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Sábado, 27 de octubre de 2007
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Por Federico Kukso
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Viejos son los trapos
De arqueología, ciudades y cosas que hay debajo de los pisos

Daniel Schávelzon y Ana Igareta

Siglo XXI, 128 págs.

No existe disciplina científica más romántica (o más romantizada) que la arqueología. Cada vez que se la trae de aquel lugar a donde aguardan las palabras antes de ser nombradas, se dispara un cúmulo de imágenes pintorescas que orbitan la misma versión ficcional: un hombre o una mujer vestidos de caqui y sombrero que irrumpen en una tumba para desenterrar algún medallón, estatuilla o ídolo de oro (por supuesto, adornado por una maldición). Si bien personajes como Indiana Jones y Lara Croft han servido para popularizar esta ciencia del pasado, también la han distorsionado al punto de que los arqueólogos reales y de carne y hueso cada vez que pueden se ven en la necesidad de explicar en qué consiste realmente su trabajo, sin perder fanáticos en el trayecto.

En la Argentina, uno de los arqueólogos más famosos es Daniel Schávelzon, que cumple a la perfección el rol del buen científico: investigar y al mismo tiempo comunicar amenamente lo que viene investigando. Y lo hace con una cuota importante de magnetismo. En su último libro, el creador del Centro de Arqueología Urbana y su colega, Ana Igareta, hacen precisamente eso, deteniéndose donde otros pasan por alto y volviendo a enamorar a los que se habían desenamorado de esta ciencia que mete mano al pasado. Al fin y al cabo, Viejos son los trapos no es precisamente sólo un librito en el que se cuenta el trabajo del arqueólogo o su entusiasmo por un puñado de huesos o pedazos de baldosas; es lo más cercano que puede haber a un manual de reclutamiento. Después de leer sus 120 páginas, cualquiera considerará al menos por un instante pasarse a las filas de aquellos hombres y mujeres obsesionados por conocer, analizar e interpretar la conducta humana a través del tiempo.

“La arqueología asume que el pasado no se fue a ningún lado sino que sigue entre nosotros, si bien su forma y materia original se modificaron con el tiempo hasta transformarse en un universo de evidencias que se acumula bajo nuestros pies”, afirman los autores como declaración de principios antes de comenzar su trabajo meticuloso: explicar la vida secreta de los objetos (que cuentan, a su manera, el funcionamiento de una sociedad humana siempre compleja), cómo arriban a sus conclusiones (a través de la inferencia, “el corazón de la actividad arqueológica y el principal motivo de discusión entre arqueólogos”), cómo se rescató la ciudad de Pompeya, los dimes y diretes de la arqueología urbana y hasta por qué a los arqueólogos no les cuesta nada confesar su hobby preferido: revolver la basura.

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