurito intelectual contra ellas.

Así lo hizo el entomólogo más famoso del mundo, el biólogo norteamericano Edward O. Wilson –una institución viviente–, que se tragó su orgullo y en lo que se considera el trabajo final de una carrera prolífica apeló a reverendos y demás párrocos como último manotazo de ahogado para salvar la Tierra. De todo ese juego de apelación religiosa sale un libro que se enfila para terminar siendo un evangelio darwinista pro-conservación. Colmado de ejemplos ideales para citar y datos insoslayables sobre el pasar destructivo del ser humano sobre el planeta, La Creación: salvemos la vida en la Tierra es ante todo una Biblia ecologista a la que se podrá recurrir siempre que se quiera poner sobre la mesa el estado de urgencia por el que se atraviesa (extinciones galopantes de especies, alteraciones climáticas, la quema anual de un 5% de la superficie terrestre) en algo así como un llamado de atención global que incumbe a todos (“el precio de la civilización fue la traición a la naturaleza”, advierte).

Intercalando el estilo epistolar (Wilson se dirige en todo momento a un pastor o reverendo imaginario) con anécdotas personales, el libro es un ejercicio encomiable de argumentación para hacer entender qué es “la creación” (la naturaleza viviente, la naturaleza como experiencia sensible, que ejerce una atracción gravitatoria sobre la psiquis humana) y por qué debemos preocuparnos de que desaparezcan de los catálogos tantas especies animales (al actual ritmo destructivo el 25% de las especies desaparecerán de aquí al año 2050 y la mitad puede haberse extinguido a finales de siglo).

Como era de esperar, Wilson –padre de la sociobiología y responsable de haber acuñado el término “biodiversidad”– no le deja ni un resquicio de posibilidad al creacionismo y a la teoría del Diseño Inteligente, aunque sí se inclina por la existencia de un paraíso: “Lo tenemos ahí, es prodigioso, es magnífico... Se llama planeta Tierra y lo estamos destruyendo”.

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