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Viernes, 4 de septiembre de 2015
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El amor es un campo de batalla

Tras publicar que era feminista en su bio de Tinder, una joven de 25 años comenzó a recibir agresiones de cantidad de usuarios varones. Agresiones que publica en una cuenta de Instagram para denunciar que el sexismo está más vivito y coleando que nunca.

Por Guadalupe Treibel
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– LOS HOMBRES BLANCOS ESTAN SIENDO ATACADOS AHORA MISMO
– ES EL DIA DEL REVES O VOS VIVIS EN ALGUN UNIVERSO ANTIUTOPICO DONDE TENER LA MAYORIA POLITICA, SOCIAL, ECONOMICA Y EL PODER MEDIATICO ES CONSIDERADO ESTAR “SIENDO ATACADO”

¡Oh, Tinder! ¡Deidad tentadora! Cómplice Cupido sin alas que, aunque ciego, busca endulzar los ojos. Oh, virtual sagitario en 24 idiomas, angelito glorioso sobre las mieles pasionarias: qué avidez la de tus “enamorados” por recuperar paraísos perdidos, construir fábulas amatorias. Si el primer beso, dicen, se da con la mirada, has iniciado billones de ósculos, aunque interrumpidos –eso sí– por la fría pantalla del celular inteligente. Después de todo, estás henchido de arrumacos 2.0, donde incluso las flechas se esquivan –o reciben, según el caso– con el correr del apático dedo. En poco más de dos años de vida, aplicación ligona, has convertido tu método de encuentro en afición de multitudes: ver foto de pareja en potencia y hacer barrido (hacia la izquierda, “paso”; hacia la derecha, “me gusta”) y, de haber coincidencia, compatibilidad y chateo. Quizá posterior encuentro de alinearse ya no las estrellas o destinos sino... los perfiles.

Hay quienes te acusan de haber liquidado el romance, intranquilo Tinder; te señalan y susurran “Trajo el apocalipsis del galanteo”. (Y qué decir del caso Whitney Wolf, una de tus fundadoras, que acusó a tus otros makers de sexistas, de haberla borrado del tablero; además de denunciar acoso, y reconocer acoso en tus huestes, proponiendo la alternativa feminista, “Bumble”, más cuidadosa en los detalles online del flirteo). Lejos han quedado aquellas primeras loas, app de citas gratuita: que eras opción soñada para damas, una tecnoutopía que eliminaba la dinámica de poder preexistente; que barrías con los tabúes alrededor de encuentros casuales... Claro que con el tiempo, acabose demostrando que, aún en la esfera virtual, “el amor es un campo de batalla” (Pat Benatar dixit). En especial para quienes llevan armadura de mujer. En especial (bis), si exhiben –orgullosas– su emblema feminista.

A las pruebas remitirse. O, más bien, a un reciente experimento pergeñado por Laura Nowak, una mesera de 25 años, oriunda de Toronto, Ontario, que puso a prueba cierta duda capital: ¿Qué sucede cuando una mujer aclara en su perfil de Tinder que es feminista? Pues, al parecer, aún en la meca moderna del encuentro casual, se topará con: más lenguaje agresivo, misoginia recalcitrante, propuestas obscenas, prejuicios de antaño y actitudes arcaicas que el promedio habitual. Lo cual, francamente, es decir mucho. Lo interesante, empero, es que lejos de amedrentarse, la muchacha decidió capturar y documentar las respuestas –en su vastísima mayoría, groseras, combativas–, subiéndolas a una cuenta de Instagram intitulada @feminist_tinder. Cuenta que suma más de 420 posteos con extractores reales de conversaciones reales, ejemplos reales de la violencia real que despierta en muchos varones el mero mencionar del término “feminista”. Cuenta que, además, suma ya más de 65 mil seguidores y amplia cobertura mediática.

La intención de Laura es clara: advertir sobre el sexismo imperante en Tinder (y el mundo, para el caso), fogonear la discusión sobre la cosificación de las mujeres, entre otros tópicos vinculados. “Cómo feministas escuchamos todo el tiempo que ya hemos alcanzado la igualdad, que no quedan batallas por pelear. Pienso que al publicar estas conversaciones se corrobora que, al menos en lo que el universo de las citas refiere, esas voces no podrían estar más equivocadas”, esgrime Nowak. Y luego, sobre sus preocupaciones: “No quiero que las mujeres que gustan del sexo ocasional acepten que van a ser cosificadas. No quiero que los hombres sean sistemáticamente desagradables. En mi experiencia, es bastante habitual que chicos y chicas no comprendan que el respeto y el revolcón casual pueden –y tienen– que coexistir”.

Habemus extractos; una cuantiosa pila de charlas vía Tinder donde Laura pasa de la réplica sardónica a la indignación franca, según su interlocutor amerite. A saber... Varón 1: “¿Qué te excita en la cama?”, ella: “El consentimiento”. Varón 2: “Pelear por derechos que ya tenés es ridículo. La próxima presidente va a ser mujer; tu protesta por la igualdad de género está atrasada unas cuantas décadas. Qué tontería”, ella: “Claro, igual que el hecho de que Obama fuera presidente terminó con el racismo. Ah, ¿no fue así? No”. Varón 3: “¿Querés dominarme? Puedo ser tu chico sumiso”, ella: “No”, y él: “¡Menuda feminista, no aceptando dar latigazos a un tipo para sacarte la ira!, y ella: “Precisamente por ser feminista, no quiero tener que decir dos veces que no a una propuesta que no me interesa”. Varón 4: “¿Por qué los hombres blancos estamos siendo tan atacados en este momento?”, y ella: “¿Estamos en el mundo del revés o acaso en una realidad distópica donde quienes tienen el mayor poder social, económico, político y mediático está bajo fuego?” Otros comentarios sueltitos de varones varios: “Con razón estás soltera”, “No sos lo suficientemente linda para tener esa actitud. Andá a cocinar panceta”; “Una pregunta seria: ¿Tenés vagina? Si tenés, preguntale por mi gran pene negro”; “¡Amo a las putas feministas!”; “Las mujeres pretenden ser iguales, pero no pueden hacer lo mismo que nosotros”. Etcétera, etcétera, etcétera.

“En el mundo ideal, estoy buscando discusiones inteligentes y articuladas sobre la importancia de empoderar a las mujeres. En el mundo real, comparto las ‘diversas’ opiniones sobre las ventajas del feminismo en nuestra cultura, con la esperanza de crear conciencia acerca de que las desigualdades de género son pertinentes hoy en día”, resume la joven Nowak, quien habrá de saciar la sed pasionaria, lejos, lejos, lejos de la mentada aplicación.

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