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Viernes, 10 de diciembre de 2004
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Ramos generales

Virilidades
“He aquí lo que venimos a pedir. La Iglesia no es un factor de poder más, ni una estructura temporal que disputa o comparte espacios con otras estructuras, ni una oficina de tráfico de influencias, ni una institución que se aviene a debatir con otras en paridad de condiciones, ni una asamblea que solicita el permiso social para dar a conocer sus opiniones. No es. Es Mater et Magistra, es la columna y el sostén de la Fe. Y es, en la patria argentina, la que trazó históricamente desde los primeros albores su identidad espiritual (...) Por eso, su misión es izar la Cruz Redentora, misionar con celoso fervor, aun a costa del derramamiento de la propia sangre, si fuera menester, llevando así la salvación a todos los hombres.” Lo que acaban de leer es apenas un fragmento del petitorio que parte de la feligresía entregó el miércoles pasado al nuncio apostólico, tras la misa de desagravio por la muestra de León Ferrari. Y sí, hacerse a la idea de que es preciso respetar al “diferente” a algunos les cuesta más que a otros, pero no deja de ser preocupante que textos muy similares convocaron, hace apenas poco más de un mes, a quienes agredieron a las participantes del Encuentro Nacional de Mujeres en Mendoza.

Una denuncia
En la mañana del sábado pasado, Carina Sauco denunció que perdió su embarazo de tres meses tras haber sido golpeada durante dos horas por la policía en la comisaría de Las Heras, Santa Cruz. Carina era una de las 25 personas desocupadas que habían tomado la planta de la contratista petrolera Oil ONS, y que el miércoles 1º de diciembre fueron desalojadas luego de que la jueza Graciela Ruatta de Leone solicitara la intervención de efectivos policiales y de Gendarmería. De acuerdo con la denuncia que realizó ante los medios de prensa locales, aun cuando ella les advirtió de su embarazo, los policías la torturaron para obtener información sobre el paradero de su marido (Claudio Bustos, uno de los dirigentes de la protesta que se encontraba prófugo).

Violencia cero, a la brasilera
“En Brasil, ser mujer y ser negro son por sí mismos elementos determinantes de exclusión”, blanqueó la secretaria de los Derechos de la Mujer Nilcea Freire esta semana, al momento de presentar un plan de acción para reducir la discriminación y la violencia contra las mujeres a partir de cuatro ejes: igualdad laboral, educación, salud con derechos sexuales y reproductivos y lucha contra la violencia. La iniciativa proyecta objetivos específicos con miras al 2007 (cuando termina el mandato de Lula da Silva): elevar en 5,2% la tasa de empleo femenino y dar créditos a 400.000 trabajadoras rurales; reducir en un 15% la tasa de analfabetismo de mujeres mayores de 45 años y aumentar la cantidad de niños atendidos en guarderías (para facilitar la inserción laboral materna); reducir en un 3% la incidencia del sida entre mujeres y en un 5% las complicaciones derivadas de abortos practicados legalmente (en Brasil se permiten en caso de violación o peligro para la salud de la madre), y aumentar en un 15% los servicios de atención a mujeres golpeadas.

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