Sábado, 18 de enero de 2003
Novedades en Ciencia
CORRALITO COSMICO
Hubo un tiempo (bastante largo, por cierto) durante el cual la VÃa Láctea y el Universo eran sinónimos. Y en ella, según los astrónomos y filósofos de la época, ocurrÃa todo lo posiblemente ocurrible (u ocurrente) en la realidad. Una ilusión que terminó de hacerse añicos cuando recién en 1924 Edwin Hubble proclamó que nuestra galaxia no era tan especial después de todo sino simplemente una entre miles de millones de galaxias que se mueven por el espacio conjuntamente en cúmulos (insertos a la vez en supercúmulos galácticos). Pero, según parece, ni siquiera este deambular espacial es totalmente libre: un grupo de astrónomos estadounidenses ha descubierto que la VÃa Láctea está rodeada por un anillo de cientos de millones de estrellas que se mueven en la misma dirección y a la misma velocidad (100 kilómetros por segundo) formando una suerte de corralito cósmico que el propio Cavallo habrÃa envidiado.
El equipo de cientÃficos del Instituto Politécnico Rensselaer ubicado en Nueva York (Estados Unidos) cree que estas estrellas podrÃan ser los restos de una galaxia pequeña que chocó con la VÃa Láctea hace algunos miles de millones de años. El anillo estelar tiene un diámetro aproximado de 120 mil años luz y su hallazgo fue una verdadera sorpresa: los cientÃficos del Sloan Digital Sky Survey, un ambicioso proyecto internacional que consiste en un relevamiento de la distribución estelar en la VÃa Láctea, se asombraron al encontrar miles de estrellas en lugares inesperados de la galaxia, en dirección de la constelación del Unicornio. El descubrimiento se suma a las ya de por sà notables caracterÃsticas de la VÃa Láctea: una galaxia en forma espiral con un diámetro de 100 mil años luz, cuatro brazos en espiral y 10 mil millones de estrellas que dan una vuelta completa cada 250 millones de años.
Lo cierto es que si los sabios de distintos pueblos a lo largo de la historia hubiesen sabido de la existencia de este corralito estelar, quizás habrÃan imaginado a la VÃa Láctea de manera diferente: los egipcios pensaban que se trataba de trigo desparramado por la diosa Isis; los incas, polvo dorado de estrellas y los nahuas, una serpiente de nubes. Pero el premio a la imaginación se lo llevan los griegos quienes creÃan que la VÃa Láctea era la leche de la diosa Hera derramada en el cielo cuando amamantaba a Hércules, que habÃa formado la franja celestial que Anaxágoras llamó gala (del griego, leche), Erastótenes galaxia y finalmente los romanos, VÃa Láctea.
EL DESCANSO DE LAS MOSCAS
Al llegar a viejas, hasta las inquietas moscas pueden cansarse y recostarse un rato. Al menos en condiciones de laboratorio, donde ese descanso no acarrea el peligro de ser atacadas. El curioso hallazgo, recientemente publicado por la revista Discover, se produjo cuando el entomólogo Nikos Papadopoulos, de la Universidad de California, se encontraba estudiando el envejecimiento de un grupo de doscientas moscas macho del Mediterráneo. Fue entonces cuando, de tanto en tanto, notó que algunas de ellas se quedaban recostadas panza arriba. A primera vista, parecÃan estar muertas, pero, en realidad, sólo estaban descansando: cuando el cientÃfico las golpeaba con un lápiz, los remolones insectos se movÃan, batÃan sus alas, y volvÃan a hacer su vida normal.
En el medio natural, semejante costumbre les costarÃa la vida, porque serÃan rápidamente devoradas por algún otro animal. Y probablemente por eso, explica Papadopoulos, nunca antes se habÃa visto a las moscas descansando. En el laboratorio, las moscas llegaron a vivir hasta 61 dÃas –una edad muy avanzada para estos insectos– y partir de los 45 dÃas de vida comenzaban a descansar –patas para arriba– alrededor de una hora diaria. Según James Carey, colega de Papadopoulos, este comportamiento puede estar relacionado con alguna forma de enfermedad neurodegenerativa (similar al Parkinson o la narcolepsia en los humanos). Si asà fuera, las moscas podrÃan ayudar a entender mejor estos desórdenes mentales.
UN TRUCO DE LOS ATLETAS GRIEGOS
Parece que para saltar más lejos, los antiguos atletas olÃmpicos griegos usaban un pequeño (y pesado) truco. Los arqueólogos y los historiadores siempre se han preguntado para qué podrÃan haber servido unas extrañas piezas que algunos deportistas solÃan utilizar en las mÃticas OlimpÃadas de la Grecia antigua. Se las conoce como halteres, estaban hechas de piedra o metal, pesaban ocho o nueve kilos y se las sujetaba con la mano. Muchas de ellas han sido encontradas en excavaciones realizadas en distintas partes de Grecia. E incluso, aparecen en los dibujos de algunos jarrones de la época. La cuestión es que, tal como cuenta la revista especializada Archaeology, un grupo de especialistas en deportes de la Universidad Metropolitana de Manchester, Inglaterra, creen haber resuelto el misterio.
Mediante varias simulaciones por computadora y pruebas realizadas con voluntarios de carne y hueso, estos investigadores británicos comprobaron que esas piezas pueden mejorar la performance de un atleta durante un salto en largo. Y esta pudo haber sido la estrategia: al saltar, el atleta debÃa impulsar sus brazos hacia delante, sujetando los halteres en las manos. Y a medida que caÃa, llevarlos hacia atrás. Según este estudio, el uso de estas piezas les habrÃa permitido a los atletas griegos saltar, por lo menos, un 6 por ciento más que si no las usaban.
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