Sábado, 24 de mayo de 2003

Julio Popper no fue un epistemólogo como su homónimo Karl, sino una rara mezcla de aventurero, ingeniero y político, de hombre de cultura progresista y cientificista, esas mezclas que se permitía el mundo hacia finales del siglo XIX. Nacido en Bucarest (Rumania) en 1857, se graduó de ingeniero en minas en París, donde también estudió física, química, meteorología, geología, geografía y etnografía. Luego de haber trabajado, por citar sólo un ejemplo, en el Canal de Suez, llegó a la Argentina en 1885, atraído por rumores áureos. Con rapidez se granjeó la simpatía de los grandes valores de la generación del ‘80 que le soportaron idas y vueltas en los numerosos proyectos que imaginó para la búsqueda del oro en la Patagonia. Así resultó que este Popper, rumano e ingeniero, se convirtió en el primer expedicionario en recorrer el interior de Tierra del Fuego y nombró a los accidentes geográficos casi como un agradecimiento a sus espónsores: río Juárez Celman, península Mitre y así. En su intensa actividad aventurera, por decirlo de algún modo, propuso la creación de un pueblo marítimo que se llamaría Atlanta (en evocación de la Atlántida mítica). Ese proyecto se completa, en esta edición de Eudeba, con una conferencia de Popper en el Instituto Geográfico Militar, un par de apéndices (“La vida en el extremo del mundo habitado” y otro sin nombre pero con la misma temática) y un estudio preliminar de Santiago Reyes. Atlanta forma parte de la Colección Reservada del Museo del Fin del Mundo, dirigida por Alejandro y Rafael Winograd, y que reúne libros escritos a lo largo de 500 años (próximamente se editarán obras de Pedro Sarmiento de Gamboa, George Shelvocke y Louis Antoine de Bouganville).

M.D.A.

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