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Viernes, 16 de octubre de 2015
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Vidas robadas

La parte por el todo se construye a través de tres testimonios de nacimientos en centros clandestinos de detención en la última dictadura.

Por Marina Yuszczuk
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Hay toda clase de partos pero algunos en especial hicieron que la consigna "parto respetado" pareciera un chiste, o algo mucho más siniestro. Hace más de tres décadas, cientos de mujeres tuvieron a sus hijxs en cautiverio después de ser secuestradas por el aparato represivo de Estado de la última dictadura. No se puede decir que "dieron a luz", en todo caso la expresión sería un eufemismo tan brutal como los que después usarían los militares involucrados para explicar su participación en el asunto. Al contrario, lxs bebés fueron robados y las mujeres asesinadas poco después de parir. Si algo de luz se pudo arrojar sobre esos mecanismos, acaso los más atroces del terrorismo de estado, tuvieron que pasar demasiados años para que esxs mismxs bebés se transformaran en adultxs que buscaran la verdad de distintas maneras.

Esos nacimientos en cautiverio son el tema central de La parte por el todo, el documental de Roberto Persano, Gato Martínez Cantó y Santiago Nacif Cabrera que intenta reponer a través de tres historias particulares lo que desde hace pocos años se empezó a conocer como plan sistemático de apropiación de menores, el mismo que luego dio lugar a que la Justicia condenara a Videla a cincuenta años de prisión sin indultos ni prescripciones. Carlos D`Elía, María Belén Altamiranda Taranto y Guillermo Pérez Roisinblit nacieron en centros clandestinos de detención y nunca conocieron a sus madres. El documental se funda en los testimonios de los tres como punto de partida para una reconstrucción del modo de funcionamiento de maternidades clandestinas en la ESMA, Campo de Mayo y el Pozo de Banfield.

Se parte del presente: lxs tres tienen hijxs y pueden dar cuenta de lo que sintieron en el momento en que lxs vieron nacer, pero en el relato de sus propios nacimientos hay un agujero. Ahí están los testimonios de Pablo Roesler, periodista, Miriam Lewin, que también estuvo secuestrada en la ESMA y María del Carmen Roqueta, la misma jueza que presidió el tribunal que condenó a Videla. Con estas voces se va componiendo una figura que tiene que ver con la sistematización en el modo de tratar a las prisioneras embarazadas, desde el traslado en ocasiones hasta centros que tuvieran organizada cierta infraestructura para atender partos -mesas apenas, o a veces camillas, y médicos como Jorge Luis Magnacco, que atendía los nacimientos y filmaba documentos falsos-, hasta el modo en que se engañó a muchas de estas mujeres con respecto al destino posterior de esxs bebés, pidiéndoles por ejemplo que escribieran una carta para explicar a sus familiares que les mandaban al recién nacido porque no podían atenderlo en la situación en que estaban.

Cartas que nunca llegaron a destino, bebés que fueron entregadxs a otras familias y crecieron con una identidad cambiada, lo que aparece también es el esfuerzo colectivo de más de treinta años por construir la historia de esos nacimientos laboriosamente a través de restos, fragmentos, testimonios. Como el de Sara Solarz de Osatinsky, prisionera en la ESMA, que acompañó varios de esos partos junto al doctor Magnacco a pedido de las parturientas y luego fue anotando cada dato que pudo recolectar en un papelito. "Podían matarnos, torturarnos, robarnos, porque también se quedaron con muchos bienes materiales, pero nunca pensé que pudieran victimizar de esa manera a nuestrxs hijxs, me parecía absolutamente inconcebible", dice Miriam Lewin en el documental con el asombro todavía clavado en los ojos. La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo estima que hubo alrededor de 500 bebés que nacieron en esas condiciones y fueron apropiadxs por los militares. La mayoría de ellxs son adultxs que todavía no lo saben.

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