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Sábado, 6 de octubre de 2007
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Por Federico Kukso
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ADN: cincuenta años no es nada
Alberto Díaz y Diego Golombek (comps.)

Siglo XXI, 280 págs.

La omnipresencia del ADN es abrumadora y casi totalitaria. Que se entienda: está en todas partes y no deja espacio sin ocupar. Se puede hallar esta molécula y su elegante doble hélice en el corazón de las millones de células que constituyen lo viviente así como también se expande en las conversaciones cotidianas, en los argumentos de las películas de ciencia ficción y en las series policiales que construyen alrededor de ella la clave del misterio. Y si bien siempre estuvo allí, maquinando desde la oscuridad, no hace mucho que se la conoce. En 1993 se cumplieron 50 años del descubrimiento de su estructura helicoidal y como era de esperar, hubo festejos en todo el mundo. En la Argentina también y adoptaron la forma del ciclo “Las bodas de oro del ADN” que tuvo lugar en el Centro Cultural General San Martín en Buenos Aires. Las charlas fueron tan interesantes que no se podía dejar que quedaran en el aire de la oralidad y terminaron, para alegría de los lectores, en el libro ADN: cincuenta años no es nada compilado por el químico Alberto Díaz y el biólogo Diego Golombek, que ya va por su segunda edición.

Libro polifónico por donde se lo mire (contiene 19 artículos de 19 científicos de punta), se organiza en cuatro apartados. En “¿De qué hablamos cuando hablamos del ADN?” se abordan los aspectos históricos del tema y se tiran abajo ciertas concepciones erróneas. En “Salud, pesetas y ADN”, en cambio, se subraya la relación de la molécula con el cáncer, la terapia génica y el tratamiento de enfermedades graves. Las patentes, Dolly y el impacto ético se tratan en “Hecho el ADN, hecha la ley: derecho y ética de la doble hélice”. Pero es tal vez el capítulo “La máquina del ADN (industrias, aspectos sociales y percepción pública)” el más novedoso, aquel en el que se habla de lo que en pocos lugares se habla. Allí, por ejemplo, el biólogo Federico Geller deconstruye la dimensión mediática del Proyecto Genoma Humano y el doctor en química Lino Barañao encara los aspectos filosóficos del descubrimiento de Watson y Crick (por qué se dio en Occidente y no en Oriente) y afirma sin pelos en la lengua que el mayor negocio de la clonación no es producir vacas clonadas ni animales transgénicos sino vender diarios y revistas. Lo que de alguna manera emparienta el ADN con los romances efímeros de ignotos actorcitos, las peleas intrascendentes de pseudovedettes y los irrelevantes bailes y piruetas que se suceden en la pantalla y que, vaya a saber uno por qué, mantienen a todo un país en vilo.

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